Capítulo 27: ¿Estas enferma?

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Enero pasó sin más. Estudiar era lo que más nos importaba ahora. Tuvimos algunas salidas entre los tres y algunas veces invitamos a Sebastián también.

Por nuestra parte también tuve algunas salidas solo con Sebastián, por encima de todo era mi mejor amigo y no podía abandonarlo así el me abandonara a mí. Sus amigos del colegio eran mucho más engreídos así que se la pasaban en cenas y discotecas. Creo que yo era su punto de normalidad.

También tuve algunos planes con mi madre y por fin volvió mi padre de su viaje. Al final le compre un juego de pañuelos que solía colección, no entiendo muy bien por qué. Por su parte, el me trajo varios regalos aunque yo no le hubiera pedido nada, supongo que para rebajar su culpa. Una pulsera de colgantes, un perfume, un nuevo estuche para mi celular y muchooooos dulces, mi debilidad.

Salimos a comer un helado pero no hubo mucha plática, hablar no era lo suyo, ni lo mío en realidad, así que solo caminamos un rato, comimos y volví a mi casa.

Lo que no sabíamos era que Febrero nos iba a sorprender.

Febrero empezó con buenas noticias para Trisha pues a su papá lo ascendieron en su trabajo. Entre todos le hicimos una fiesta de felicitaciones. Toda la vida había trabajado mucho para poder darle una buena vida a su familia y aunque hasta el momento lo había logrado había sido con mucho esfuerzo y dedicación, ahora podría descansar un poco más y estresarse menos por no poder darles todo a sus hijos y esposa.

Era una hermosa familia, entendía a Trisha cuando decía que a veces la acaparaban un poco y que estaban locos de remate pero creo que Humberto y yo a veces sentíamos un poco de envidia, claro que de la buena, con que Trish tuviera su familia completa, que los pudiera disfrutar, que tuviera su hermano, y que lo hubiera visto crecer.

Por mi lado, hablar con papá era toda una aventura, no respondía su celular, se la pasaba viajando y cuando llamaba hablaba más con las personas con las que estaba que conmigo directamente.

Con mamá las cosas iban realmente bien, solíamos comer juntas algunas veces en la semana y a veces los domingos teníamos días de campo o picnics para comer.

Una noche de Febrero llego algo rara a la casa. Yo estaba tratando de estudiar para una prueba de historia en la cocina cuando ella llego. Entro y me saludo, saco una botella de agua y se paró a mirar por la ventana, cosa que hacia cuando estaba realmente pensativa, el jardín solía ser su oasis. Solo que era de noche y no se veía demasiado.

- Mamá ¿estás bien? – no me escucho. Ni siquiera se dio la vuelta, estaba tan inmersa en lo que sea que le preocupara. Me levante de mi silla y fui hasta donde estaba, la abrace por detrás y salto un poco.

- ¿Me hablabas hija?

- Si mamá, hace rato.

- Lo siento – siguió mirando por la venta.

- ¿Ocurre algo?

- No – fue demasiado mordaz.

- Mamá...

- Hija, no ocurre nada.

- Sabes que puedes decirme cualquier cosa en cualquier momento ¿no?

- Claro que si – me dio un beso en la coronilla y se fue.

Durante una semana estuve imaginándome los peores escenarios y hasta los compartí con mis amigos. Los escenarios pasaban de imaginarme que estaba saliendo con una nueva persona y estaba preocupada por mí, hasta que estaba realmente enferma.

LA VUELTA AL SOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora