T r e i n t a y d o s

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Alonso.

Me estaba acomodando la corbata frente al espejo de mi habitación. Cassandra y Alan darían una fiesta para festejar sus primeros tres años de matrimonio y me estaba arreglando, debía verme un poco más decente que los días anteriores. Aunque me dolía debía aceptar que no me puedo recuperar después del abandono de Isabella.

No podía quitarme de la mente la imagen de Bella embaraza, mucho menos la de ese hombre besando los labios que alguna vez fueron míos.

Pero debo continuar siendo fuerte, mis hijos necesitan a su madre me lo han hecho entender todo este tiempo pero yo no podía regresárselas de ninguna manera.

—Papi... —llamó Claire mi atención entrando a la habitación con un moño en su mano. —¿Puedes ayudarme a peinarme como mamá lo hacía? —intenté sonreírle a mi pequeña, tomé su mano y la guíe hasta sentarse en la silla en donde Isabella solía sentarse para peinarse.

Ví todo el cabello castaño rojizo de mi pequeña y no sabía por donde empezar. Supongo que primero debo cepillarlo, ¿no? Tomé el cepillo y comencé a pasarlo por toda su cabellera teniendo extremo cuidado para no lastimarla. Esto parecía un pequeño nido de pájaros.

Después de desenredarlo ya no sabía qué hacer, ni siquiera recordaba cómo solía peinar Bella a mi hija.

—¿Qué te parece si experimentamos con algo nuevo, eh? —le pregunté a mi pequeña quien emocionada asintió mirándome por el espejo.

Bien, tengo su aprobación pero no tengo idea de cómo peinarla. Le prometí algo nuevo, ¿pero qué podría hacerle? Comencé tomando dos mechones de su cabello, uno del lado izquierdo y otro del derecho. Bien, ahora... ¿Qué hago?

Llevé ambos hacia atrás y los amarré, supongo que no quedó tan mal.

—¿Quieres darme tu moño? —ella me lo dió y lo puse en la cima de su cabeza. —Perfecta, estás hermosa. —le sonreí y ella hizo una mueca. —¿Qué sucede? ¿Está mal?

—Un poco... Pero me agrada, gracias papá. —le sonreí y la ayudé a bajar de la silla, me dió un beso en la mejilla como agradecimiento y se fue de la habitación.

Esto de ser padre soltero no es tan fácil como creí.

(...)

Georgina le había ofrecido a Claire peinarla nuevamente después de haberle pedido una opinión respecto al peinado que le hice a mi hija, pero la pequeña se negó orgullosa de mi trabajo lo que me hizo sentir espléndido.

En este momento ella se encontraba jugando junto con Kenai, Braulio y la pequeña hija de Cassandra en el patio. La fiesta no era demasiado grande pero tenía un buen ambiente.

—Amigo, ¿ya probaste la fuente de chocolate? —cuestionó Jos llegando a mi lado junto a un plato lleno de fresas cubiertas de chocolate. —Estas son para Claire, no tomes ninguna. —me advirtió cuando atrapó mi mirada en los bocadillos.

—No tenía planeado hacerlo. —le respondí intentando sonreír, pero siempre obtenía el mismo resultado: una horrorosa mueca.

Tal parece que mi sonrisa sincera se esfumó junto a Isabella. Ya no tenía sentido nada.

—Uy, Alonso deja de hacerme esa cara, da miedo. —dijo para después comenzar a reír pero al notar que no me caía en gracia se aclaró la garganta y volvió a ponerse serio. —¿Sabes? Me están dando unas buenas ganas de darte la paliza de tu vida por ser tan cascarrabias. Pareces un maldito anciano sin amor.

—No generalices, hay ancianos con todo el amor del mundo. —dije sin voltear a mirarlo.

—¡Lo sé! Pero tú eres uno de esos que suelen gritarle a medio mundo y solo irradiar su mal humor. ¿Qué pasó con mi amigo buena onda, eh? —seguía parloteando mientras caminaba directo a la dichosa fuente de chocolate.

—Sigo aquí, Jos. Solo dame espacio y tiempo, no puedo recuperarme si te tengo todo el maldito día pegado a mi intentando "alegrarme". —exploté dando media vuelta para mirarlo a los ojos. —Lo aprecio, de verdad. Pero la mayoría de las veces prefiero estar solo para poder aclarar mis pensamiento, ¿de acuerdo? —Jos rodó los ojos y se fue hacia mi hija para darle sus bocadillos.

Ok. Sí, acepto que últimamente mi humor no es de lo mejor. Debía contagiar mi felicidad a mis hijos, y lo hacía, o al menos eso intentaba. No quería que ellos se sintieran mal por la partida de su madre.

Aunque crean que está en la antigua Grecia cuidando pingüinos.

Las personas de mi día a día no tenían la culpa de lo que me estaba sucediendo, y de alguna manera sentía que las estaba alejando de mí poco a poco. Pero tenía que cambiar, no quiero que nadie más se aleje de mí.

(...)

La mañana siguiente me encontraba desayunando solo junto a los mellizos ya que Jos y Bryan nunca llegaron. Cuando los llamé ambos aún se encontraban dormidos, Bryan vive en el castillo pero aún así jamás llegó.

Supongo que volvió a dormir.

—Papá, ¿cómo te sientes, eh? —me preguntó Braulio quien estaba sentado a mi derecha, había hablado con un tono tan maduro que me sorprendió. No me sentía interrogado por un pequeño niño de tres años.

—Muy bien, Brau. De maravilla, ¿por qué lo preguntas? —le respondí sonriéndole y tomé un sorbo de mi malteada.

—No, por nada. —le restó importancia encogiéndose de hombros y ambos continuamos desayunando.

Claire estaba en su propio mundo, estos últimos días desayunaba junto a Lulú; su muñeca de trapo favorita y nunca se dió cuenta de la pregunta que su hermano me había realizado.

—Papá, —me habló Claire ahora. —¿te ha llamado mamá? ¿Ya sabes cuándo volverá? Porque la extraño mucho. —hizo un puchero que me dolió hasta el alma, acaricié su cabello despeinado y le sonreí de una manera tierna.

—Esperemos que pronto hermosa. —a Claire le brillaron sus brillantes ojos azules cuando me escuchó pronunciar aquello, Braulio nos miraba sin expresión alguna y reanudó su desayuno.

El timbre sonó y me levanté de la mesa para recibir a quien quiera que sea, cuando llegué a la sala me encontré a Cassandra junto a su hija acompañadas de Georgina.

—Hola, Alonso. —me saludó sonriendo, me acerqué a darle un beso en la mejilla y también a su pequeña quien salió a buscar a mis hijos.

—¿Qué sucede? ¿Pasó algo? —le cuestioné ya que era raro que ella viniera sin avisar.

Ella negó con una sonrisa en el rostro que poco a poco se fue transformando en una mueca, me indicó que me sentara a su lado en el sofá y extrañado por su actitud la obedecí.

—Ayer no pude platicar contigo, te fuiste muy temprano de mi fiesta. —se quejó haciendo un puchero.

—Me fui a las 10 de la noche. —le aclaré. —No podía quedarme más tiempo, especialmente por tu pequeño... Espectáculo. Mis hijos estaban presentes. —sus mejillas se tornaron rojas y comenzó a reír de manera nerviosa.

—Ok, sí. Está bien. —le restó importancia haciendo un ademán con su mano. —Quiero hablar contigo sobre... Algo. —miró hacia el suelo como analizando lo que saldría de su boca.

—Bien, dime. —Cassandra volvió a mirarme, tomó aire y finalmente lo soltó.

—Vi en las noticias que Isa está embarazada... —dijo pronunciando la última palabra con lentitud, como si aquello me fuera a afectar.

Y lo hizo.

—Sí, ¿qué hay con eso? —respondí lo más fríamente posible, la vida de ella ya no debía afectarme.

—Pues... Tengo una pequeña teoría. —le presté total atención puesto que, sería grosero si no lo hago. —Isa no es tan estúpida como para acostarse con el idiota de James. Y, tengo la ligera sospecha de que ese pequeño bulto en ella... Es tuyo, Alonso.

My King #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora