CAPITULO 20

937 50 5
                                    

El tiempo les pisaba los talones, habían llegado a Puerto Vallarta cerca de las 18:00, y habían quedado con el cliente a las 20:00 horas. Tenían que buscar un hotel , y de camino al mismo , Fernando le había convencido en comprarse un vestido mas acorde al clima. Buscaron un Taxi, para que les llevara al centro de la ciudad donde estaban todas las tiendas. Una vez allí a Leticia no le gustaba ninguna de las tiendas, a su parecer no estaban hechas para ella. Hasta que Fernando impaciente, la cogió del brazo y la arrastró a la tienda más luminosa y elegante que lucía en toda la calle. Y, a regañadientes,  empezó a coger todos los vestidos que a él más le gustaban.

F: Leticia no tenemos tiempo , y usted necesita un vestido más fresco. ¿No ve que desentona? Va a estar en la cita sudando y se va a desmayar otra vez. Por favor métase en el vestidor que yo le voy alargando vestidos, y usted solo tiene que probárselos.

Fernando no dejaba de llevarles vestidos a la dependienta que, a su vez,  se los entregaba a Leticia en su vestidor. Todos los que eligió eran muy modositos, ni demasiado cortos, ni con demasiado escote. Su intención era terminar lo antes posible, y con Leticia tenía muy claro que no podía arriesgar.

F: Leticia son todos lindos, ¡¡por favor apresurese!!, que no vamos a llegar a tiempo a la cita.

Fernando estaba mal diciéndose y arrepentido de haberla metido en la tienda, no iban a llegar con tiempo a la cita , debería de haberla dejado que se cosiera de calor, al fin y al cabo,  estaba más que acostumbrada. En ese momento se fijó en unos colgantes que lucían en el escaparate, sobre todo le llamo la atención un colgante de plata que mantenía una pequeña luna azul. Sin dudarlo lo compró y se lo guardó en el bolsillo.

En ese momento y gracias a que Dios había escuchado sus súplicas, Leticia salió del vestuario. Se había decidido por un vestido azul marino de lino, abotonado por delante de arriba hasta abajo, con un dobladillo en la tela que marcaba su cintura. Por arriba lucia como una blusa entallada que terminaba en dos cuellos, y a partir de la cintura el vestido se abría gracias a los  pliegues del tejido hasta la mitad de su rodilla. Nuevamente Leticia había abusado abrochando los botones de su escote, lo cual le restaba frescura y belleza al vestido.

Fernando quedó embelesado nunca en su vida la había visto tan guapa. El vestido, el peinado y su sonrisa lo tenían cautivado. Fernando intentó pagarlo él pero su buena voluntad , terminó siendo un nuevo foco de discusión.

L: ¿Cómo cree don Fernando? ¿A cuenta de qué? Gracias por su buena voluntad, pero usted no tiene que pagarme a mí nada, no somos...

F: Sí, lo sé --interrumpió de inmediato--. No somos nada uno del otro. Lo sé. Pero un amigo también puede tener un detalle con una amiga, ¿o no? ─Esas palabras lo abofetearon devolviéndolo de golpe a la realidad. Le recordaban que el estar con Leticia solos y cariñosos había sido un regalo del destino provocado por el azar de varias circunstancias . Tan solo era un espejismos de lo que quería que fuese su realidad ─... Mire mejor déjelo. No insisto más.

No les daba tiempo a buscar el hotel, porque tenían que marcharse con urgencia a 'El Caserío San Benito' para atender su cita. 

Tras varias carreras para buscar, preguntar y encontrar un taxi; por fin, a las 20:05, estaban en la puerta del  Restaurante. 

Leticia alterada por las prisas y angustiada al odiar llegar tarde y hacerse esperar, hizo un enérgico amago de abrir el portón de madera labrada del mesón. Sin embargo,  Fernando con su mano frenó el abrir de la puerta y se posicionó frente a ella, limitando y frenando su paso. 

L: ¿Pe... Pero? ─preguntó confundida por la parálisis de Fernando.  

F: Lo siento mucho ─dijo con una pícara sonrisa de lado─. Pero, al final, sí le voy a regalar algo,  como un amigo. Lo vi mientras estaba en el vestuario y me gusto mucho para usted.

Introdujo la mano en su bolsillo y sacó el colgante con la luna azul en su puño cerrado, disfruto de su mirada curiosa y brillante taladrando su puño cerrado,  durante varios segundos,  y, acto seguido, sujetado por sus dedos, lo dejo caer al aire. 

L: Es... Es... ¡es precioso don Fernado! ─dijo y su mirada brilló aún más.

Leticia alargó su mano para cogerlo, pero Fernando lo escondió en su puño.

F: Pero.., por favor, déjeme que se lo abroche,  ¿si? 

Fernando se situó frente a ella y mirándola con fijeza a los ojos colocó sus manos detrás de su nuca rozando su piel con suma delicadez que, al instante,  provocó un escalofrío en Leticia que intentó disimular con alevosía. Palpando consiguió abrir el broche y cerrarlo, levantó la cadena del colgante con sus dos manos  y la dejó caer muy despacito por su pecho. No obstante,  su mirada ensombreció al darse cuenta que la luna azul caía encima de su vestido, justo encima de uno de los botones.

F: Me va a perdonar pero la luna no luce así. Necesita su piel para brillar.  

Leticia estaba con la respiración agitada por notar sus manos en su cuello y su rostro tan cerca al suyo, la situación empeoró aun más cuando Fernando a un palmo de ella empezó a desabrocharle el botón de su vestido. Leticia con su dos manos agarró las de él. Sentía como el corazón cabalgaba en su pecho y su demanda de oxigeno se hacía cada vez mas evidente.

L: No hace falta , déjelo, por favor ─susurró con debilidad. 

F: Sí hace falta. Necesito que la luna luzca en su escote. Me pararé cuando caiga en su piel. Tranquila, no voy a desnudarla y mucho menos aquí delante de todo el mundo. Un botón más y será suficiente.

Leticia cedió a sus deseos y le permitió que le desabrochase dos botones a su vestido,  estaba siendo testigo de la mirada indecente de Fernando absorta en su propósito. Por fin la luna cayó en su pecho, y Fernando quedó obnubilado, quieto, inmóvil,  observando la luna, su escote y su piel. Esa maravillosa mezcla que lo estaba enloqueciendo y hechizando sus sentidos, y preso de sus deseos cogió la luna rozando la comisura de la unión de sus senos  y la beso.

F: Ojala le de suerte. Y que su suerte comience en esta primera luna que compartimos usted y yo hoy.






Leticia quedó sin aliento, sus ojos ardieron con su mirada y con nerviosa inquietud  se retiró hacia un lado y los dos iniciaron la marcha hasta el interior del restaurante donde los esperaba el señor Montesinos.

FANFIC: BÉSAME EN LA BOCA CON TU LÁGRIMA DE RISA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora