CAPITULO 22

922 51 2
                                    

F: Buenas noches  señorita, necesitamos dos habitaciones ─dijo Fernando con firmeza a la recepcionista.  

«Dos habitaciones... dos habitaciones... dos habitaciones». A Leticia le retumbaba su voz, una y otra vez en su mente, resquebrajando cada uno de sus deseos. 

La cruda realidad volvió a resurgir. No podía ser de otra manera. No. No podía. No podía exigirle espacio, respeto, tiempo y, en la primera ocasión, tirarse en sus brazos y pedirle que la hiciera suya. Daría la vida porque esa noche, solo esa noche, fuesen novios o marido y mujer. Lo deseaba con toda su alma, no quería separarse de él, esta noche se había colado debajo de su piel y su separación le iba hacer sangrar el alma, el corazón, la razón, la piel.  

 Recorrían el pasillo, con pesados y lentos pasos,  caminaron a las dos separadas y desoladas habitaciones. Leticia sentía como su mundo acababa y volvía a su insustancial vida, era el corredor de la muerte, la muerte de sus ilusiones, deseos y anhelos. Adentrarse en la fría  habitación  daría fin a todo, catapultaría  su cercanía, su complicidad, la  pasión que supuraba gritando  a viva voz por cada poro de su piel que lo necesitaba.  

F: No deberíamos acostarnos aun ─dijo cortando el abrumador y agónico silencio─. El hotel es precioso y debe de haber una terraza linda con vistas al mar. Aprovechemos un poquito más la noche y tomémonos la última copa. ¿No le parece?

L: Sí ─repuso con impaciencia, disimilando su enorme entusiasmo─.  Yo, yo estaba pensando lo mismo. Vayamos a dar una vuelta don Fernando. 

Soltaron las maletas que llevaban arrastrándolas durante todo el día, y cada uno en su habitación se quedó mirando su cama con la nostalgia y tristeza de lo que podría ser y no sería. 

Buscaron la Terraza-Bar que estaba situada a los pies de la alberca. Todas las mesas estaban ocupadas, pero el bar disponía para su uso las tumbonas de la piscina. A Leticia no le disgustó en absoluto, se sentó , descalzó sus pies, y se echó hacia atrás estirando las piernas. Mientras tanto Fernando se sentó en la otra tumbona frente a su cuerpo recostado y a la altura de su cabeza.

F: Debe de estar muy cómoda, lo ha cogido con muchas ganas.

L: Si, me duelen muchísimo los pies, estos zapatos me están matando.

Los zapatos también los compraron en la tienda, eran beige de tacón alto, una altura que Leticia no estaba acostumbrada a manejar. En ese momento Fernando se levantó del asiento, le alzó sus piernas con mucha suavidad , se sentó y las apoyó en las suyas. Leticia estaba inquieta y solo hacía taparse las piernas con su falda.

F: Le voy a dar un masaje y va a quedar como nueva. Ya verá.

Leticia no ponía resistencia a tanta divinidad. Además lo hacía de maravilla. Sentía un inmenso descanso, mezclado con un leve dolor placentero al sentir la presión de sus dedos.

F: Sus pies son muy bonitos, tiene los dedos pequeños y escalonados. Son perfectos, pero se ven  gorditos ─dijo con tono burlón.

L: ¿Qué? ─dijo risueña─.  Don Fernando si va a meterse con mis pies. Lo único que me ha gustado desde pequeñita. Suéltelos. Lárguese de aquí. ¡Este es mi sitio! ─exclamó entre enfadada y conteniendo la risa. 

Leticia empezó a darle patadas, intentando echarlo de la tumbona. Y Fernando riéndose le sujeto con fuerzas las dos piernas juntas, cogiéndolas de los gemelos, hasta inmovilizarla. Ella desistió en su acción  y concentró todos sus esfuerzos en taparse las piernas con la falda.

F: Calme, calme, mi doña. Le he dicho que son perfectos. No se enfade licenciada. Solo he dicho que  al ser pequeños se ven algo  gorditos, solo es eso. ¿Puedo soltarla? ¿Se va a estar quieta?

FANFIC: BÉSAME EN LA BOCA CON TU LÁGRIMA DE RISA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora