Capítulo 14

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Camila se había ofrecido a hacer la comida mientras que ella sacaba a su perro, así que no pudo negarse ante aquella oferta. Estaba haciendo albóndigas en salsa con patatas fritas porque durante el trayecto de vuelta en el coche le confesó que hacía mucho que tenía un antojo con eso. Así que cuando entró de nuevo a su propia casa con el pan recién horneado bajo su axila y dejó las llaves en la entrada cerrando la puerta, no pudo evitar olisquear hasta darse cuenta de lo bien que olía.

Una sonrisa apareció en su rostro cuando su vista paró en la espalda de Camila, por su mente pasó el rodarla por la cintura y dejar un beso en su hombro, pero simplemente se quedó ahí parada con una sonrisa. La latina al darse cuenta de que no había movimiento se giró, limpiándose las manos con un trapo y pillando a su alumna totalmente ida con una sonrisa.

-Por fin llegas. -comentó con una breve sonrisa. -Ven, ayúdame.

-¿A qué? -preguntó, dejando el pan en la encimera y frotándose las manos. -¿pongo la mesa?

-Sí, toma. -le tendió los vasos y los cubiertos, además, cogió de nuevo la barra de pan para encaminarse a la pequeña mesa del salón. -Se me cae, se me cae, se me cae.

Al escuchar su voz preocupada, giró para encontrarse con que su profesora llevaba ambos platos en cada una de sus manos y una botella de agua bajo su axila que parecía en peligro. Con una suave risa la agarró antes de que cayera, rozando las costillas de Camila. Se sentó dando un suspiro y cruzó sus piernas, poniendo un cojín encima para poder apoyar ahí su plato. No habían puesto la televisión, así que sólo se escuchaban las respiraciones de ambas mujeres. Cuando dio un primer bocado a las albóndigas soltó un gemido de puro placer, cerrando los ojos. La latina se sonrojó débilmente al escucharla.

-Mmh, dios mío, esto está buenísimo. -miró a su profesora, que tenía una tímida sonrisa y las mejillas sonrojadas. -¿Cómo.. cómo te ha ido el día?

Entreabrió los labios con sorpresa. Hacía más de un mes que nadie le preguntaba aquello, que nadie se preocupaba por si había tenido un mal día o necesitaba una larga terapia para calmar su furia. Pero ahí estaba de nuevo esa persona, llevándose una albóndiga entera a la boca y manchándose la comisura de sus labios sin preocupación. Le parecía rematadamente tierna y natural, su mirada delataba que tenía un corazón puro.

-¿Mi día? -asintió, con las mejillas hinchadas como un hámster. -Bien, la verdad es que bastante bien. Es difícil dar clase a adolescentes con las hormonas revolucionadas, ¿sabes? Pero me apaño bastante bien, hoy han sido muy amables conmigo y se han preocupado porque.. bueno, porque el otro día falté.

-Y contigo tienen mejor comportamiento, créeme. -alzó ambas cejas, sorprendida. -Tú no eres como los demás profesores que entran a clase y explican cosas aleatorias, tú.. te entretienes en los pequeños detalles, en las cosas que sabes que quizás nos pueden ayudar a acordarnos. No sé, a mi no me gusta el instituto pero gracias a ti es un poco menos aburrido, sólo un poco.

-Gracias por tu sinceridad. -bromeó, pasándose un mechón de pelo tras la oreja. -¿Y cómo ha ido el tuyo?

-Aburrido. -se encogió de hombros, dándole un sorbo a su vaso. -He tenido un examen de matemáticas y creo que me ha salido fatal.

-¿Estudiaste? -preguntó, ganándose una risa de los labios de su alumna.

-¿Matemáticas? -asintió, frunciendo el ceño. -Eso no se estudia, ¿no?

-Claro que se estudia, Sofía. -negó con la cabeza, mordiéndose el labio y aguantando una carcajada. -Haces los ejercicios repetidas veces hasta que te salgan a la perfección, así se hace.

-Bueno, hay una recuperación para los que suspendan.. -se intentó animar a sí misma.

-Pues podemos estudiar juntas. -ofreció, llevándose una albóndiga a la boca.

QuizásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora