— Yo no he dicho que él lo sea, pero esta poniéndome en una situación segura de seguir sus pasos.
— Austin no te haría eso a ti. Creo que subestimas lo mucho que significas para él. Si tú se lo dices…
— No. No dejamos todo atrás para que todo el mundo aquí me mire como lo hicieron en Wichita. Vamos a centrarnos en el problema en cuestión. Chris está esperándote.
— No quiero hablar de Chris—dijo, frenando hasta detenerse en la luz.
— Él es miserable. Te ama.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y su labio inferior tembló. — No me importa.
— Sí te importa.
— Lo sé —susurró, inclinándose en mi hombro.
Ella lloró hasta que la luz del semáforo cambió, y luego besé su cabeza. — Luz verde.
Ella se sentó recta, limpiándose la nariz. — Fui bastante cruel con él hace rato. No creo que quiera hablar conmigo ahora.
— Hablará contigo. Él sabe que estabas enojada.
Carly limpió su rostro, y luego lentamente cambió la direccional. Me preocupaba tomarme mucho tiempo para convencerla de regresar conmigo, pero Christian bajó la escalera corriendo antes de que ella apagara el motor.
Él abrió bruscamente la puerta del auto, inclinándose a sus pies. — Lo siento mucho, bebé. No debería meterme en lo que no me importa… por favor, no te vayas. No sé qué haría sin ti.
Carly tomó su rostro entre sus manos y sonrió. — Eres un cabrón arrogante, pero todavía te amo.
Chris la besó una y otra vez como si no la hubiera visto en meses, y sonreí por mi trabajo bien hecho. Austin estaba de pie en la puerta, sonriendo mientras yo me dirigía al apartamento.
— Y ellos vivieron felices para siempre —dijo Austin, cerrando la puerta detrás de mí.
Me desplomé en el sofá y él se sentó a mi lado, tirando de mis piernas hacia su regazo.
— ¿Qué haces hoy, Pidge?
— Dormir. O descansar… o dormir.
— ¿Puedo darte tu regalo primero?
Empujé su hombro juguetonamente. — Cállate. ¿Me has traído un regalo?
Su boca se curvó en una sonrisa nerviosa. — No es un brazalete de diamantes, pero pensé que te gustaría.
— Me encanta y aún no lo he visto.
Él levantó mis piernas de su regazo, y luego desapareció hacia el dormitorio de Christian. Arqueé una ceja cuando lo escuché murmurando, y luego salió con una caja. La dejó en el suelo, a mis pies, para abrirla.
— Apresúrate, quiero verte sorprendida —sonrió.
— ¿Qué me apresure? —pregunté, levantando la tapa.
Mi boca cayó abierta cuando un par de grandes ojos negros miró hacia mí.
— ¿Un perrito? —grité, llevando mis manos dentro de la caja. Levanté el oscuro bebé de cabello rizado hacia mi cara, y cubrió mi boca con cálidos y húmedos besos.
Austin sonrió radiante, triunfante. — ¿Te gusta él?
— ¿Él? ¡Lo amo! ¡Tengo un perrito!
— Es un Cairn Terrier. Tuve que manejar tres horas para recogerlo después de clases el jueves.
— Entonces, cuando dijiste que fuiste con Chris en su auto para comprar…
— Fuimos a conseguir tu regalo —asintió.
— ¡Él es muy inquieto! —reí.
— Toda chica de Kansas necesita un Toto —dijo Austin, ayudándome a mantener a esa pequeña bola de pelos en mí regazo.
— ¡Él parece como Toto! Así es como voy a llamarlo —dije, arrugando mi nariz hacia el inquieto perrito.
— Puedes tenerlo aquí. Yo me encargaré de él cuando vuelvas a Morgan —su boca se curvó en una media sonrisa— Y eso me asegurara de que vengas a visitarlo varias veces al mes.
Apreté mis labios juntos. — Hubiera regresado, de todas maneras, Austin.
— Haría cualquier cosa por volver esa sonrisa en tu rostro ahora mismo.
— Creo que necesito una siesta, Toto. Si, tú también —susurré al cachorro.
Austin asintió, tirando de mí hacia su regazo, y luego levantándose conmigo en sus brazos. Con dificultad, él cerró las cortinas, y luego se dejó caer sobre su almohada.
— Gracias por quedarte conmigo anoche —dije, acariciando la suave piel de Toto— No tenías por que dormir en el suelo del baño.
— Anoche fue una de las mejores noches de mi vida.
Me giré para ver su expresión. Cuando vi que él hablaba en serio, le disparé una mirada dudosa. — ¿Dormir entre un retrete y la bañera y en el frío y duro piso con una idiota vomitando fue una de tus mejores noches? Eso es triste, Austin.
— No, sentado contigo cuando estabas enferma, y tú durmiendo en mi regazo fue una de mis mejores noches. No fue cómodo, no dormí casi nada, pero estuve en tu decimonoveno cumpleaños contigo, y realmente eres dulce cuando estás borracha.
— Estoy segura que entre eructando y vomitando fui muy encantadora.
Él se acercó a mí, acariciando a Toto, quien estaba acurrucado en mi cuello. — Eres la única mujer que conozco que aún se ve increíble con la cabeza dentro del inodoro. Eso es mucho decir.
—Gracias, Austin. No haré que seas mi niñera otra vez.
Se apoyó contra su almohada. — Como sea. Nadie puede sostener tu cabello hacia atrás como yo.
Reí y cerré los ojos, dejándome caer en la oscuridad.