Aquella mañana parecía más bonita después de haber tenido una cita con Camila en la que ambas se sintieron tan cómodas y felices. Aunque tuviera que madrugar para ir a trabajar estaba radiante y llena de luz, no importándole lo más mínimo encontrarse con gente desagradable. Nadie podía arruinar su día aunque lo intentaran porque había algo mucho más fuerte por lo que no podía dejar de sonreír ni un segundo. Suponía que era el efecto del amor que volvía todo de un tono más rosa y menos oscuro.
Asi que durante el día estuvo ocupada atendiendo clientes y ayudando a la señora Pérez a hacer pasteles, el día fue tremendamente duro, cada vez venía más clientela y poco quedaba de la pastelería familiar que tenía pensado hace años, gracias al boca a boca y a las buenas lenguas acudían más personas. Y en parte lo entendía, porque los pasteles eran los mejores de todo Madrid y porque el trato era humano, personalizando en cada uno y haciéndolos sentir bien, que a veces los otros establecimientos parecían olvidarse de lo importante que es eso último. Y aún teniendo un día tan ajetreado, no pudo dejar de pensar en Camila ni un solo segundo. No sabía si solo a ella le pasaba eso de estar todo el día recreando imágenes en su cabeza una y otra vez sobre lo que había ocurrido, pero incluso se le llegaban a poner los vellos de punta al recordar algún beso o frase subida de tono.
La señora Pérez dirigió la vista hacia Sofía, que sonreía a la nada mientras hacía un pastel de queso, así que frunció el ceño sin entender qué era lo que ocurría. No es que la pelinegra fuera una chica seria y nunca tuviera buena cara, pero jamás la había visto hacerlo de esa manera. Aprovechó que era una hora del día en la que no acudía mucha gente a la pastelería para comenzar una conversación.
"te veo especialmente contenta hoy..."
"¿qué?" preguntó desubicada, pues estaba perdida en sus pensamientos.
"que esa sonrisa tiene nombre y apellidos, hija" se tocó la frente y dejó lo que hacía para mirarla a los ojos. "¿o me equivoco?"
"¿por qué lo dice?"
"pues porque llevas toda la mañana sonriendo como una boba a cualquier punto y sin ningún sentido. Además, cuando ha venido ese señor tan maleducado al que no soportas ni siquiera te has enfadado como de costumbre"
"bueno, simplemente estoy contenta por haberme graduado y porque hoy he quedado con Alba al salir"
"no creo que sea por eso..."
"¡es en serio, tiene que creerme!"
"¿quién es el afortunado?"
Un nudo en la garganta no le dejó contestar de inmediato, sabiendo que no sería capaz de serle honesta a la señora Pérez por el miedo al rechazo. Ahora que todo iba sobre ruedas no quería que ocurriera nada malo. Estaba claro que no tenía ni idea que de la persona que hablaban se trataba de una mujer, así que no le facilitaba las cosas para dar una declaración sin tener que ser muy concreta en sus palabras.
Pero pensó en que algún día, más pronto que tarde debía sincerarse y así poder mantener una vida normal si quería una relación formal con la latina. Sacó fuerzas de donde no las tenía para lo que estaba a punto de hacer.
"señora Pérez"
"dime, hija"
"¿usted sabe que la quiero mucho, verdad?" asintió, agarrándole las manos. "siéntese si lo prefiere"
"no, no, estoy bien así" tragó en seco, notando como le temblaban hasta los labios. "¿qué ocurre? no me asustes"
"no es nada malo, al menos no para mi, para usted no lo sé porque jamás hemos hablado sobre el tema. Pero no quiero que me deje de querer o acabar decepcionándola por lo que le voy a decir, me da pánico que no lo vea como yo y que me odie..."
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Quizás
RomanceElla era poesía desde las infinitas pestañas hasta las caderas. Era el punto tangente sobre el que se sostenía el mundo y aguantaba la pesada carga de la vida con una sola de sus sonrisas. Se había vuelto pintora y poeta sólo por tener a la musa exa...