CAPITULO 23

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Fernando aceleró el paso todo lo que pudo y se encerró en su habitación. Apoyado en la misma puerta intentó relajarse, ya que estaba demasiado excitado y,  a continuación, se dirigió al aseo para lavarse la cara.

F: Me hubiese gustado saber su respuesta, estoy tonto, ¿Por qué he tenido que adelantarme? ¿Me hubiese aceptado? Nos hemos besado, la he acariciado y me ha respondido. Maldita sea, ¿Que hago aquí solo pudiendo estar con ella? Dormir con ella. Abrazado a ella, nada más.  

Leticia en su habitación quedó fascinada. No podía creer que a un segundo de hacer el amor con él, Fernando había entendido sus conflictos internos que tanto le hacen sufrir, y antepuesto los remordimientos de ella a sus intensos deseos. A lo mejor estaba cambiando, a lo mejor era capaz de respetar , y saber amar sin condiciones. En ese momento se acordó del celular y recordó cuando Aldo le preguntó si podía llamarla, efectivamente lo había hecho, tenia dos llamadas perdidas y un mensaje: - Buenas noches Leticia , te llamo solo para preguntarte como estas y si podía ayudarte en algo. Si quieres, solo si quieres, puedes llamarme a cualquier hora de la noche, estoy de guardia en el restaurante donde trabajo. Si fuese así quedaría mucho mas tranquilo.

Fernando estaba decidido, llamaría a su puerta y le diría que su mayor deseo era pasar la noche con ella, tan solo para abrazarla. Que no temiera nada, que la respetaría cuando llegasen a CONCEPTOS , no habría reproches , la esperaría todo el tiempo que fuese necesario para que ella quedara en paz con Domenzaín.

Fernando salió al pasillo y nervioso se dirigió a su habitación y justo en el momento que iba a golpear la puerta, escuchó la voz de Leticia hablando con alguien. Quedo atónito. ¿Con quién podría estar hablando a las tres de la madrugada? Acercó el oído y no tardó en identificar al sujeto.

L: Todo ha ido muy bien. Estamos muy contentos. Se nos ha hecho tan tarde porque el cliente nos ha entretenido. Si vieras Aldo, ha sacado el mejor Whisky, una baraja de cartas y hasta dados...

Fernando no cabía en sí. Con mucho gusto hubiese tirado la puerta de una patada y machacado ese maldito celular. Pero no pudo escuchar una palabra más y volvió a su habitación.

F: ¡Es demasiado! Soy tonto. Tonto. Tonto. Si no quiero verlo es porque estoy ciego. Nadie llama a las tres de la madrugada aun hombre que esta enamorado de ella si no tiene algo con él, sino tiene que rendirle cuentas. Tan así es, que le ha dicho mentiras, el cliente no nos ha entretenido, hemos sido nosotros por voluntad propia. ¿A que juegas maldita sea?. Ya no más. Estoy cansado de ilusionarme tocando el cielo y, al segundo, caer como un rayo para enterrarme en  el infierno. Se acabó. Juega con él. Porque este tonto ya se cansó de hacer el payaso.

Leticia cayó redonda en la cama, le pesaban los párpados, y comenzaba a saborear el sortilegio del sueño, el albor de insconciencia,  pero, esta vez, con  el mejor sabor de boca que podía a ver imaginado. Era feliz. Había pasado una noche maravillosa con Fernando y, después,  el broche de oro había sido que por primera vez había respetado y comprendido su sufrimiento, sus conflictos internos,  en contra de los deseos de ambos.

 De pronto escuchó la puerta: Pon, pon, pon, pon.

L: ¿Don Fernando?, ¿qué hace acá?, aun es muy de noche.

Fernando se hizo paso en su habitación, sin esperar que ella se lo cediese.

F: Sé que antes usted me iba a invitar a entrar. Sé que usted me desea. Sé que quiere que la tome. Sé que quiere ser mía.

Fernando firme y decidido se lanzó sobre ella. Capturó sus labios mordisqueándolos y a su vez recorrió su cuerpo con las manos con elevada codicia, deshaciéndose en un leve segundo del camisón que le estorbaba. Leticia no podía creer esas ansias de Fernando, siempre había sido cauteloso en sus caricias, rítmico en sus movimientos y besos, sin embargo aunque le extrañase sus impulsos pero a su vez le fascinaban.

F: Mi Lety, no te imaginas cuanto te amo ─susurró.  

Leticia tan solo poseía su ropa interior inferior, pero el pudor que otras ocasiones la hubiese enturbiado esta noche había expirado, no había lugar para ello, tan solo se limitaba a disfrutar de cada caricia que le regalaba. Sus manos quemaban, ardían, eran fuego  y su piel era el bálsamo que provocaba el roce del límite del placer. 

 Envuelta en sus mismas ansias estaba desesperada por tocar su piel, le quitó la camisa tirándola al suelo para volver a besarlo,  mientras que con sus manos le acariciaba el torso con desesperación, quería tatuar cada sensación en su mente, en su recuerdo.  Acto seguido , sus manos se detuvieron  sobre su cinturón, divagó por unos segundos entre proseguir por sus propias manos o esperar que él le guiase . Fernando ayudó a Leticia a desabrocharle y de sus slips se encargó él mismo, hasta que quedó completamente desnudo y por ende, dejándola a ella sin palabras. Podía verlo tantas veces como quisiera que siempre la faltarían palabras. No podía ser mas guapo ,era imposible. Y lo increíble es que era todo suyo. 

Segundos más tarde él se encargó que ella tampoco estuviese sin ningún obstáculo que le impidiera ver cada resquicio de su piel. 

Ella deseaba amarlo, cuidarlo, demostrarle que no era una simple noche, pero sus ganas le ahogaban, necesitaba perderse con su cálido sexo, y sentir como formaba parte de su cuerpo.

Fernando la levantó, y sujetándola por los muslos, la depositó sobre el respaldo del sofá que había en la habitación. Leticia separó sus piernas tanto como pudo, y junto a su humedad notó la punta de su erección acariciándole el lugar donde se concentran todos sus nervios. Leticia emitió un gemido, un profundo y placentero suspiro de revelado placer, él guió su longitud a su abertura y mirándola a los ojos con imperturbable fijeza la penetró regocijandose de su mirada brillosa y sus labios entreabiertos de puro goce. Sus comenzaron una danzan donde ardieron y las ansias pudieron.

Leticia lo miraba sumergida en una bruma de placer absoluto, obnubilada por su sentir,  sabía que estaba a las puertas del mayor placer, pues notaba como su cuerpo comenzaba a tensarse desde los pies a la cabeza. Y lo besó quedándose sin respiración.

Fernando se aparto ligeramente , y conectando con sus ojos, dijo:

F: Vas a llegar conmigo. ─No lo sugirió, se lo ordenó. 

Situó una de sus grandes manos entre sus piernas y acarició aquel botón situado entre sus labios femeninos. Leticia no pudo más, y se dejo vencer...

Un incesante repiqueteo en la madera cada vez más intenso y constante. Martillo, golpes, uno tras otro, que parecen que proceden de la  puerta de su habitación. Maldita sea, los dichosos golpes  no le permiten seguir absorta y pedida en su maravillosa sensación.  ¿Qué está pasando? Continuan golpeando y golpeando ininterrumpidamente la puerta ¿Qué ocurre? ¿Quién aporrea la puerta de esa manera? Los golpes cada vez son más intensos , más sonoros, y más frecuentes. 

 En ese instante Leticia abre los ojos. 

Miró al lado de su cama, y estaba sola, no había nadie. Se miró de arriba abajo y estaba bañada en sudor y humedad, con el corazón a mil por horas, y el pijama bajado y desabrochado. Se levantó nerviosa con el corazón a cien mientras se abrochaba y se arreglaba el pijama,  corriendo cogió  una toalla para secarse el sudor. Suspiro con profundidad dos o tres veces, para calmar los martillos de su corazón, y, apresurada y temblando,  abrió la puerta.

F: Buenos días doña Leticia. 

L: Buenos días Don Fernando. 

 No podía creer que todo hubiese sido un sueño, ¿cómo era posible?

FANFIC: BÉSAME EN LA BOCA CON TU LÁGRIMA DE RISA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora