4. Steve Rogers

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—¿Cómo se siente ahora, Capi? —preguntó Astlyr, con una sonrisa cerrada mientras ladeaba la cabeza, mirándolo con inocente burla.

—Mejor. Gracias —contestó, devolviéndole la sonrisa—. Romanoff y Sam me dijeron lo que hiciste... Aunque no sé cómo pudiste sacarme del agua: soy consciente de que no soy ligero —añadió.

Astlyr lo miró con el ceño y los labios fruncidos.

—Capi, no sé qué le hayan dicho, pero yo no lo saqué del río.

Las expresiones en Sam y Steve cambiaron drásticamente.

—¿Qué dices?

—Después de que entré al helicarrier para sacarlo —explicó con calma, sabiendo que lo que diría probablemente causaría un impacto en él—, enfrenté al Soldado, para quitárselo de encima, pero el helicarrier explotó usted cayó. Mi plan era alcanzarlo para sacarlo lo antes posible, pero tragué tanta agua que me desmayé. El Soldado del Invierno me estaba sacando del río cuando desperté.

—¿Estás diciendo que él...? ¿Él nos...?

—Él fue el que nos salvó —afirmó.

—¿Te dijo algo? —interrogó Sam, al ver la mirada escéptica de Steve, incapaz de reaccionar.

—No, lo siento —negó con una mirada de lástima—. Cuando me ayudó a toser toda el agua, volví a desmayarme.

Steve suspiró, decepcionado.

—Puedes tutearme —le pidió, cambiando el tema—. No soy tan mayor.

—Bueno, la última vez que revisé, tener casi cien años entraba en el cuadro de la tercera edad —se burló.

Steve rió un poco.

—Pronto empezarán a salirle arrugas, estoy seguro —bromeó Sam, ganándose más risas de los presentes.

—Así que —habló Fury, llegando por detrás. Los tres miraron al ex director de SHIELD, quien prácticamente había entrado a escena de la nada—... ¿ya has experimentado este tipo de cosas antes?

Astlyr miró a Steve mientras jugaba con el borde de su vestido amarillo primaveral, esperando su respuesta. Nick Fury miraba, a través de sus gafas de sol, la lápida con su nombre y las flores sobre su tumba enterrada. Por suerte, el cementerio se encontraba solo en esos momentos.

—Uno se acostumbra —contestó Steve con ironía.

—Hemos estado extrayendo datos de los archivos de HYDRA —notició Fury—. Parece que muchas ratas no se hundieron con el barco —explicó—. Me voy a Europa esta noche. Quería preguntarle si vendría.

Steve reflexionó unos segundos antes de responder.

—Hay algo que tengo que hacer primero —rechazó cortésmente.

Todos comprendieron que se refería a buscar a su mejor amigo de los años 40, James Buchanan Barnes, ahora conocido como el Soldado del Invierno.

—¿Qué hay de usted, Wilson? —Fury miró a Sam— Podría usar a un hombre con sus habilidades.

—Soy más un soldado que un espía —respondió, declinando la oferta.

—De acuerdo, entonces —relajó los hombros Fury—. Supongo que no necesito preguntarte, Buskerud...

—Lo siento, director —se encogió de hombros—. Ya tengo una vida en Brooklyn y le prometí a Clint que dejaría el espionaje. Se enojará cuando vea las noticias.

Steve alzó sus cejas con curiosidad ante su declaración. Al menos uno de ellos había logrado escapar de esa vida para ser normal. A su parecer, ella era demasiado joven para estar relacionada con tantos riesgos y peligros. Tampoco dejó pasar la mención de Clint Barton, su compañero del equipo Vengadores, pero ya no se sintió muy sorprendido, pues recordaba que también era alguien de confianza para Natasha.

—Bien —asintió Fury. Después dio un apretón de manos a Sam y luego a Steve. Finalmente apoyó su mano en el hombro de Astlyr y le dio un pequeño y amistoso apretón, haciendo que ella sonriese—. Si alguien pregunta por mí, díganle que puede encontrarme aquí mismo —señaló la lápida con su nombre, antes de irse con la cabeza gacha para evitar la atención.

Sólo un segundo después, Natasha llegó por otro lado.

—Siéntete honrado —le dijo a Steve—. De él, eso es lo más cercano a decir "gracias".

—¿No irás con él? —preguntó, acercándose a ella.

—No —contestó sonriente.

—Tampoco te quedarás aquí —afirmó Steve.

—Volé todas mis cubiertas —explicó Natasha—. Debo descubrir una nueva.

—Eso puede tomar un tiempo —lamentó Steve.

—Cuento con ello —admitió con voz suave.

—Ugh, sólo bésense ya —comentó Astlyr en voz baja, logrando que sólo Sam la escuchara y riera entre dientes con ella.

—Esa cosa que pediste —mencionó Natasha—. Cobré algunos favores en Kiev —confesó, tendiéndole uno de los archivos que llevaba en sus manos—. Astlyr.

—Yo no fui —se exaltó, sorprendida de oír que la llamaban. Había estado distraída cuchicheando con Sam, que perdió el hilo de la plática de Natasha y Steve, quienes rieron ante su reacción.

—Fury me pidió que te diera esto —le tendió otros un archivo que llevaba con ella. Era una carpeta roja con su nombre completo y el sello de HYDRA, igual a la que le había dado a Steve—. Salió a la luz con el resto de los secretos de HYDRA.

Astlyr no contestó; sólo tomó la carpeta con cautela, viéndose confundida. A pesar de las miradas curiosas, pegó el archivo a su torso, abrazándolo. No planeaba abrirlo frente a nadie más, sin importar la enorme curiosidad que hormigueaba en su cabeza.

Astlyr ni siquiera notó cuando Natasha la abrazó con cariño, dejando un beso en su frente, y otro en la mejilla de Steve, finalmente yéndose tras haberles pedido que tuvieran cuidado.

Permaneció callada y absorta, tratando de comprender cómo y por qué HYDRA tenía un archivo con su nombre. Sus piernas presentaban la incapacidad de moverse y Steve notó su nerviosismo.

—¿Estás bien?

Astlyr asintió lentamente, sin dejar de mirar a la nada. Murmuró una corta y suave despedida antes de irse caminando poco a poco, apenas logrando levantar sus pies del pasto.

—¿Por qué crees que HYDRA tenía información sobre ella? —interrogó Sam cuando se acercó a Steve, observando cómo Astlyr se iba del lugar con sus brazos abrazando el archivo.

—No lo sé —contestó en un suspiro, con el ceño fruncido por la curiosidad y la confusión en su cabeza—, pero será mejor vigilarla.

—¿Vigilarla?

—Si HYDRA tenía interés en ella, seguramente corre peligro. Es lo menos que puedo hacer después de que me salvó en el helicarrier.

—La tendremos en el radar entonces —concordó Sam.

—La tendremos en el radar entonces —concordó Sam

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