Capítulo 33

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El lunes de madrugada la profesora de historia se encontraba en la puerta del autobús con una lista y un bolígrafo, anotando a cada persona que entraba para saber si estaban todos los alumnos. Cada alumno que llegaba parecía cansado pero ilusionado por todos los acontecimientos futuros, sabía que muchos de ellos no habían dormido para poder hacerlo más tarde en el avión y a eso se debían sus ojeras. Estaba ansiosa por ver a Sofía, hacía más de dos días que no sabía nada de ella. Lo único que había podido averiguar era que su foto de perfil era diferente, salía junto a su amiga Alba con un atardecer precioso a sus espaldas. Envidió la foto y a la mulata por poder estar de aquella forma con la pelinegra sin ser juzgada, sin tener que poner excusas baratas para verla un par de horas aunque fuera de lejos.

Alzó la vista del folio para encontrarse con la mulata, su corazón latió algo más acelerado al darse cuenta de que quizás si estaba ahí, Sofía podía estar más cerca de lo que creía. Le dedicó una corta sonrisa al ver su dni y asintió, dejándola pasar al autobús sin ningún problema. Cuando divisó a su alumna favorita caminar tranquilamente hacia ella mientras buscaba algo en su mochila le hizo volver a sentir aquellas extrañas mariposas. Parecía no haber podido dormir como el resto de sus compañeros y llevaba el pelo recogido en un moño despreocupado. Llevaba uno de sus característicos pantalones holgados con una especie de top que dejaba a la vista sus abdominales. Era increíble cómo se marcaba cada músculo de su vientre sin tener la necesidad de hacer más fuerza.

Conectó su mirada con la de Sofía, que le dedicó una de sus sonrisas sinceras mientras le enseñaba el dni. Antes de dejarle paso, reparó en que tenía un café frío en su mano izquierda.

"No puedes subir con eso al bus" comentó con una mueca, haciendo que la pelinegra frunciese el ceño.

"¿Por qué?" preguntó, mirando el vaso de plástico con una tapa.

"Órdenes del conductor" se encogió de hombros. "pero si quieres puedo decirle que te lo guarde para después o puedo guardarlo yo"

"¿Harías eso por mi?" una sonrisa iluminó su rostro, consiguiendo que su profesora se derritiera.

"Claro, sé cuánto te gusta el café" le guiñó un ojo mientras recibía el vaso de plástico.

"Muchas gracias" musitó con una tímida sonrisa y las mejillas sonrojadas.

Subió al autobús sin ningún problema y con el corazón bombeando fuerte en su pecho. El simple hecho de que la latina recordara que adoraba el café frío hacía que sus ganas de sonreír aumentaran. Entre la gente divisó a su amiga sentada en el asiento de la ventanilla con los cascos puestos. Parecía estar muy entretenida mirando por la ventana así que simplemente se sentó a su lado y sacó su teléfono. Comenzó a revisar sus mensajes, y cuando respondió a todos fue al chat de Camila. No había cambiado absolutamente nada desde la primera vez que vio su perfil y su estado, pero volvió a mirar su foto mientras una sonrisa se extendía en su rostro.

Vio entrar a los tres profesores que irían junto a los alumnos al viaje a Roma y se perdió de nuevo en la latina. Llevaba el pelo recogido en una coleta alta con algunos mechones cayendo de manera desordenada, se había puesto el bolígrafo en la boca y lo mordía para que no cayera al suelo, pasaba la mirada por todo el autobús para comprobar que todos los asientos estuvieran ocupados. Hablaba con los otros profesores y le dejó una preciosa vista de su perfil. Pablo se fue al otro autobús y ambas mujeres se quedaron en el de Sofía. Antes de sentarse en los primeros asientos le dedicó una mirada a la pelinegra, la cual también la miraba muy atenta consiguiendo que incluso le temblaran las piernas. Tras aquella mirada, simplemente se quedó todo el camino al aeropuerto escuchando música e intentando tranquilizarse.

Sabía que sería un viaje bastante largo.

*

Al pisar las tierras Italianas todos los alumnos parecían sorprendidos y excitados, todos gritaban y hacían fotos a cualquier paisaje. Al aterrizar, tardaron una media hora en coger todo el equipaje de los sesenta alumnos. El hotel estaba relativamente cerca así que cuando se montaron al autobús solo tardaron siete minutos en volver a aparcar. Camila caminó junto a los otros dos profesores a la recepción mientras los adolescentes se ocupaban de no armar demasiado jaleo y despertarse algo más. Elena se ocupó de hablar con el recepcionista y explicarle todo, de manera que le diera las llaves necesarias de todas las habitaciones.

QuizásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora