Cuando el timbre sonó y retumbó por toda su casa, prácticamente corrió por todo el apartamento colocándose la mochila correctamente. Sabía que se trataba de su profesora porque habían quedado en eso, así que no dudó en abrir la puerta con una enorme sonrisa. Cuando la vio de nuevo, ahí parada con una falda que se moldeaba perfectamente a sus caderas, una camisa con un escote sugerente y su típica sonrisa encantadora sintió que se podía derretir de amor ahí mismo. A su lado tenía una maleta bastante grande de color rosa, y en su mano izquierda portaba su típico maletín negro donde guardaba los documentos de su trabajo.
En su otra mano llevaba dos cafés fríos que estaban en un vaso de plástico con tapa. Sonrió aún más ampliamente y cogió la maleta grande para dejarle paso.
-Buenos días. -comentó bastante alegre la latina, mientras se adentraba a la casa.
-¿Qué tal has dormido? -se atrevió a preguntar, mientras dejaba la maleta en su habitación y cerraba la puerta, encontrándose de golpe con su profesora tendiéndole el café. -Gracias.
-Pues he dormido bien, aunque he tenido que madrugar bastante para preparar las cosas y ducharme, pero bien. -asintió al escucharla, dando un gran sorbo al café. -¿Y tú que tal?
Quería decirle que no había podido pegar ojo porque estaba demasiado preocupada por si no había llegado al hotel, porque esperaba al menos un mensaje de buenas noches o que regresara a su apartamento diciéndole que quería dormir junto a ella. No pudo dormir porque sus pensamientos conseguían formar un nudo en su garganta y querer abrazar durante toda la noche a Camila, pero no podía. No podía porque a parte de ser su profesora, no estaba ni remotamente interesada en una adolescente que no conseguiría llenar sus vacíos. La miró por encima del vaso mostrando el inicio de una tímida sonrisa.
-Bien. -se encogió de hombros, sin ninguna expresión en el rostro.
-Por cierto, he pensado algo. -murmuró, consiguiendo que su alumna alzara ambas cejas a la espera de sus palabras. -Ya que no me vas a dejar pagarte un alquiler por quedarme prácticamente de ocupa en tu apartamento, voy a pagarte el arreglo del coche y no me digas que no porque me da igual, lo voy a hacer de todas formas.
-Pero.. -comenzó a hablar, a lo que la profesora la interrumpió.
-Pero nada, por favor déjame pagarlo, no es problema para mi. -pidió, con su encantadora sonrisa mientras seguía por el apartamento a una inquieta Sofía. -Si no me dejas hacerlo no me quedaré aquí.
En aquel momento, dirigió su mirada al rostro de su profesora y comenzó a detallarlo con cuidado. Bajo aquella capa de maquillaje pudo notar las bolsas y el cansancio acumulado, probablemente no hubiera descansado bien en días y eso le dolió, consiguió que su pecho se contrajera y un escalofrío le recorriera la espalda. Necesitaba cuidarla y sostenerla para que no cayese, así que dio un largo suspiro.
-Está bien. -se rindió, cogiendo el par de llaves sobrante. -Esto es para ti.
Abrió los ojos con sorpresa al ver que se trataba de las llaves de su apartamento, oficialmente podría decirse que vivía allí y un sentimiento de culpa recorrió todo su cuerpo, no sabía si vivir con su alumna era lo correcto, pero ahora mismo se sentía tan sola que necesitaba cualquier apoyo. Estaba agradecida a Sofía, porque sin saberlo alegraba sus mañanas y al menos conseguía que se levantara de la cama. Toda su familia vivía desperdigada por el mundo y ella sólo tenía a su marido, pero ahora ni eso. Las noches eran frías sin estar rodeada por los grandes brazos de él, sin despertarse con sus besos por el cuerpo y el café que delicadamente ponía en la mesita de noche.
Tenía que admitir que las cosas entre ellos habían cambiado en el último mes, ya no habían besos de buenos días sino malas contestaciones y prisas por llegar al trabajo, el café tenía que prepararlo ella misma porque al parecer él iba a desayunar a una cafetería de al lado. No compartían tiempo juntos como antes y la gota que colmó el vaso fue cuando una llamada inesperada cambió totalmente su vida, la amante de su marido la llamó para decirle que lo sentía pero que había estado acostándose con él durante tres meses.
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Quizás
RomanceElla era poesía desde las infinitas pestañas hasta las caderas. Era el punto tangente sobre el que se sostenía el mundo y aguantaba la pesada carga de la vida con una sola de sus sonrisas. Se había vuelto pintora y poeta sólo por tener a la musa exa...