Él levantó las manos y se encogió de hombros.
— Creo que me he metido en un lío, nena. Tu viejo padre necesita un poco de dinero.
Cerré los ojos. — ¿Cuánto?
— Estaba haciendo relativamente bien, realmente lo estaba. Sólo tenía que pedir un granito de arena para salir adelante… y ya sabes.
— Lo sé —le espeté— ¿Cuánto necesitas?
— Veinticinco.
— Mierda, Mick, ¿Dos mil quinientos? Si te largas en este mismo instante… Yo te los daré. —dijo Austin, sacando su cartera.
— Se refiere a veinticinco mil. —dije, mirando a mi padre.
Los ojos de Mick se dirigieron a Austin. — ¿Quién es este payaso?
La mirada de Austin se deslizó lejos de su cartera y sentí su peso en mi espalda luchando por contenerse.
— Puedo ver, ahora, por qué un hombre como tú se ha reducido a pedirle a su hija por un préstamo.
Antes de que Mick pudiera hablar, saqué mi teléfono celular. — ¿A quién le debes en esta ocasión, Mick?
Mick se rascó el pelo canoso. — Bueno, es una historia divertida, Cookie…
— ¿A quién? —Grité.
— Benny. —Mi boca se abrió y di un paso atrás, hacia Austin.
— ¿Benny? ¿Le debes a Benny? ¿Qué demonios es…? —Respiré, no tenía sentido— No tengo esa cantidad de dinero, Mick.
Él sonrió. — Algo me dice que sí.
— ¡Bien, no lo tengo! ¿Realmente lo has hecho, esta vez, no? ¡Sabía que no pararías hasta que terminaras muerto!
Se removió, la sonrisa de satisfacción desapareciendo de su rostro. — ¿Cuánto tienes?
Apreté la mandíbula. — Once mil. Estaba ahorrando para un coche.
Los ojos de Carly se lanzaron a mi dirección. — ¿De dónde has sacado once mil dólares, ____?
— De las peleas de Austin. —dije, con los ojos clavados en Mick.
Austin tiró de mí para mirarme a los ojos. — ¿Has obtenido once mil de mis peleas? ¿Cuándo estabas apostando?
— Tony y yo tenemos un acuerdo. —dije, sin preocuparme ante la sorpresa de Austin.
Los ojos de Mick se animaron repentinamente.
— Puedes duplicar eso en un fin de semana, Cookie. Puedes conseguirme los veinticinco para el domingo, y Benny no enviará a sus matones por mí.
Sentía la garganta seca. — Me dejará sin nada, Mick. Necesito pagar por la escuela.
— Oh, puedes conseguirlo de nuevo en muy poco tiempo. —dijo, agitando su mano con desdén.
— ¿Cuándo es la fecha límite? —Le pregunté.
— El lunes. A la medianoche. —dijo, sin complejos.
— No tienes que darle una jodida moneda de diez centavos, Pigeon —dijo Austin, tirando de mí brazo.
Mick me agarró de la muñeca. — ¡Es lo menos que puedes hacer! ¡No estaría en este lío si no fuera por ti!
Carly le dio una palmada en la mano y luego lo empujó. — ¡No te atrevas a comenzar esa mierda de nuevo, Mick! ¡Ella no te obligó a pedirle dinero prestado a Benny!
Mick me miró con odio en sus ojos. — Si no fuera por ella, yo tendría mi propio dinero. Me arrebataste todo lo que era mío, ____. ¡No tengo nada! —Pensaba que el tiempo y la distancia lejos de Mick disminuirían el dolor que con llevaba ser su hija, pero las lágrimas en mis ojos me decían lo contrario.
— Voy a reunir el dinero de Benny para el domingo. Pero cuando lo haga, quiero me dejes en paz. No haré esto otra vez, Mick. A partir de ahora, estás por tu propia cuenta, ¿Me oyes? Mantente. Alejado.
Él apretó sus labios y luego asintió. — Como tú digas, Cookie.
Me di la vuelta y me dirigí hacia el coche, escuchando a Carly detrás de mí.
— Hagan sus maletas, chicos. Nos vamos a Vegas.