V e i n t i t r e s

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Alonso.

Había logrado convencer a Bella de que en la cena debe estar presente. Los Blair finalmente se irán y toda la pesadilla terminará.

Estos dos días ella no ha querido salir de la habitación, la he sentido muy distanciada de mí y eso me preocupa. Jamás habíamos estado en una situación así como pareja, sí, sé que es difícil perder a un bebé. Pero era nuestro bebé, talvez Bella crea que no me siento como ella o algo por el estilo por el simple hecho de que ella tenía al bebé dentro. Pero también me duele.

Subí al segundo piso para ir a la habitación, ella continuaba ahí. No había salido en todo el día así que yo era el que iba a verla.

Toqué la puerta un par de veces y la abrí dejándome verla de pie buscando en sus cajones.

—¿Qué haces, cariño? —le cuestioné cuando ví que sacó un par de pequeños zapatos de bebé que alguna vez pertenecieron a Braulio.

—Solo estaba buscando esto. —respondió sin mirarme mientras los echaba en una bolsa de plástico negra.

¿Los va a botar?

—Pero... ¿Por qué los pones ahí? Aún están en buenas condiciones. —comenté mientras entraba más a la habitación y cerraba la puerta detrás de mí.

—Pero ya no se usarán nunca, así que hay que deshacernos de todas estas cosas. —dijo mientras continuaba buscando cosas que fueron de los mellizos cuando aún tenían meses de nacidos.

—Bella, cariño. Sé que te sientes mal pero no es para tanto.

—¿¡Qué no es para tanto!? ¡Alonso tú nunca podrías entenderme! ¡No sabes lo difícil que es esto para mí! —me levantó la voz haciéndome sobresaltar. —¡Esto lo estoy haciendo por nosotros! Así que no me digas que hacer, necesito terminar esto para sentirme un poco mejor. —se dio media vuelta y continuó arrojando cosas a la bolsa negra.

No pronuncié otra palabra y salí de la habitación sintiéndome más raro que nunca. Sabía que en un matrimonio había momentos difíciles, pero creí que jamás los tendríamos. Isabella y yo siempre intentábamos llegar a acuerdos mutuos que nos beneficiaran a ambos, que nos hicieran sentir bien. Todos los días era pura paz y amor entre nosotros, jamás nos habíamos levantado la voz de la manera en la que ella lo hizo hace unos momentos.

Llevamos un poco más de 5 años de casados, y jamás habíamos vivido una situación similar a esta.

Solo espero que termine pronto.

(...)

Jos me estaba ayudando a terminar de organizar la cena, sólo se debía adornar todo y verificar que la comida se esté preparando.

Será una noche larga pero a la vez alegre, al fin esa familia se iría y todo volvería a ser como antes, o eso espero.

—¿Ahora sí me dejarás hablar sobre lo que te quería decir la otra vez? —me cuestionó Jos cuando dejó el radio a un lado.

—No, amigo. Hoy no. Tenemos que verificar que todo esté en orden, cuando esa familia esté lejos de aquí entonces ya podremos hablar de lo que tú quieras y podrás traer a mis hijos de vuelta... Por cierto, ¿en dónde están?

—Con Cassandra, pero escúchame amigo de verdad es muy importante lo que...

—Jos, ya te dije que no. Entiéndeme, por favor. —supliqué. —Ve a ver si las mesas ya están listas, en media hora comenzará esto. —le dije y subí nuevamente a ver a Bella.

Ya debería estar lista, los invitados no deben tardar en llegar.

Toqué la puerta y entré, ella ya se encontraba lista. Se miraba al espejo mientras acomodaba su cabello, en ningún momento me dirigió la mirada. Desde la pequeña discusión de la mañana ella no me habla ni me mira. Y me siento mal por eso.

—Te ves hermosa. —sonreí mientras me acercaba a ella, pero solo permaneció seria.

Normalmente se sonroja y nos besamos, pero hoy todo era distinto.

—Bella, ¿qué tienes cariño? —me atreví a preguntarle, dio media vuelta, me miró fijamente y pude darme cuenta que no llevaba sus pupilentes cafés. —¿Te dejarás los ojos así?

—¿Por qué no me dejas sola? ¡Necesito estar sola, me tienes harta! —gritó, dí unos pasos hacia atrás sintiendo un nudo en la garganta. —¡Ya basta, Alonso! ¡Estoy harta de ti! ¡De que siempre me cuides tanto! ¡Yo puedo cuidarme sola no necesito de nadie! Desde que nos casamos no has hecho nada más que sobreprotegerme y ya estoy harta.

—Te cuido porque...

—Porque me amas y no soportarías perderme. —me interrumpió para completar mi frase. —¿Pero sabes qué? Perdimos al bebé, y con él también me perdiste a mí. —las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, las limpió como pudo y salió de la habitación haciéndome a un lado.

Me quedé paralizado, no creí que ella se sintiera así. Creí que me amaba y que le agradaba la vida que le estaba dando, ¿qué es lo que estoy haciendo mal?

Mientras tanto yo continúo haciéndome creer que sus emociones están desordenadas por los recientes sucesos, aún tengo la esperanza de que todo esto pase y ella y yo volvamos a ser igual de felices que éramos antes.

(...)

Ella continuaba distanciada. No me miraba ni me hablaba, tampoco sonreía. Hace tanto que no veo su hermosa sonrisa que hasta me siento vacío.

Los invitados comenzaban a llegar, Jos estaba en la puerta vigilando junto a Bryan.

Los Blair se estaban arreglando, excepto Christian quien se dirigía hacia mí.

—¿Qué le sucede a mi hija? Mejor dicho... ¿Qué les sucede a ustedes? Los escuché discutir hace rato, ¿está todo bien?

Lo que me faltaba.

—Sí, supongo que es una de las etapas difíciles del matrimonio. —le respondí haciendo una mueca, él me dio unas palmadas en el hombro y se volvió a ir.

Una de las etapas difíciles que espero mejore pronto.

(...)

La cena estaba transcurriendo con normalidad, hace unos minutos di un discurso de despedida para los Blair y en este momento me encontraba sentado junto a Bella quien solo revolvía la comida. No había probado ni un solo bocado desde que le trajeron el plato.

—Linda, tienes que comer un poco. —me atreví a decirle, ella puso los ojos en blanco y me miró.

—No tengo hambre, ¿hasta eso me harás hacer, eh? ¿Quieres que siempre haga lo que tú quieras, cariño? —pronunció con tanta dureza que me dolió.

—No, linda. No sé qué te está pasando, pero esto me está lastimando mucho. —le dije con sinceridad provocando que se formara una sonrisa en su rostro.

—Oh, estoy hiriendo al rey. No creí que tuviera tanto poder sobre tí. —fruncí el entrecejo, esta no es mi Bella. —¿Sabes qué te podría doler más? —ella se puso de pie, tomó una copa y golpeó en ella llamando la atención de los invitados.

—¿Qué vas a hacer, Isabella? —murmuré para que solo ella me escuchara ya que todo se había quedado en un profundo silencio.

—Muchas gracias a todos por venir esta noche. Además de despedir a la querida familia Blair también quería darles un anuncio importante que tal vez los deje pasmados. —una sonrisa se dibujó en su rostro. —Es el momento de que todos sepan la verdad, incluyendo a los Blair. Todos deben saber que yo... Soy una de ellos. Tengo sangre británica, soy una Blair. Y estoy dispuesta a irme con ellos, a donde pertenezco de verdad.

My King #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora