D i e c i s i e t e

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Isabella.

Eran las 5:30 de la mañana cuando tocaron a la puerta de la habitación. Alonso se puso de pie y abrió la puerta dejándonos ver a un Jos adormilado parado detrás de ella.

—¿Saben qué tan difícil es encontrar pupilentes a esta hora? —se quejó entrando a la habitación y se aventó a la cama cuando le entregó la bolsa a Alonso.

Mi esposo lo había mandando por unos pupilentes color café para mí, según él era por seguridad. Para que ninguno de los Blair encontrara similitudes en mis ojos. Lo cual me parece totalmente absurdo, dudo que mis ojos sean exactamente iguales a los de ellos.

—Aún creo que es una idea estúpida. —dijo Jos con la cara aplastada por la almohada y los ojos cerrados. —Digo... ¿Solo los ojos? ¿En serio? Propongo regresar a Brasil y así evitar cualquier problema.

Alonso me miró apoyando la idea de Jos, rodé los ojos y negué con la cabeza sonriendo.

—Estaré aquí aunque no lo quieras. —le dije y me puse de pie para caminar al baño y colocarme los pupilentes.

—Claro que quiero que estés aquí pero no ahora, te amo Bella. Y por eso no quiero exponerte a esa familia. —solté un suspiro y di media vuelta para quedar frente a Alonso, elevé la mirada para ver ese par de ojos azules que había extrañado y sonreí.

—También te amo, Alonso. Y por eso estoy aquí, para apoyarte. —ambos sonreímos y lo abracé por la cintura, cerré los ojos dejándome envolver por él y disfrutar cada segundo de su cercanía.

De verdad me había hecho falta.

—Me dan naúseas. —habló Jos poniéndose una almohada sobre la cabeza.

—Deberías estar acostumbrado. —dijo Alonso sin soltarme haciéndome sentir el vibrar de su pecho cuando habló.

Jos se levantó de la cama y Alonso y yo nos separamos siguiendo al chico adormilado con la vista.

—Si necesitan algo más... No cuenten conmigo. —dijo deteniéndose en el marco de la puerta de la habitación y seguido de eso de fue cerrando la puerta detrás de él.

Me adentré al baño, lavé mis manos y me coloqué los pupilentes previamente preparados para usarlos. Me miré en el espejo y me sentí distinta, aunque es obvio ya que ahora mis ojos son cafés.

—¿Qué tal se me ven? —le pregunté a Alonso cuando volví a la habitación.

—Sigues igual de hermosa. —intenté no sonrojarme, siempre lo hacía cuando Alonso me decía algo bonito.

—Bien, ahora debemos evitar que los niños salgan de la habitación. O por lo menos que Braulio no salga, sus ojos son iguales a los míos. —Alonso hizo una mueca y soltó un suspiro.

—No estoy muy seguro si con los ojos se darían cuenta que eres de su familia pero... Hay que tomar medidas de prevención. —asentí dándole la razón. —Ah, por cierto. Ethan está aquí. —abrí los ojos sorprendida.

¿Ethan? ¿Su tío Ethan? ¿El mismo que me atropelló y me hizo perder a mi primer bebé?

—¿Por qué? ¿Qué hace aquí? ¿Lo dejaron libre? —bombardeé con preguntas dejándome caer en la orilla de la cama y llevando ambas manos a mi vientre inconcientemente.

—Sí, hice un trato con él para que me ayude con la situación de los Blair. —miré hacia el suelo intentando sentirme traquila, pero desde el día en el que me enteré que fue él quien me atropelló no me agrada.

—No es un peligro, cariño. Necesito de su ayuda, aunque... Supongo que ya no será necesaria. —dijo y sacudió su cabeza mientras cerraba los ojos.

My King #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora