Austin asomó la cabeza y sonrió mientras miraba mi cabello alborotado. — ¿Quieres ir a cenar? —Preguntó.
Carolyn se puso de pie para mirarse en el espejo, pasando sus dedos por su pelo dorado. — Chris quiere visitar el nuevo lugar Mexicano en el centro si ustedes quieren ir.
Austin sacudió la cabeza. — Pensé que Pidge y yo podríamos ir solos esta noche.
— Voy a salir con Drake.
— ¿Otra vez? —dijo, molesto.
— Otra vez —le dije con una voz cantarina.
El timbre de la puerta sonó y me apresuré para abrirla. Drake estaba delante de mí, su rubia cabellera ondulada encima de su recién cara afeitada. — ¿Alguna vez te vez menos que magnifica? —preguntó Drake.
— Basándome en la primera vez que vino aquí, tendré que decir que sí —dijo Austin detrás de mí.
Puse los ojos en blanco y sonreí, levantando un dedo hacia Drake, señalándole que esperara. Me volví y eché los brazos alrededor de Austin. Se puso rígido con sorpresa y luego se relajó, tirando fuertemente de mí hacia él.
Miré a sus ojos y sonreí. — Gracias por organizar mi fiesta de cumpleaños. ¿Puedo tomar un vale para la cena?
Una docena de emociones se desplazaron por la cara de Austin, y entonces, las comisuras de sus labios se elevaron. — ¿Mañana?
Lo abracé y sonreí. — Absolutamente. —Me despedí de él mientras Drake me tomaba de la mano.
— ¿Qué fue eso? —Preguntó Drake.
— No hemos estado llevándonos bien últimamente. Esa fue mi versión de una rama de olivo.
— ¿Debería preocuparme? —preguntó, abriendo la puerta.
— No. —dije sonriendo, besando su mejilla.
En la cena, Drake habló de Harvard, de la Casa y sus planes de buscar un apartamento. Sus cejas se juntaron. — ¿Te escoltará Austin en tu fiesta de cumpleaños?
— No estoy muy segura. No ha dicho nada al respecto.
— Si no le importa, me gustaría llevarte. —Él tomó mi mano y me besó los dedos.
— Le voy a preguntar. La fiesta fue su idea, así que…
—Lo entiendo. Si no, te veré allí. —sonrió.
Drake me llevó al apartamento, aparcando en el estacionamiento. Cuando me beso, sus labios se mantuvieron en los míos. Tiró del freno de mano mientras sus labios viajaron a lo largo de mi mandíbula al oído, y luego hacia mi cuello. Me tomó por sorpresa y dejé escapar un suspiro en respuesta.
— Eres tan hermosa —susurró— He estado distraído durante toda la noche, con tu pelo retirado fuera de tu cuello. —Él repartió besos por mi cuello y exhalé, un gemido escapando con mi aliento.
— ¿Por qué tardaste tanto? —Sonreí, levantando mi barbilla para darle mejor acceso. Drake se enfocó en mis labios. Agarró cada lado de mi cara, dándome un beso un poco más firme que de costumbre. No teníamos mucho espacio en el coche, pero hicimos que el reducido espacio estuviera a nuestro favor. Se apoyó en mí, doblé mi rodilla cuando me dejé caer contra la ventana. Su lengua se deslizó dentro de mi boca y su mano tomó mi tobillo y luego la deslizó a lo largo de mi pierna a mi muslo. Las ventanas se empañaron en minutos con nuestra respiración dificultosa, pegándose en las heladas ventanas. Sus labios rozaron mi clavícula y luego su cabeza se elevó cuando el cristal vibró con varios golpes fuertes. Drake se sentó y yo me enderecé, ajustando mi vestido. Di un salto cuando la puerta se abrió.
Austin y Carolyn estaban al lado del coche. Carolyn tenía una expresión simpática y Austin parecía estar a punto de una rabieta. — ¿Qué demonios, Austin? —Gritó Drake. De pronto, la situación se sintió peligrosa. Nunca había oído a Drake levantar la voz, los nudillos de Austin estaban blancos mientras él apretaba sus manos en puños a los costados—y yo estaba en medio. La mano de Carolyn parecía minúscula cuando la colocó en el voluminoso brazo de Austin, sacudiendo la cabeza hacia Drake en una alerta silenciosa.
— Vamos, _____. Necesito hablar contigo —dijo.
— ¿Sobre qué?
— ¡Sólo ven! —gritó.
Miré a Drake, viendo la irritación en sus ojos. — Lo siento, me tengo que ir.
— No, está bien. Ve.
Austin me ayudó a salir del Porsche y luego pateó la puerta, cerrándola. Me volteé, interponiéndome entre él y el coche, empujando su hombro. — ¿Qué te pasa? ¡Basta!
Carolyn parecía nerviosa. No tomó mucho tiempo saber por qué. Austin olía a whisky; ella había insistido en acompañarlo o él le había pedido que viniera. De cualquier manera, ella era un elemento de disuasión a la violencia. Las ruedas del Porsche de Drake chillaron fuera del estacionamiento y Austin encendió un cigarrillo.
— Puedes entrar, Carly.
Ella tiró de mi falda. — Vamos, _____.