capitulo 118

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— ¿Cuándo? —Me encogí de hombros.
—Podemos fijar un vuelo para mañana. Son las vacaciones de primavera. No tengo nada para mañana. ¿Y tú?
—Yo me encargaré de todo —dijo él, alcanzando su teléfono—. American Airlines —dijo él, observando mi reacción de cerca mientras estaba al teléfono—. Necesito dos boletos para Las Vegas, por favor. Mañana, humm. —Me miró, esperando a que cambiara de opinión—. Dos días, ida y vuelta. Lo que tenga.
Descansé mi mejilla contra su pecho, esperando a que terminara de reservar los boletos. Cuanto más tiempo le permití quedarse en el teléfono, más amplia se hacía su sonrisa.
—Sí, uh, espere un minuto —dijo él, apuntando a su billetera—. Podrías alcanzar mi tarjeta, Pidge? —Él espero nuevamente por mi reacción.
Con mucho gusto me incliné, saqué su tarjeta de crédito de su billetera y se la entregué.
Austin leyó los números para el agente, mirándome después de terminar cada serie. Cuando le dio la fecha de vencimiento, él apretó los labios.
—Er, sí señora. Los recogeremos en el mostrador. Gracias.
Me dio su celular y me senté en la mesa de noche, esperando a que hablara. — Me acabas de pedir que me case contigo —dijo él, aun esperando que yo admitiera algún tipo de truco.
—Lo sé.
—Ese es un asunto real, sabes. Sólo pedí dos boletos para mañana temprano. Entonces eso significa que nos casaremos mañana en la noche.
—Gracias. —Sus ojos se achicaron.
—Vas a ser la Señora Mahone cuando empieces las clases el lunes.
—Oh —dije, mirando a todas partes.
Austin levantó una ceja.
— ¿Tienes dudas?
—Tendré que cambiar serios papeles la próxima semana.
Él asintió con lentitud, con una esperanza cautelosa.
— ¿Te vas a casar conmigo mañana? —Sonreí.
—Uh huh.
— ¿Hablas en serio?
—Sip.
— ¡Te amo, maldita sea! —Agarró cada lado de mi cara, cerrando sus labios con los míos—. Te amo demasiado, Pigeon —dijo él, besándome una y otra vez.
—Sólo recuerda que en cincuenta años todavía estaré pateando tu trasero en el Póker —bromeé.
Él sonrió triunfante.
—Si significan sesenta o setenta años contigo, nena… tienes todo mi permiso para hacer lo que quieras.
Levanté una ceja.
—Tú no quisiste decir eso.
— ¿Quieres apostar?
Apareció en mi rostro la sonrisa más perversa que pude hacer.
— ¿Estás lo suficientemente confiado como para apostar la brillante moto que está afuera?
Sacudió su cabeza, una expresión seria reemplazando la sonrisa burlona que tenía unos segundos antes.
—Pondría todo lo que tengo en tus manos. No me arrepiento de ningún segundo contigo, Pidge, y nunca lo haré.
Le tendí la mano y él la tomó sin vacilar, agitándola una vez y luego llevándola a su boca, y presionando sus labios tiernamente contra mis nudillos. La habitación estaba en silencio, sus labios dejando mi piel y el aire que escapa de sus pulmones era el único sonido.
—___ Mahone —dijo, con una sonrisa radiante a la luz de la luna.
Apreté mi mejilla contra su pecho desnudo.
—Austin y ___ Mahone. 
— ¿Anillo? —dijo él, frunciendo el ceño.
—Nos preocuparemos de los anillos después, bebé. En cierto modo te arrojé esto encima.
—Uh… —se interrumpió, observando a que reaccionara de la forma que él esperaba.
— ¿Qué? —dije, sintiéndome tensa.
—No te enojes —dijo mientras se movía nervioso. Su agarre apretado a mí alrededor—. Yo… como que ya me hice cargo de esa parte.
— ¿Qué parte? —dije, estirando mi cuello para mirarle la cara.
Se quedó mirando el techo y suspiró.
—Vas a enloquecer.
—Austin…
Fruncí el ceño mientras él alejaba un brazo de mí, agarrando el cajón de la mesita de noche. Él toqueteó adentro por un momento y yo soplé el flequillo húmedo fuera de mis ojos.
— ¿Qué? ¿Compraste más condones? 

somos un bonito desastre... Austin Mahone y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora