» E P Í L O G O «

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Isabella.

Ajusté mi abrigo más a mi cuerpo, el viento era frío y sentía mi nariz congelada. Miré el cielo nublado y sentí cierta nostalgia al recordar este tipo de días que pasaba con mi tío, acurrucada en el sofá mirando películas acompañados de una taza de café caliente junto a unas cuantas galletas.

Era extraño darse cuenta cómo puede cambiar la vida de un tiempo a otro, hace años nunca me imaginé casada y siendo reina, con dos hijos y una en camino, quien por supuesto será la última lo juro.

Sentí una pequeña mano tomar mi mano derecha, bajé la mirada y me encontré con los bellos ojos verdes de Braulio y los maravillosos ojos azules de Claire. Mis hijos me miraban con ternura y ambos se abrazaron a mis piernas. Estar frente a la tumba de mi tío me hacía mal, deseaba haberlo visto una última vez con vida, recordar aquellos bellos momentos que viví a su lado. Agradecerle todo lo que me dio: educación, valores y felicidad. Decirle lo mucho que lo amaba y lo amaré el resto de mi vida.

Lamentablemente, no puedo hacerlo. No puedo decirle todo eso en persona, pero estoy segura que él siempre lo supo.

Ajusté mi abrigo negro y alisé mi vestido del mismo color para tomar la mano de mis hijos y caminar por los caminos del cementerio rumbo hacia la salida.

Había sido un día duro para todos, Cassandra estaba junto a Alan y su hija esperándonos en su auto. Teniendo esta barriga grande me costaba caminar, y eso que aún me faltan tres meses para dar a luz. No quiero imaginar qué tan grande estará esta niña.

—Mami, ¿los pingüinos estuvieron bien cuando los cuidabas? —preguntó Claire cuando ya estuvimos dentro del auto.

—Sí, estuvieron bien mi niña. —ella me sonrió y volví la vista al frente.

Alan me llevaría al hospital a mi chequeo, después del desmayo de hace un par de días tenía que asegurarme de que mi bebé estaba bien. Probablemente debí asistir al médico de inmediato, pero no podía. No con todo lo que había sucedido.

Tenía planeado dejar a los mellizos en el castillo a cargo de Cassandra, mientras Bryan y Jos me acompañaban al hospital a mi chequeo.

Aún me sentía triste, después de varios meses de la muerte de mi tío apenas tuve la oportunidad de visitar su tumba hoy. No fue un buen día, pero tenía que hacerlo.

Respiré profundo, inhalando el familiar aroma del castillo en el que he vivido estos años. Mis hijos corrieron al interior para sentarse en el sofá en donde se encontraba Freddy junto a su pequeño Kenai y Victoria. Hace mucho que no veía a esa rubia.

—¡Isa! —me saludó Victoria con una sonrisa de oreja a oreja, caminó hasta mi para envolverme en un abrazo que me dejó un poco desconcertada, era verdad que habíamos tenido una buena charla aquel día en Brasil pero no me había acostumbrado a su lado amable al cien por ciento.

—Hola. —le sonreí, detrás de ella Freddy me veía sonriendo.

Hizo sus alocados rizos a un lado de su rostro para acercarse abrazarme, se sentía extrañamente familiar aún el estar entre sus brazos. Hacía demasiados años que no tenía un abrazo de este chico, acarició mi mejilla izquierda cuando rompió el abrazo y dejó salir un suspiro.

—Me alegra mucho que estés aquí, de verdad. No pude hablar contigo en el camino de regreso hacia acá porque estabas con Alonso, y... Lamento mucho lo que pasó, si quieres yo... —levanté un dedo indicándole que callara, no quería recordar lo que había sucedido, no ahora.

Tenía muy en claro que lo que yo debía hacer era olvidar todo lo sucedido y enfocarme en mi bebé. Tenía que comenzar a ser feliz nuevamente.

—Te agradecería mucho que cuidaras a mis hijos unas horas mientras yo voy al hospital. —Freddy sonrió con ternura mientras asentía.

My King #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora