Capítulo 16

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El jueves a primera hora la pelinegra tenía la suerte de poder deleitarse con el vaivén de las caderas de la latina, estaba totalmente embobada, observando cada pequeño detalle de su cuerpo. Hoy llevaba una de sus faldas ajustadas con una camisa blanca algo desabotonada. Estaba realmente nerviosa porque se había atrevido a dejar una nota entre sus libros para que se animara, había intentado que su letra no se pareciera en lo absoluto para que no sospechara de quién podía ser.

Camila hablaba, pero la pelinegra estaba perdida en su voz, sólo escuchaba el tranquilizante sonido que conseguiría calmar hasta a la persona más nerviosa. Sus labios se abrían y se cerraban con tanta sensualidad que estaba comenzando a sentir un ardor en su intimidad, utilizaba la lengua para humedecerse sus gruesos labios y la pelinegra soltó un suspiro al sentir todo aquello sólo por ver como los labios de su profesora se movían. Tres golpes en la puerta interrumpieron la charla de la latina, que abrió la puerta encontrándose de golpe con el director.

Era un señor de unos cincuenta años de pelo canoso y bastante agradable, al menos lo fue las pocas veces que Sofía necesitaba su ayuda. La profesora murmuró algo junto a él que no pudo escuchar y se retiró a su asiento. El hombre carraspeó y comenzó a escribir en la pizarra. Cuando todos los alumnos tuvieron la vista perfecta, pudieron leer que ponía: viaje de fin de curso. Todos comenzaron a murmurar bastante animados, era algo que se esperaba con ansias durante los dos primeros trimestres.

-Buenos días, chicos. -comenzó a hablar, sonriendo de manera encantadora. -Vengo a pediros que rellenéis estos papeles diciendo a qué lugar de los que os ofrecemos queréis ir y con qué profesores. No es cómo si os fuéramos a hacer caso en qué profesores deberían ir porque al final ellos son los que deciden si quieren enfrentarse a esa responsabilidad, pero siempre es bueno saber con quién se os haría más ameno el viaje.

-¿Qué sitios nos dais a elegir? -preguntó una de las chicas de última fila.

-Primero que todo debéis elegir entre si queréis ir a un crucero o a un hotel. El año pasado eligieron la primera opción y aunque sea algo más cara se lo pasaron mejor que los del año anterior. -comentó, paseando su mirada por toda la clase. -Si queréis algo más tradicional siempre queda Roma, es un sitio precioso y con muchos lugares que visitar.

-¿En Roma nos dejarán salir de fiesta? -cuestionó otro chico, obteniendo la risa del director.

-Se me olvidaba que a vuestra edad lo que os interesa son las fiestas. -la pelinegra sonrió, agachando la cabeza. -Pues si, hay un pub no muy lejos del hotel en el que haríamos la reserva que es para gente de vuestra edad.

-¿Cómo es el hotel de Roma, tiene piscina y esas cosas? -preguntó otra de las chicas, sonando algunas risas por el fondo.

En aquel momento, las miradas de Camila y Sofía se cruzaron por casualidad, haciendo que ambas sonrieran. Cada vez que aquello pasaba se sentía especial, es decir, le estaba sonriendo a ella, únicamente a ella. Le estaba dedicando segundos de su tiempo en hacer que se sintiera mejor con una de sus sonrisas y no pudo evitar seguir observándola aunque ella ya estaba ocupada con algo entre sus libros. Cuando se dio cuenta de que era su nota casi se le sale el corazón del pecho al observar la preciosa sonrisa que mostraba ante las palabras escritas con tanto cariño.

Camila sentía miles de mariposas al darse cuenta de que alguien se había molestado en perder minutos de su tiempo para ella, para que se encontrara mejor y pudiera sonreír. Sus mejillas sintieron un calor repentino al volverla a releer y darse cuenta de que, sin duda, no podía tratarse de otra que no fuera Sofía. Había intentado que no pareciese su letra, pero conocía muy bien a su alumna como para saber que se trataba de ella. No quería alzar la vista y encontrarse de nuevo con aquel gris de su mirada, no quería sentir aquellas mariposas en el estómago por culpa de su alumna, era imposible.

QuizásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora