CAPITULO 15

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F: Mesero, ¿dónde está el maldito aparcacoches? ¡¡Tengo que irme!!

Fernando conducía acelerado propiciando tortazos al volante,  gruñendo y maldiciendo... ¿Cómo habían terminado enlazados en un abrazo?, y justo en el mismo sitio donde se habían besado, y un beso tan hermoso.

F: Asqueroso fritangas, manipulador, oportunista, no dejas pasar las mejores ocasiones, ¿verdad?... Y,  mi Lety,  ¿cómo eres capaz? , ¿por qué estas jugando conmigo? Vas a dos bandas, y ahora no me lo podrás negar. Lo he visto con mis propios ojos. Ya veo tu juego. Me la estas devolviendo todas y cada una de ellas.

Aldo y Leticia se acercaron a la mesa, con extrema gentileza Leticia se disculpó encarecidamente y se despidieron de el cliente. El señor Monterrey quedó muy satisfecho por haber conocido a Aldo , pero muy insatisfecho por el trato de Fernando y Leticia. 

Amaneció la mañana siguiente, era Miércoles. Leticia se levantó con un horrible dolor de cabeza, parecía que le iba a estallar de un momento a otro,  y, aún peor, con un profundo  malestar psíquico. No sabía como afrontar lo ocurrido, había besado a Fernando con una pasión y ganas desmedida, como nunca antes en público, sin embargo,  lo había ofendido de nuevo al retirarlo por la presencia de Aldo. Las circunstancias la sobrepasaban y no sabía como plantarle cara otra vez. No obstante, si Fernando pretendía una disculpa podía esperar sentado porque ella solo se movió por lo que su conciencia sentía. Gracias a Aldo había entendido que Fernando no era justo.

Lety llegó a CONCEPTOS.

L: Buenos días chicas, ¿Paula María ha llegado Don Fernando?

P.M: Sí, esta en su oficina desde hace rato.

L: Dígale por favor que pase por presidencia.

Leticia quería amarrar y aclarar la situación desde temprano, se negaba a que su encuentro le estuviera atormentando durante todo el día. Asimismo necesitaba saber desde primera hora si iban a ir juntos a la cita de esta noche, ya que quería ausentarse por la tarde, pensaba ir al dentista para preguntarles hasta cuando tenía que mantener los brackets.

Ring, ring, ring.

F: ¡¿Dígame?!

P.M: Buenos días de nuevo soy Paula María. Lety, le está esperando en su oficina.

F: Estupendo. Después de un rato voy.

P.M: Creo que es urgente, es lo primero que me ha dicho nada más entrar, que pena con usted don Fernando.

F: De acuerdo. Gracias Paula María.

Fernando estaba enojado, dolido, se sentía traicionado. Si Leticia pensaba que iba a salir corriendo a su oficina estaba muy equivocada, las cosas no iban a ser como ella las pensaba.

F: No puede besarme con toda esa pasión y ganas con que lo hizo, y dos segundos mas tardes deshacerse en un abrazo con Aldo. No mi Lety. Conmigo no vas a jugar.

Había pasado más de una hora y Fernando no aparecía por presidencia, Leticia no había logrado concentrarse en nada. Se levantó del sillón y no paraba de dar vueltas por la oficina. Fue al servicio, se miró al espejo, se desabrochó un botón de la blusa, y salió del servicio, dos segundos mas tardes entró al servicio y se abrochó el botón de la blusa... Estaba enloqueciendo de impaciencia.

L: Maldita sea, ¿a qué está jugando?¿Por qué carajo no viene? ¡Híjole con don Fernando!

Ya no pudo aguantar más y se dirigió al escritorio de Paula María.

L: Paula María, ¿le dijo a don Fernando que pasase por presidencia?

P.M: Sí amiga, y le dije que era urgente, que era lo primero que me habías dicho nada mas entrar.

L: De acuerdo.

Leticia se dirigió a la oficina de él, rezaba porque no estuviera Omar. Ya que acumulaba un enfado considerable.

Pon, pon, pon.

L: ¿Se puede señor Fernando? ─preguntó mientras se adentraba en su oficina. 

F: Pasa Lety... ¿Dígame para qué soy bueno? ─Fernando no levantó ni un segundo la cabeza de su escritorio, no la miró a los ojos, solo fingía que escribía en un papel.

L: ¿Por qué no ha venido a mi oficina, tal y como, lo solicité?

F: Porque no quiero hablar con usted doña Leticia. ─dijo y elevó su vista hacia ella─. ¿Le parece suficiente razón?

Abrió con levedad su boca, para volverla a cerrar al instante. A continuación, negó su rostro con levedad.

L: Me parece...perfecta ─dijo y sus ojos lo acuchillaron─. Pues... Con permiso.

Leticia salió de su oficina acelerada y tras cerrar la puerta, se quedó paralizada, incapaz de dar un paso más. Tomó aire en un fracasado intento por contenerse, y, sin dar lugar a un segundo pensamiento, como un búfalo bravío volvió a entrar en la oficina de Fernando.

L: Le voy a decir algo señor Fernando. ─Él alzo su vista y clavó sus ojos en ella─. Usted a mi me obedece y me respeta,  como la presidenta que soy. Deje las rabietas de niño chico que ya está muy grandesito. Y si no quiere recibir ordenes, ya sabe lo que tiene que hacer.

F: Es eso lo que quiere, ¿verdad?... Que le deje a sus anchas con el señor Domenzolín.

L: Que sepa que a la última persona que le voy a permitir insubordinaciones es a usted, porque usted ha sido quien me ha metido en este asqueroso infierno, y usted es el único responsable... Ahora dígame algo, ¿me va acompañar esta noche a la cita con el cliente sí o no?

F: Hoy no puedo, mejor vaya con su amigo el fritangas.

L: Don Fernando, sepa que lo detesto con todas mis fuerzas. Con permiso.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. 

F: Pues anoche cuando me agarró y me retuvo, contra mi voluntad, no pensaba lo mismo. ─Leticia frenó sus pasos antes de abrir la puerta y apretó sus dientes─. A ver si nos ponemos de acuerdo, ¿no le parece licenciada?

Leticia tomó una bocanada de aire, escuchó su corazón latir a mil por horas, con el miedo que en cualquier momento saldría de su pecho galopando. Abrió la puerta y se marchó.

Acto seguido, buscó a Tomas, había llegado a su límite de aguante. Cada vez tenía más y más claro que, con o sin Aldo endeudado, ella no podía estar con Fernando. No dejaba de demostrarle su infinita inmadurez y egoísmo. Solo pensaba en sus propios sentimientos, y era ciego a todo lo demás. Leticia no quería a nadie que la amase de esa manera, es un amor condicionado a no agredir  su ego, y eso es demasiado relativo, se convertiría en una infinita fuente de sufrimiento.

L: Hola Tomás, ¿cómo estas?

T: Muy bien Lety, mi chiquita y yo vamos a salir al medio día espero no demorarnos mucho. Es que necesita con carácter urgente unos zapatos, se ha comprado una falda y ninguno de los veinte pares que tiene le van con el color.

L: Tomas tengo que pedirte un favor, esta noche tengo una cita programada con un restaurantero el señor Vallejo propietario de la Hacienda Casa Blanca. Es a las 19:30, en el restaurante. Es para ofrecerles si quieren participar en la ruta gastronómica que estamos promocionando a nivel internacional, ya sabes... Necesito que vayas tú.

T: ¿Qué? ¿Pero? Leticia, tú sabes que yo no sirvo para hablar, en lugar de convencerlo , voy a ahuyentarlo jajaja. Como no le hable de cifras y de la bolsa de valores, no sé de que más...

L: Lo sé Tomas, por eso necesito que le pidas a Aldo que te acompañe, seguro lo hace, pero apresúrate para que no se comprometa con nada más.

T: Bueno, de acuerdo, si él me acompaña pues vale, cuenta conmigo. ¿Y por qué no vienes tú con nosotros?

L: Estoy agotada, quiero descansar esta tarde, ¿si?

T: Claro amiga, no hay problema.

FANFIC: BÉSAME EN LA BOCA CON TU LÁGRIMA DE RISA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora