La noche estaba comenzando a hacer mella en el cielo y el olor a tierra mojada se adentraba por las fosas nasales de la pelinegra. Acababa de salir del entrenamiento y sólo tenía ganas de marcharse a casa a dormir, pero la vida parecía no querer que descansara porque cuando intentó arrancar el coche, este no respondía. Se reprendió mentalmente por no haber ido a un taller a que lo revisaran. Dio un golpe seco al volante, apoyando después la cabeza en este y ahogando un grito de frustración.
Salió de este, pasándose las manos por el pelo y caminando hacia el capó. Lo abrió, pero siendo honesta consigo misma no tenía ni la menor idea de lo que era todo aquello. Tocó por encima algo, pero al mirarse las manos se arrepintió de haberlo hecho porque tenía las manos llenas de grasa. Cerró los ojos y el capó a la vez que daba un gran suspiro, sólo a ella le ocurrían estas cosas en los peores momentos. Se sentó en la acera, intentando que le viniera alguna idea para salir de allí sin tener que llamar a una grúa.
Cogió el móvil y habló mediante mensajes a Alba, que simplemente se rió de su desgracia y le ofreció ir a por ella, pero se negó porque no quería ser una molestia para nadie. Se volvió a levantar de la acera y miró su coche con cierto resquemor, en estos momentos odiaba al mundo entero por su mala suerte. Le dio un golpe con la punta del pie al viejo trasto y seguidamente se quejó dando pequeños saltos y tocándose la parte dañada.
Su cara era de puro dolor, pero escuchó una suave risa tras su espalda que le hizo girarse rápidamente. Era ella. Estaba justo enfrente con una sonrisa llena de timidez. Tenía un moño descuidado e iba con ropa cómoda, las ojeras eran notables bajo sus preciosos orbes azules y tenía una bolsa blanca llena de comida. Repentinamente se le curó todo el dolor de hace unos segundos y entreabrió ligeramente los labios para decir algo, pero nada salía de ellos. Agachó la cabeza con una tímida sonrisa y comenzó a jugar con sus propios dedos, intentando calmarse.
-No es buena idea darle una patada a un coche, ¿sabes? -preguntó su profesora, sin quitar aquella sonrisa.
-Es que.. -suspiró, levantando la vista e inmediatamente sintiendo la falta del aire por ver a Camila. -es muy viejo y se me ha estropeado del todo justo ahora.
-¿Y a dónde vas? -dio unos cuantos pasos para acercarse a su alumna, que parecía tensa.
-A mi casa. -respondió, notando como su profesora frotaba su mejilla con el pulgar y parecía bastante concentrada en quitar algo, a lo que ella aprovechó para mirarle a los labios casi embobada.
-Tenías una mancha. -se excusó, apartando la mano y sonriéndole. -Pues.. puedo acercarte, he venido al chino que está justo al lado del campo de fútbol y me iba.
-No.. no es necesario que hagas eso, puedo volver a casa andando. -se encogió de hombros, viendo como la cabeza de su profesora se movía negativamente.
-No me importa acercarte, Sofía, de verdad. -insistió, mirándola directamente a los ojos. -No tengo nada mejor que hacer esta noche, tenía pensado ver alguna película para llorar.
Sofía soltó una risa, pero en realidad se preocupó por lo que acababa de decir su profesora. Hoy había faltado por algo, y la verdad es que parecía bastante afectada físicamente por ese problema personal. Parecía no haber descansado en toda la noche y haberse dedicado a llorar durante horas, pero tenía cierto respeto por la latina y aunque se estaba muriendo de ganas de saber qué era lo que tan mal la tenía, sólo se quedó ahí parada, con una tonta sonrisa en los labios.
-Pero.. -intentó hablar, pero se vio interrumpida.
-Además seguro que estás cansada por el entrenamiento, ¿no? -asintió, mordiéndose el labio inferior. -Pues no se hable más.
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Quizás
RomanceElla era poesía desde las infinitas pestañas hasta las caderas. Era el punto tangente sobre el que se sostenía el mundo y aguantaba la pesada carga de la vida con una sola de sus sonrisas. Se había vuelto pintora y poeta sólo por tener a la musa exa...