Capítulo 28

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Todos los alumnos de segundo de bachillerato fueron citados en un aula especial para darles una noticia. Camila los recibía uno a uno con la misma frase. Sentaos y callaos, por favor. Algunos la obedecían, otros sin embargo reían y continuaban hablando aunque en un tono algo más moderado. El director no tardaría en llegar, así que no quedarían tampoco demasiados alumnos. Su corazón se detuvo al ver a Sofía junto con Alba, no venían de manera cariñosa, simplemente caminaban una al lado de la otra con una sonrisa. Agachó unos segundos la mirada para coger fuerza y poder tratar a la pelinegra como a una alumna más.

Sofía, que tenía la mirada fija en la latina la maldijo internamente por llevar una de sus faldas ceñidas que tan loca conseguían volverla. Los últimos días estaban siendo bastante pesados por no poder mirarla directamente si no quería derretirse de ternura y amor, tenía claro que Camila era una diosa en la tierra y que había conseguido llevarse hasta el último pedazo de su corazón aunque no lo supiera. Cuando sus miradas se cruzaron sintió un gran nudo en la boca del estómago al darse cuenta de las bolsas que tenía bajo sus preciosos ojos azules, le dolía verla de aquella forma, pero sabía que ella no tenía la solución, que ella no podía ser la causa de su mejora. La latina sonrió, pero pudo notar que era de manera forzada y que estaba incómoda por su presencia. Aunque era normal y la entendía, últimamente habían tenido un par de discusiones y sabía que estaría molesta por haber sido tan maleducada con ella.

-Sentaos y callaos, por favor. -comentó en un susurro desgarrado.

Mientras pasaban para coger algún sitio libre, se giró para poder verla de nuevo y se llevó la grata sorpresa de que la estaba mirando. Le dedicaba una mirada que no sabía cómo identificar, así que decidió apartarla y continuar con su camino hasta el fondo de la sala. Desde aquel encuentro tan raro que tuvieron en el baño no volvieron a dirigirse alguna palabra más íntima de lo normal, simplemente tenían una relación profesora-alumna que no podían creerse ninguna de las dos, sentían una conexión mayor que esa pero por miedo a ser rechazadas continuaron con el juego de que jamás habían tenido una conversación o se habían visto después de clase. En cierto modo era excitante.

Se sentaron al fondo de la sala, donde nadie solía ocupar el sitio y más si estaban ellas. En las semanas que llevaba junto a Alba se había dado cuenta de que la gente de aquel instituto las huía en cuanto se aproximaban. Era gracioso porque antes parecían no existir ninguna de las dos y ahora eran el centro de todo, aunque nadie les hablaba y les miraban de manera acusadora, ninguno se había atrevido a decirles nada. En el fondo todos eran unos cobardes que tenían miedo a los populares del instituto que iban en contra de ambas chicas, nadie había tenido el valor de enfrentarse a ellos.

-Como te ha mirado la profe. -susurró la mulata, acercando sus labios al oído de la pelinegra, que sonrió negando varias veces. Toda aquella escena la observaba atentamente la latina. -Te ha comido con la mirada, por favor.

-Estás loca, me ha mirado como a todos. -se encogió de hombros, comenzando a jugar con la cremallera de su sudadera. -¿No la ves triste?

-Sí, deberías ir a darle un beso para que su estado de ánimo mejore. -soltó una risita, dando un golpe en el brazo de su amiga. -E iros por la puerta grande mientras tú la llevas en brazos y os vais a las Maldivas.

-¿Cuántas películas has visto? -arrugó la nariz al realizar la pregunta, rodando los ojos. -A lo mejor está triste por algo..

-¿Por qué no vas y se lo preguntas? -posicionó una de sus piernas en el regazo de Sofía, consiguiendo que esta posara allí sus manos. La profesora de historia hizo que sus dientes sonaran de tanto tensar la mandíbula. -Parece mentira que hayáis vivido juntas una semana con la poca comunicación que tenéis.

QuizásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora