Al salir de los vestuarios, dirigió su mirada a las gradas y al ver cómo su profesora aplaudía con una sonrisa, no pudo hacer nada más que imitar aquel gesto y saludar a ambas con un tímido movimiento de mano. Su entrenadora indicaba las posiciones que adoptarían en el campo, le tocaría en la banda derecha así que estaría más cerca de Camila. No podía controlar su corazón, le bombeaba fuerte y rápido en el pecho y sentía aquellas mariposas en la boca del estómago que no le dejaban concentrarse sólo en el fútbol. Tenía a las dos personas más importantes de su vida sentadas en las gradas animándola a luchar por su sueño, no podía creer cuánto habían cambiado las cosas en una semana con su profesora de historia, pasaron de tener una relación estrictamente profesional a esto que tenían ahora.
Podía decir que estaba enamorada de cada pequeña parte de Camila, cada gesto, sonrisa, mirada, risa, lágrima y caricia. Estaba enamorada de su cuerpo. Enamorada de cada pequeña cosa que caracterizaba su personalidad y sobretodo de su preciosa y brillante mente. Se había dado cuenta que no fue una idea inteligente el ofrecerle casa porque sólo había conseguido enamorarse más, ni siquiera había podido encontrar un defecto, era totalmente perfecta. Quería ser valiente y reconocerle que la adoraba, pero probablemente aquello sólo traería problemas e incomodidades.
La latina observaba atentamente cómo Sofía bebía de una botella de agua, haciendo que le cayeran algunas gotas por la barbilla y perdiéndose por su camiseta. Jamás pensó que aquella imagen pudiera encender hasta lo que creía más apagado, y aquello era el corazón. Su pecho subía y bajaba rápido, su corazón bombeaba con fuerza y su entrepierna parecía arder. La deseaba, deseaba muchísimo a su alumna y necesitaba concentrarse en otra cosa si no quería acorralarla contra las taquillas y besarla. Necesitaba besarla. ¿Qué le estaba pasando, por qué pensaba aquellas cosas con una adolescente de diecinueve años?
Se secó los labios con el borde de su camiseta haciendo que su abdomen saliera a la luz, aquello no ayudó para nada a la excitación que crecía en Camila, así que intentó distraerse de otra forma. Cogió el móvil y revisó algunos mensajes, reprendiéndose mentalmente de todo lo que sentía. Cuando alzó la vista, el partido había comenzado y el balón lo tenía el equipo contrario. Parecían muy organizados en el campo y cada uno tenía su puesto, por suerte -o desgracia- Sofía estaba en el mismo lado que sus gradas y podía mirarla descaradamente.
El partido estaba realmente ajustado, la posesión era prácticamente igual y las ocasiones de gol habían sido escasas. Sofía notaba cómo cada vez le pesaban un poco más las piernas y el sudor hacía presencia en su piel. Le había tocado cubrir a un bestia que no hacía más que pegarle codazos cada vez que conseguía la posesión del balón, así que desistió y se limitó a intentarse sacar del medio al del equipo contrario. Martina casi consigue marcar un gol sino fuera porque el portero estuvo atento, pero aún así habían ganado un córner. Estaba en el primer palo, recibiendo tirones de camiseta y desagradables toques de el miembro de aquel chico en su trasero, era repugnante.
-Las chicas como tú deberíais estar en la cocina. -susurró en su oído, recibiendo aquel apestoso olor. -No valéis para esto.
Apretó la mandíbula lo máximo que pudo reteniendo las ganas de darle una paliza, vio que la compañera que sacaba el córner alzaba la mano con el dedo índice, lo que quería decir por las jugadas ensayadas que el balón iría directo al primer palo. Cogió carrerilla para saltar y darle de cabeza para que acabara en gol, pero cuando intentó hacerlo se quedó en el mismo sitio. Cayó al suelo, siendo liberado su pie al mismo tiempo. La había pisado, aquel tramposo la había pisado y de manera descarada. Miró al árbitro buscando ayuda, pero este parecía no haber prestado atención a lo sucedido así que se levantó del suelo sacudiéndose la ropa.
-La próxima vez que vuelvas a hacer algo así me encargaré de cortarte la polla. -dijo con dureza, frunciendo el ceño y apuntándolo con un dedo. -¿Te enteras?
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Quizás
RomanceElla era poesía desde las infinitas pestañas hasta las caderas. Era el punto tangente sobre el que se sostenía el mundo y aguantaba la pesada carga de la vida con una sola de sus sonrisas. Se había vuelto pintora y poeta sólo por tener a la musa exa...