D i e z

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Alonso.

—Escúchame bien, tío. Al primer movimiento o comportamiento extraño que tengas no dudes que te regresaré de nuevo a esa celda, ¿bien? —Ethan asintió mientras rodaba los ojos y lo dejé subir a la limusina que nos llevaría al castillo.

—Me alegra volver a ver a esa familia de asesinos. —lo miré seriamente y volvió a rodar los ojos. —Lamento si insulté a la familia de su esposa, majestad. —pronunció con un sarcasmo notorio.

Simplemente lo dejé pasar y subí junto a él esperando a que el chófer emprendiera el camino hacia el castillo. Debía empezar a preparar todo para la llegada de los Blair, y también debía poner al tanto al personal sobre mi tío. Obviamente no lo dejaría solo en ningún momento.

—¿Cuándo llegan? —cuestionó Ethan dejándose caer en el sofá. —Ah, ya extrañaba esto, ¿sabes? En la cárcel todo es duro. Pero obvio tú nunca lo experimentarás por tu cuenta, digo... ¡Eres el rey! ¡La máxima autoridad! —soltó una carcajada. —Tienes mucha suerte, sobrino. —rodé los ojos y caminé hasta mi despacho siendo seguido por mi tío.

—¿Podrías dejarme solo unos momentos, tío? —pedí tratando de sonar amable, él se encogió de brazos y salió del lugar así que aproveché para cerrar la puerta y caminé hasta mi silla.

Solté un suspiro y miré hacia el techo.

—Ay... ¿¡Por qué, por qué, por qué debe sucederme esto!? —me quejé en voz alta y di un golpe en el escritorio.

Aún no me encontraba mentalmente preparado para recibir a los Blair.

Supongo que debo mandar a quitar los cuadros de Isabella y nuestros hijos por si las dudas. No quiero que la miren ni siquiera en fotos. No puedo correr el riesgo de que la reconozcan.

—Majestad, tiene una llamada de su esposa. —me avisó Georgina entrando al despacho no sin antes tocar.

—Muchas gracias. —le sonreí y me levanté para tomar el teléfono que ella me llevaba para responder la llamada de Isabella.

¿Cariño? —inmediatamente sonreí al escuchar la voz de mi esposa.

—Hola, cariño. ¿Cómo están? —pregunté sin dejar de sonreír, debo admitir que me alegraba poder escucharla, ya extrañaba su voz y eso que apenas se fue ayer.

Estamos bien, nuestros hijos aman la playa. Te extraño mucho, Alon. —solté un suspiro y volví a sentarme.

—Y yo a ustedes, cariño. Se siente un vacío enorme en el castillo sin ustedes. —de fondo pude escuchar la voz de mi pequeña Claire suplicándole a su mamá dejarla hablar conmigo.

Después de una pequeña conversación con mi hija se nos unió Braulio quien me contó que estaba cuidando muy bien a su madre y hermana. También añadió que su tío Jos le daba dinero para que volviera a la habitación a cuidar a sus mujeres mientras él se encargaba de otros asuntos.

Después de unos segundos llegué a la conclusión de que Jos corría literalmente a mi hijo para seducir a alguna mujer.

Éste chico nunca pierde el tiempo.

—Los extraño demasiado. —le dije a Bella cuando nuestros hijos se fueron a jugar.

¿Quieres que regresemos? Porque podemos hacerlo, no hay problema.

—No, no, no. Los extraño, pero mereces estas vacaciones cariño. —desde aquí pude imaginar a Isabella haciendo una mueca como acostumbra cuando algo no le parece bien. —Los veo en una semana, verás que pasarán los días muy rápido. —la escuché soltar un suspiro.

Eso espero, Alon. —de repente se escuchó algo que se rompió de fondo. —Ay... Debo irme, cariño. Claire acaba de romper un jarrón. Te amo mucho.

—Yo te amo más, cariño. —respondí haciendo el sonido de un beso como acostumbraba hacerle y terminó la llamada.

Moría por decirle que regresara de inmediato, pero eso no podía suceder. Charlotte llegará mañana e insisto en que no puedo exponerla así a tal peligro.

—Que empalagosos. Me dieron diabetes. —escuché la voz de mi tío y dirigí la mirada a la puerta en donde él se encontraba de pie. —Vine a avisarte que dormiré en la habitación donde solía quedarme. La espalda me duele muchísimo y por primera vez después de varios años descansaré en una buena cama. —dijo dando media vuelta.

—Espera. —lo detuve y volvió a entrar al despacho.

Tomé el teléfono y llamé a dos guardias para que lo vigilaran.

—Cuando estén aquí podrás irte, mientras tanto toma asiento. —le pedí y él rodó los ojos.

—Realmente no confías en mí, ¿verdad sobrino? —cuestionó sin dejar de mirarme.

—Prefiero no decir nada al respecto.

—¿Crees que puedo apuñalarte por la espalda? Alonso, tú mismo causaste esto que te trae tan angustiado al casarte con aquella niña hija de asesinos. —apreté los puños intentando controlarme, en ese preciso momento un par de guardias entraron al despacho.

—No lo dejen solo ningún momento. No le quiten los ojos de encima. —Ethan sonrió sin diversión y caminó hasta pararse frente a mí.

—Majestad, nunca haría algo para lastimarlo.

—Prefiero no correr el riesgo. —dije seriamente, él asintió y salió de la habitación siendo escoltado.

Anhelo que esto termine lo más rápido posible.

(...)

Caminaba de un lado a otro asegurandome de que todo estuviera en su lugar y en perfectas condiciones para la llegada de los Blair. Aún no sabía exactamente quiénes vendrían, pero de lo que sí estaba seguro es de que debía permanecer con la guardia en alto.

Hace aproximadamente tres horas le había mandado a Jos un mensaje suplicándole que no dejara a Isabella mirar la televisión ya que la noticia de que la familia británica se reuniría conmigo se había vuelto el centro de todo y seguramente todo el mundo ya lo sabía. Sin embargo, la respuesta de mi amigo aún no llegaba y temo que mi esposa ya esté enterada de todo y en este preciso instante se encuentre de regreso hacia el castillo.

—Majestad, se encuentran escoltando en este momento a los Blair. Ya vienen hacia acá. —un escalofrío me recorrió por completo y solté todo el aire que contenía.

—De acuerdo, gracias. Asegúrense de que todo esté en orden. —el señor asintió y se fue no sin antes hacer una reverencia.

Bien, tranquilo Alonso. Todo saldrá bien y cuando menos te des cuenta Isabella ya estará a tu lado junto a tus pequeños.

Todo saldrá bien.

En ese preciso instante el teléfono comenzó a sonar y atendí la llamada.

Amigoooo. —exclamó Jos del otro lado de la línea. —Antes de que me reclames... Sí, hice lo que me pediste. De hecho tuvimos suerte ya que tu mensaje me llegó en el momento indicado porque yo miraba las noticias en donde salías tú, muy galán por cierto, y una foto de aquella reliquia británica. Justo en ese momento Isabella salía del baño y apagué la televisión y después arrojé el control remoto a ella. La rompí, pero al menos así ya no hay riesgo alguno.

—No puedo creerlo. —dije dándome un golpe en la frente. —Bueno, al menos así Isabella no se enterará de nada. Dile a Bryan lo mismo. Cuiden a mi familia, Jos. Son lo único que tengo.

También me tienes a mí. Pero claro, te casas, tienes hijos y te olvidas de tu mejor amigo.

—José, no es momento de tu drama. Debo arreglarme, los Blair no tardan en llegar. —dije y escuché a mi amigo suspirar. —Recuerda que pase lo que pase, cuidarán de mi familia.

Amigo, hablas como si fueras a morir. —dijo y soltó una pequeña risa.

—Así es como me siento, Jos. Esa anciana es capaz de todo si aún está interesada en mis tierras.

My King #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora