D o c e

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Alonso.

—¡Isabella! ¿¡En dónde estás cariño!? —escuché que gritaban desde la sala principal.

Salí de mi despacho y me dí cuenta de que el tío de Bella se encontraba ahí desesperado.

—¿Qué hace aquí? —le cuestioné llegando hasta él.

—Escuché en las noticias que te reunirás con los Blair y vine a sacar a Isabella inmediatamente de aquí. Ella no puede acercarse a ellos. —exclamó claramente desesperado.

—Tranquilo, ella y los niños están bien. Los envíe a Brasil de vacaciones. —él me miraba perplejo. —Escuche, yo tampoco quiero que ella se reúna con ellos. Traería consecuencias significativas para el país si Charlotte aún quiere mis tierras y si le añadimos que estoy casado con su nieta... No sé qué sucedería.

—Lo sé, pero supongo que está bien. Me alegra que ella no esté aquí, me siento más tranquilo. Gracias por poner a salvo a mi sobrina. —asentí sonriendo.

—Ella y mis hijos son todo para mí. —él me dedicó una sonrisa y en ese instante unas trompetas sonaron desde el exterior.

Volteé a ver al tío de Isabella quien repentinamente se puso pálido.

—Tengo que salir de aquí. Esa anciana no puede verme. —exclamó mirando horrorizado hacia la puerta por donde en cualquier momento Charlotte entraría.

—Vaya a la habitación de Bella y pídale a Georgina las llaves. Ahí estará bien y le diré cuando sea seguro irse. —asintió y salió corriendo escaleras arriba.

Casi de inmediato las puertas principales se abrieron de par en par dejándome ver a una anciana canosa acompañada de tres hombres de quienes solo puedo identificar a uno: James.

Me acerqué lentamente e hice una reverencia recibiendo otra por parte del cuarteto frente a mí.

—Majestad, es un honor visitarlo. —habló Charlotte sonriendo.

—El honor es mío, majestad. —sonreí por cortesía, de fondo se podían apreciar a los reporteros tomando fotografías así que invité a los británicos a pasar y ordené que cerraran las puertas del castillo.

Mi corazón palpitaba fuertemente, me sentía extrañamente nervioso, aunque supongo que es normal. Nunca antes me había reunido con un rey de algún otro país, y que la primera vez que hago esto sea con Charlotte y que a la vez esta sea la abuela de mi esposa lo vuelve difícil.

Charlotte y yo nos sentamos en la sala. Notaba cómo recorría el lugar con la mirada mientras James mantenía una postura altanera.

Como lo aborrezco.

—Supongo que ya sabes qué hago aquí, Villalpando. —volvió a hablar Charlotte. —Tus tierras aún me interesan, supongo que ahora que cuentas con una familia anhelas estar más tiempo con ellos pero tus deberes lo impiden. Así que te propongo que puedes venderme tus tierras y así yo me hago cargo de ellas.

La miraba seriamente, esa era una razón muy estúpida para venderle mis tierras. Sí, amo a mi familia y desearía pasar más tiempo con ellos, pero mi país me necesita. No dejaré mi país en manos de una señora psicópata.

—La respuesta seguirá siendo no, Charlotte. Mis padres no aceptaron tu petición y yo tampoco lo haré. —sentencié ganándome una mala mirada de la anciana.

—Escúchame bien, niño. Tú no sabes reinar un país, apenas eres joven y no tienes experiencia. Deberías considerarlo. —insistió.

—No. Jamás. —James me miraba con una ceja alzada mientras su abuela intentaba no mostrarse enojada.

My King #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora