Capítulo 22

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Entró en los vestuarios, escuchando los gritos de sus compañeras y la música a todo volumen que solían poner para desconectar un rato. Olía muy bien, era una mezcla de varios olores diferentes pero definitivamente aquellas chicas utilizaban un buen perfume. En una de las bancas estaba Julia, solitaria, mirando la suela de su zapatilla derecha. Parecía estar ida, como si no estuviera realmente ahí. Es decir, su cuerpo estaba pero su mente parecía haber volado. De inmediato se asustó, la rubia no era una tipa seria, siempre era el alma de la fiesta y solía sonreír, intentando así que todo el mundo se sintiera bien. Era una buena chica, y después de todo era su amiga.

Se sentó a su lado sin dudarlo, viendo enseguida en su mirada aquel miedo y arrepentimiento de la última noche. Sinceramente, el enfado se le pasó a los veinte segundos después cuando vio a Camila, no tenía la culpa de no haberle gustado aquel beso, no tenía que estar torturándose durante años porque eran ante todo amigas, nada más. Lo de la otra noche la pelinegra lo tomaría como un desliz. Pudo notar el nerviosismo interno salir en forma de bomba, parecía que no había podido dormir bien por lo rojos que tenía los ojos y parecía que en cualquier momento se derrumbaría allí mismo.

-¿Estás lista para machacarlos? -preguntó, regalándole una sonrisa que no fue correspondida. -¿pasa algo?

-Lo siento, Sofía, me siento fatal. -susurró, parecía que le quemaba la voz si la alzaba algo más. -No debí besarte, ahora he destrozado todo y soy una mierda, sólo.. tenía algo de curiosidad, o sea, te veía en las duchas y me gustaba tu cuerpo. Me gusta. Pero te besé y no sentí nada.

-No has destrozado nada, nuestra amistad sigue igual. -entrelazó sus dedos, dando un suave beso en el dorso de su mano. -Eres especial, y entiendo que no sintieras lo mismo que yo. Puede que te guste mi cuerpo pero no de una forma sexual, simplemente lo admiras. No quiero que te sientas incómoda ni presionada a tener el mismo nivel de amistad que antes, pero si es por mi no tengo ningún problema.

-¿Puedo pedirte algo? -asintió, apretando más el agarre entre sus dedos.

-Lo que sea.

Observó cómo se levantaba y la llevaba consigo a un cubículo del vestuario que se utilizaba para cambiarse de ropa sin ser vista, aunque ninguna tenía problemas con eso y nunca se usaba. Era pequeño, por lo que cuando entraron la pelinegra estaba atrapada entre el cuerpo de Julia y la puerta. Era guapa, bastante, pero nada comparable con Camila. Su mirada iba destinada a los labios carnosos de Sofía, que parecía estar petrificada en aquel momento. Las manos de Julia se posaron en sus mejillas, recorriendo en círculos con los pulgares la bien definida mandíbula de su compañera. Dejó un beso ahí, escuchando su respiración inestable.

-¿Puedes.. besarme otra vez? -pidió en un susurro contra sus labios.

No hubo contestación por parte de Sofía, al menos no verbal. Unió sus labios en un beso experto, al principio sólo abría y cerraba los labios ladeando la cabeza para intentar profundizarlo, pero cuando vio que la rubia no se apartaba introdujo su lengua, comenzando un juego peligroso, sacando la de Julia para chuparla, intentando así que sintiera algo. Pero lo que no sabía era que no, que por más que lo intentara no sentía nada. Soltó sus mejillas hasta llegar a las manos de la pelinegra que reposaban en su cintura, las bajó hasta su trasero sin parar de besarla.

Tenía que sentir, debía de sentir. Notó cómo le apretaba con fuerza este, consiguiendo que ahogara un leve jadeo por la impresión. Pero nada de excitación. Cuando sus bocas se despegaron, la rubia no quería abrir los ojos para volver a repetirle exactamente lo mismo que hacía dos noches, sabía que podía herir su ego y un rechazo siempre era malo. Cuando los abrió, sonrió todo lo natural que el momento le permitía y agachó la cabeza, intentando ocultar así toda sospecha, no podía rechazarla dos veces.

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