El sábado por la tarde Sofía y Alba decidieron ir al centro comercial a comprar todo lo necesario para el viaje, ambas necesitaban ropa nueva y algún capricho que otro. Aquel centro parecía una reunión de adolescentes porque sólo había gente de su instituto haciendo exactamente lo mismo que ellas. La pelinegra estaba en un sillón cerca de los probadores, esperando a que su amiga saliera para darle opinión. Su mente divagaba de nuevo en escenas de Camila, siempre pensaba en ella y estaba comenzando a pensar que quizás estaba algo obsesionada con su profesora de historia. No era normal que pensara tantísimo en ella, pero lo que no sabía era que a la latina le ocurría exactamente lo mismo.
La tela del probador se abrió, dejando ver a la mulata con los pantalones vaqueros cortos por los que se había decidido. Por la mueca en su cara Sofía pudo notar que no estaba conforme, que algo fallaba. Cuando sus ojos conectaron le sonrió y asintió, diciéndole en silencio que le encantaba. La mulata últimamente estaba algo apagada, sin demasiadas ganas de hablar y agachando la cabeza cada vez que salían a la calle, aquellas chicas se habían vuelto a cargar su autoestima con un par de palabras pero la cosa no iba a quedar de esa forma, Sofía se encargaría de que todo volviera a la normalidad y de que su amiga se volviera a querer tanto como antes.
-¿Estás segura de que me queda bien? -preguntó, dándose la vuelta para mirarse al espejo. -No sé, me hace el culo caído.
-¿Caído? -asintió dando un suspiro, subiéndose el pantalón y mirando la forma de sus piernas. -Pero.. no tienes el culo caído, Alba. Aún así, si lo tuvieras no pasa nada, todos los cuerpos son bonitos.
-Lo dices porque estás buena. -se quejó, pasándose una mano por el pelo.
-La belleza es subjetiva, no todos los cuerpos pueden gustar a cada persona en el mundo. Habrá gente a la que le gusten las caderas anchas, otras más estrechas o quizás con la espalda más ancha de lo normal, pero al fin y al cabo son cuerpos. -se levantó del asiento, poniéndose tras la mulata y sosteniendo su cabello rizado entre las manos. -Yo tengo poco culo y nada de tetas, tampoco me gusta tener estos abdominales porque las chicas no los suelen tener.
-Tus abdominales son bonitos. -respondió con simpleza, notando cómo recogía en una goma todo su pelo, dejando más expuesto su rostro. -Tú tienes un cuerpo perfecto, pero mira mis piernas, son horrorosas.
-No tengo un cuerpo bonito, tengo un cuerpo normativo que es totalmente diferente. -se apoyó en la pared con los brazos cruzados, observando cómo su amiga continuaba mirándose al espejo. -¿Tus piernas son horrorosas ahora y antes no, Alba? Antes no pensabas estas cosas, no me digas que te has dado cuenta ahora, ¿qué te dijeron en el baño?
-¡Nada! -gritó, dando un leve empujón a su amiga para que saliera del probador y pudiera cambiarse de ropa.
Dando un suspiro de resignación se limitó a sentarse de nuevo en las bancas y pasarse las manos por el rostro. Estaba frustrada por toda la situación, posiblemente mientras la mulata estaba totalmente acomplejada por su cuerpo e incluso por su personalidad aquellas dos crías estarían divirtiéndose. Por una parte estaba tranquila al haber conseguido que Camila expulsara al grupo que formaba el caos en el instituto y no permitiese que viajaran a Italia por su mal comportamiento. Estaba orgullosa de ella, sabía que no era fácil dar una opinión totalmente opuesta a la de los demás, sabía que quizás no le fue sencillo convencer a todos los profesores, pero también sabía que era una luchadora y podía con todo lo que se colara en su camino.
Echaba de menos estar entre sus brazos aspirando aquel aroma que desprendía siempre, echaba de menos verla sonreír o con el cabello despeinado porque se acababa de levantar. Aquel lunar en el muslo que tan solo lo había visto ella, nunca había ansiado tanto estar con una persona, nunca se había enamorado tantísimo de alguien que no le había dado motivos para hacerlo, pero que sin quererlo hacía que se enamoraran de ella. La latina era arte, era una escultura detallada hasta en el más absurdo detalle, cada estría, cada lunar y cada pequeña cosa de su cuerpo parecía estar creada por los dioses. Sabía que cerca de su cuerpo podía cometer algún pecado, pero realmente quería hacerlo, quería besar cada rincón de este.
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Quizás
RomanceElla era poesía desde las infinitas pestañas hasta las caderas. Era el punto tangente sobre el que se sostenía el mundo y aguantaba la pesada carga de la vida con una sola de sus sonrisas. Se había vuelto pintora y poeta sólo por tener a la musa exa...