C u a t r o

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Alonso.

Reuniones, reuniones y más reuniones.

Es lo que trae consigo ser el nuevo rey. Nunca imaginé que sería tan complicado, yo quisiera pasar tiempo con mis hijos. Esto era justamente lo que temía que sucediera, que con todo el trabajo que tengo no pueda pasar tiempo con mis niños. Por esa razón siempre aprovecho el tiempo libre para jugar o simplemente platicar con ellos.

Recibí un mensaje de Bella diciéndome que estaría en casa de su tío para que cuando saliera de esta reunión fuera por ellos.

Desde la fiesta en la que su tío le entregó aquella carta mi esposa ha estado un tanto pensativa y distraída. La curiosidad me mataba, quería saber qué era lo que ese sobre contenía, quiero saber por qué Isabella está de esa manera.

—Su majestad, la reunión ha terminado. —dijo Bryan tocando mi hombro, sacudí la cabeza alejando todo pensamiento acerca del sobre que Bella tiene y me levanté de la silla. —¿Qué te ocurre? —murmuró mirándome con el entrecejo fruncido.

—Estoy... Un poco preocupado por Bella. —respondí, Bryan continuaba mirándome de la misma manera.

—¿Por qué? ¿Ha ocurrido algo? —interrogó un tanto curioso cuando ambos salimos de la sala de reuniones.

—En la fiesta de los mellizos su tío le dio un sobre. Desde eso ha estado un poco distraída y pensativa. —le conté mientras caminabamos hacia el exterior del castillo.

—¿Y no le has preguntado por qué? —negué con la cabeza como respuesta y solté un suspiro.

Ambos caminamos en silencio hasta mi auto y Bryan encendió el motor.

—¿A dónde vamos? —cuestionó cuando ya me encontraba en el interior.

—A casa del tío de Bella.

(...)

Toqué el timbre y segundos después abrieron la puerta, bajé la mirada y me encontré con mi pequeña hija mirándome sonriente.

—¡Claire! ¡Mi niña, te dije que no abras la puerta cuando no estés vigilada! —le dijo Jos llegando hasta donde estábamos, lo miré con una ceja alzada y él me sonrió. —Amigo, pasa. Tu esposa y tus hijos te estaban esperando.

—¿En dónde está tu mamá? —pregunté a mi hija cuando ya me encontraba dentro de la casa.

—En la cocina con mi tío. —respondió inmediatamente, di un beso en su mejilla y me dirigí a la cocina para encontrarme con Bella.

—Lo tienes. Pero no sabes al peligro que te expones, Isabella. —alcancé a escuchar cuando entré a la cocina.

—¿Qué? —exclamé confundido, inmediatamente Bella y su tío voltearon a mirarme sorprendidos.

Los ojos de mi esposa lucían rojos y un poco hinchados, me acerqué a ella y la abracé. Me partía el corazón verla triste, tan decaída. Ella escondió su rostro en mi cuello mientras correspondía mi abrazo y la aferré más a mí.

—¿Qué es lo que ocurre? —insistí y ella se separó un poco de mí para mirarme a los ojos, llevé mi pulgar a su mejilla y limpié todo rastro de lágrimas.

—Tengo mucho que contarte. —entrecerré mis ojos confundido mientras ella me daba una mirada triste, entrelazó su mano con la mía y caminamos hacia la sala. —Nos vemos luego, tío. —se despidió mientras daba un beso en su mejilla.

—Vámonos niños. —dije y los mellizos se levantaron del sofá para despedirse de su tío.

Sentía a Bella distraída, pero en el castillo le preguntaría qué es lo que la trae de esa manera.

(...)

Mis hijos estaban en la sala que habíamos adaptado para ver películas. Es como un cine en casa y a ellos les encanta.

—¿Vas a cenar? —preguntó Bella sentándose junto a mí en el sofá.

—Claro, pero necesito que me digas algo. —ella frunció el entrecejo y se volteó para mirarme de frente. —Quiero que me cuentes qué es lo que te sucede. Desde ayer en la fiesta de los niños estás muy distraída y pensativa. —escuché como soltó un suspiro y recargó su cabeza en una mano.

—¿Recuerdas la carta? —asentí. —Mi tío... Me contó ciertas cosas que aún no puedo creer que sean ciertas. —la miré fijamente esperando a que me contara más, probablemente para ella no sea tan fácil contar sea lo que sea que le dijo su tío, puedo verlo en su rostro.

—¿Qué cosas? —insistí, Bella hizo una mueca y volvió a suspirar.

—Mi padre está vivo, soy parte de la realeza y, al parecer, mi abuela es un demonio. —soltó bruscamente dejándome pasmado.

¿Su padre estaba vivo? ¿No era que sus padres habían muerto? ¿Y a qué se refiere con que su abuela es un demonio? ¿Lo está diciendo literal o como una metáfora?

—¿Qué? —dije aún sin asimilar lo que me había contado, ella asintió lentamente mirando a un punto fijo.

—Me siento... Extraña. Todos estos años pensé que mis padres estaban muertos, aún no puedo creer que... Por lo menos mi padre sigue con vida. —una lágrima resbaló por su mejilla e inmediatamente la limpié, tomé sus manos entre las mías dándole apoyo y dejé un beso sobre ellas.

—Es una buena noticia, cariño. —ella asintió aún sin mirarme.

—Quiero conocer a mi padre, Alonso. Necesito saber quién es mi padre. —pasé mi brazo sobre sus hombros y la abracé.

—Lo harás. Yo te ayudaré a encontrarlo, lo juro. —ella sonrió y di un corto beso en sus labios. —Pero... Hay algo que no entiendo. —dije y ella me prestó atención.

—¿Qué cosa?

—¿Cómo es que eres parte de la realeza? Digo... En este momento lo eres pero... ¿Ya lo eras? —cuestioné, Bella hizo una mueca y después de varios segundos asintió.

—Mi familia es de Inglaterra. —contó y me quedé pasmado.

¿Acaso dijo Inglaterra? ¿Ella pertenece a la familia real de Inglaterra? Espero que esto sólo sea una broma pesada de ella, como aquella vez cuando me dijo que estaba embarazada y que esta vez serían trillizos.

Casi me desmayo en ese momento de no ser porque mi amada esposa comenzó a reírse y a burlarse de mi expresión.

—¿Inglaterra? —interrogué con la esperanza de haber escuchado mal.

—Sí. —afirmó entrecerrando los ojos. —¿Hay algún problema con eso?

Ay querida... No sabes cuanto.

—Amigos, su correspondencia. —interrumpió Bryan llegando a la sala. —Hay una carta lo cual me parece raro, en este tiempo ya nadie manda cartas. —dijo dejando los sobres en la mesa del centro. —Si me disculpan, debo ir a buscar unas cosas. Si me necesitan no duden en llamarme. —ambos asentimos y respondimos un gracias al unísono.

Estiré mi brazo para alcanzar la correspondencia.

La mayoría eran cartas para citarme en algunos lugares para arreglar algunos problemas que hay en el país, excepto una carta que venía desde Inglaterra.

Fruncí el entrecejo y sentí que mi corazón se saldría de mi pecho al leer el nombre de la persona que mandó la carta:

James Blair Thompson.

My King #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora