6. Sargento Barnes

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—Bien, crucemos los dedos para que recuerdes al menos un poco —deseó, cruzando sus dedos hacia arriba.

Bucky la miró.

Los ojos grises e ilusionados de Astlyr lo animaron a que entrara unos pasos más para comenzar a ver la exposición dedicada a Capitán América y sus compatriotas. Bucky suspiró, agachando un poco más la cabeza para cubrir más su rostro bajo la gorra.

Astlyr lo siguió con una cierta distancia, sin perderlo de vista, para que pudiera mirar el museo con calma y en privado, sin presiones. Era mejor darle su espacio y dejarlo pensar y recordar.

Cuando llegó a leer la historia de Steve, frunció el ceño. Astlyr supo que estaba recordando al menos unos fragmentos. Se dirigió al área que hablaba sobre su escuadrón rescatado y después dirigido por el primer vengador. Finalmente, se quedó media hora leyendo y releyendo la breve explicación sobre quién había sido él.

Lo vio caminar con paso rápido hacia la salida y lo siguió hasta un callejón, donde entró casi corriendo. Dio un brinco asustada cuando lo vio golpear la pared y desmoronarla hasta dejar un agujero. Antes de que llamara la atención, corrió a él para detenerlo.

Cuando lo tomó por el brazo natural y Bucky la miró, dejando su puño a punto de golpear el muro otra vez, Astlyr intentó transmitirle calma con todas sus fuerzas. Poco a poco, despertó de su trance al ver un rostro familiar.

—Andando —demandó, al notar su semblante ablandándose.

Bucky obedeció y la siguió, casi pisándole los talones y llevando su cabeza hacia abajo. Tardaron casi una hora en volver al apartamento.

Al abrir la puerta y dejar que fuera Bucky quien le pusiese todos los seguros otra vez, se tendió sobre la cama, de repente sintiéndose exhausta. Suspiró pesadamente, dejando que su cabeza se hundiera poco a poco en la almohada. Cerró los ojos, pero nos los pudo mantener así por mucho, debido a una voz masculina.

—Lamento... lo sucedido.

Se recargó sobre sus codos y lo miró con una ceja alzada. ¿Se estaba disculpando por alterarse al tener recuerdos de su pasado, que una organización le había borrado con el fin de volverlo un asesino? Astlyr pensó que eso era completamente ridículo y sin sentido.

—No tienes que disculparte. Te sucederá de vez en cuando, probablemente. Ya sabes, por los recuerdos. A muchos amnésicos les dan ataques de ansiedad cuando recuerdan algo, creo que a ti te pasó algo similar.

—No le veo lo bueno a eso.

—No digo que alterarte sea bueno, sino el recuperar tus recuerdos.

—Si recordar implica ponerme de esa forma, tal vez lo mejor sea que vaya por mi cuenta —admitió, viéndose rendido.

Cada vez hallaba menos esperanzas de recuperarse.

Astlyr se puso de pie, comprendiendo a dónde iba con eso.

—Si lastimarme es lo que te preocupa, relájate. En caso de no poder calmarte, puedo simplemente convertirme en un ratón y desaparecer de tu visa, o convertirme en una paloma y salir por la ventana.

Se quedó pensando cómo no había podido siquiera herirla en el helicarrier: ella le había apresado el cuello con sus piernas. Sabía cómo escabullirse, igual que un mono escurridizo, y había logrado despertar de su ataque simplemente al reconocerla.

—De acuerdo.

—Bien —respondió contenta, volviendo a sentarse en el colchón—. Entonces, ¿cómo quieres llamarte?

—Bucky —respondió, sin pensarlo, sólo salió de su boca sin aviso.

Ella torció la boca, mirándolo dudosa.

—Como quieras. Yo te diré "James" —decidió, aún con los ojos entrecerrados.

Le gustaba más ese nombre, aunque le sentara más el de "Bucky" por su aspecto desaliñado.

Él rodó los ojos. ¿Para qué le preguntaba, si aun así lo llamaría como ella quisiera? Sin embargo, no le molestó la idea de que le llamase así, así que no le dijo nada.

—Bien, creo que mañana tendremos que ir de compras por unas sábanas y un colchón, pero por hoy te puedo dar las cobijas de la cama para ponerlas en el sillón.

Bucky negó abruptamente.

—No es necesario hacer todo eso. Puedo dormir bien así.

—¿Estás seguro? —preguntó, frunciéndole el ceño.

—Debe ser mejor que el suelo —se encogió de hombros.

—Apuesto a que sí —respondió, tomando una almohada de su cama y tirándola al sillón, donde Bucky dormiría—. Al menos déjame darte la almohada, los cojines no son tan cómodos para dormir. Por cierto, en las mañanas salgo a correr antes de ir al trabajo. Te dejaré las llaves por si necesitas salir, pero procura estar aquí a eso de las tres de la tarde para abrirme.

Bucky asintió mientras se quitaba la chaqueta y la dejaba en la mesita de centro.

—Oh, ese clóset junto a la cama —señaló— puedes usarlo para tus cosas. Yo no lo uso.

La idea de ver el desorden de su mochila y su ropa, donde una lavanda adornaba y perfumaba el apartamento, le desagradaba bastante.

La lavanda era su planta favorita. Aún recordaba muy bien cómo su madre las plantaba y cuidaba con tanto cariño en el jardín de su casa.

Él agradeció en un bisbiseo y tomó sus cosas para dejarlas dentro del clóset.

—¿Qué quieres cenar? Puedo hacer un poco de sopa. La hago deliciosa. Lo siento si te terminas haciendo adicto a ella.

 Lo siento si te terminas haciendo adicto a ella

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