Capítulo 30: Calma Beto.

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El domingo me levante algo tarde, por algo era domingo. Fui con mamá a hacer la compra y a almorzar. Todo era mejor que quedarme sentada mirando la pared pensando en Humberto y su familia.

Desde el mensaje de la noche anterior no había escrito absolutamente nada en el grupo y si, sabía que todo por lo que estaba pasando era seriamente complicado pero yo estaba preocupada por él.

Al medio día, antes de almorzar, le escribí a Trish pero ella tampoco sabía nada, y en realidad era mucho mejor darle su espacio.

El día paso, así sin más, más que preocupación por mí parte y la de mi mamá que pensaba en la madre de Humberto. En realidad creo que mi mamá sabía más de todo esto que yo, porque estaba segura que habían hablado, pero yo quería saberlo de Humberto. Entender lo que sentía y lo que pensaba de todo este embrollo.

Más tarde ese día, mi madre puso una película para ver, cogió un litro de helado de chocolate, y aunque ella no fuera mucho de alimentarse mal, empezó a comerlo. El chocolate es bueno para el alma dijo, y quien era yo para decirle que no.

Estábamos más o menos por la mitad de la película, y en realidad estaba siendo muy aburrida, cuando sonó el timbre de la casa. Me pareció raro porque no recibíamos muchas visitas y menos inesperadas.

Mamá se paró a abrir porque yo estaba medio dormida, estaba tan interesante la película.

Abrió la puerta y saludo a quien fuera que estuviera en ella. Segundos después descubrí la voz de Trisha. ¿Qué hacia Trisha en mi casa a esa hora?

- Andre está en la sala, vamos chicos – escuche que dijo mi madre - ¿Cómo estas Beto? – pregunto mi madre llegando a la sala mientras abrazaba a Beto. No se veía bien a decir verdad, parecía que había estado llorando de nuevo pues tenía los ojos rojos y Trisha no tenía buena cara.

- No muy bien pero no se puede hacer nada.

- Lo siento Humberto – dijo mirándolo – sigan chicos ¿quieren algo de comer?

- Tranquila, no se preocupe, solo venimos a hablar – dijo mirándome.

- No hay problema, si quieren vayan a la piscina, está tranquilo a esta hora.

- Gracias mamá – le dije.

Caminamos juntos hacia el patio y nos sentamos en dos tumbonas. Los dos se veían mal.

- ¿Hablaste con tu mamá? – le pregunté cuando estuvimos más tranquilos.

- Si.

- ¿Y que te dijo? – pregunto Trisha. Creí que ya le había contado a ella. Creo que Trisha vio mi cara y aclaró – Estaba mal cuando llegó, no podía ni hablar. Así que le pregunté si quería venir y hablar aquí.

- Ok – Humberto se aclaró la voz antes de hablar.

- Esta mañana decidí que era hora de aclarar las cosas con mamá. Me levanté a desayunar y se lo dije. Ella está muy triste a decir verdad y no es que entienda muy bien todo pero me contó lo que le dijo él – no podía decir papá – llegó del trabajo el jueves y él estaba en la puerta. Quedó en shock a decir verdad. Dice que no ha cambiado casi nada, solo que ahora parece más decente de lo que era hace 18 años. El la saludo y le dijo que quería hablar pero ella no sabía qué hacer. Paso mucho tiempo. Mi madre es tan noble, por eso la amo, y lo dejó entrar. Dijo que vio una foto mía y se puso a llorar así que a mamá le dio más lastima. No tengo la menor idea si es verdad todo lo que dijo, o por qué vino. No se que creer. Dice que quiere conocerme, que sabe todo lo que hizo mal, que lo que más lamenta en la vida es abandonarnos. Pero...

- Calma Beto – estaba a punto de llorar de nuevo.

- Pero no sé si quiero conocerlo. No estuvo durante 18 años y ahora que, ¿simplemente quiere que lo perdone? – se quedó en silencio.

- ¿Lo odias? – le pregunte, porque el odio es una sentimiento grande, fuerte y poderoso y si era así, iba a ser el triple de difícil.

- No lo odio – dijo en voz baja – no lo odio porque no lo conozco, no lo odio porque sé que fue lo mejor que se fuera, y sino no lo hubiera hecho yo no sería quien soy ahora. No lo odio porque sé que lo necesite y lo necesito.

- ¿Entonces qué quieres hacer?

- No lo sé.

- ¿Puedo ser sincera? – pregunto Trisha.

- Claro que si Trish.

- Creo que deberías hablar con él... no ya, pero en algún momento, darle una oportunidad aunque sea de explicarse.

- Y creo que es tu decisión si le das una oportunidad o no, pero escúchalo. Él te puede sacar tantas dudas de la cabeza.

- Eso es lo que más me está matando, no saber que quiere en realidad, que pasó y por qué justo en este momento ¿Por qué volvió? Pero... no puedo hablar con él, no me siento preparado.

- No tiene que ser ahora Beto.

- Lo sé – se notaba que la estaba pasando mal, la situación lo tenía muy confundido y no sé por qué me pare de la tumbona y le di un abrazo.

Creo verdaderamente que los abrazos puedes transmitir tanto y a veces arreglar las personas. Con solo sentir que otra persona te aprecia tanto que decide regalarte un poquito de su tiempo para abrazarte y darte calor, algo dentro de la persona debe despertar.

- Chicos hice algunos sándwich – grito mamá por la puerta de vidrio.

- Yo voy – respondió Trisha.

- Yo voy Trish, es mi casa.

- Deja la bobada Andre, puedo ir yo.

- Gracias – le respondí mientras caminaba a la cocina.

- Gracias – dijo Beto bajito cuando se fue Trisha.

- Sabes que no tienes nada que agradecer.

- Me regalas otro abrazo – me dijo y no lo dude ni un solo segundo.

- Claro que si – me levante y me senté a su lado a darle el abrazo.

Sentí tan diferente al primero. Creo que el primero no lo pensé, simplemente él estaba mal y se lo di, pero este, sabía que él me lo había pedido y pensé en eso, pensé en el simple hecho de abrazar, en todas las partes que se juntan cuando lo hacemos, en el calor corporal, en las energías que enviamos y en todo lo que pensamos. Pensé en él y en mí. En que me gustaba y en que no debería pensar aquello. En que estaba mal y yo solo era su amiga. Cuando lo solté, quedamos muy cerca y nos miramos fijamente. No podía entender ni imaginar lo que él estaba pensando. Pudieron pasar dos segundos o cinco minutos pero no lo medí. Ni siquiera sabía que pasaba alrededor porque sus ojos eran de un color miel atrayente, profundo, eran luz.

- Traje... - empezó a decir Trisha cuando salió de la cocina. Saltamos y nos separamos rápidamente –... la comida... - término más despacio Trisha - ¿Pasa algo? – pregunto.

- Nada – dijimos los dos al tiempo.

- Oooookkkkkk – dijo poco convencida.

Pero en realidad nada había pasado, simplemente le había dado un abrazo y habíamos estado dos segundos mirándonos, nada más. O eso quería creer.



HOLA PERSONITAS, RELEYENDO ESTE CAPITULO LLORE. ES QUE, UFFFF, CREO QUE ESCRIBO LO QUE QUISIERA TENER PERO NO PUEDO, ASI QUE ME DIO UN POCO DE TRISTEZA, PERO USTEDES NO ESTEN TRISTE, SONRIAN SIEMPRE. BUEN DIA. 

LA VUELTA AL SOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora