capitulo 119

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Él rio una vez.
—No, nena. —Sus cejas se juntaron cuando hizo más esfuerzo para alcanzar algo en el cajón. Una vez que encontró lo que él estaba buscando, su enfoque cambió y él me miró mientras sacaba una pequeña cajita de su escondite secreto.
Miré hacia abajo mientras colocaba la pequeña cajita cuadrada de terciopelo sobre su pecho, y descansó su cabeza sobre su brazo.
— ¿Qué es eso? —pregunté.
— ¿Qué es lo que parece?
—Está bien. Déjame volver a decir la pregunta… ¿Cuándo conseguiste eso?
Austin inhaló, y mientras lo hacía, también la cajita rosa con su pecho, y sentí cuando espiró el aire de sus pulmones.
—Hace un tiempo.
—Austin…
—Sólo lo vi un día… y supe que sólo había un lugar al que podía pertenecer… en tu perfecto dedo meñique.
— ¿Un día, cuándo?
— ¿Importa? —rebatió. Se retorció un poco, y yo no podía dejar de reír.
— ¿Puedo verlo? —Sonreí, repentinamente sintiéndome un poco mareada.
Sonrió también, y miró la caja.
—Ábrelo.
La toque con un dedo, sintiendo el exuberante terciopelo debajo de mi yema. Agarré el sello de oro con las dos manos, poco a poco fui tirando de la tapa para abrirla, hasta que un destello me llamó la atención. Y cerré la tapa.
— ¡Austin! —me lamenté.
—Sabía que ibas a enloquecer —dijo, sentándose y poniendo sus manos sobre las mías.
Podía sentir la caja presionando contra las palmas de mis manos, sintiendo como si fuera una granada espinosa que podía detonar en cualquier momento. Cerré los ojos y sacudí la cabeza.
— ¿Es que estás loco?
—Lo sé, sé lo que estás pensando, pero tenía que hacerlo. Era único. ¡Y tenía razón! No he visto uno así que sea tan perfecto como este.
Mis ojos se abrieron y en lugar del ansioso par de ojos que me esperaba, él estaba lleno de orgullo. Gentilmente él levantó la tapa de la caja con sus manos, y tiró el anillo de la pequeña ranura que lo mantenía en su lugar.
El gran diamante redondo brillaba aún en la penumbra, captando la luz de la luna en todas sus facetas.
—Es… Dios mío, es increíble —le susurré mientras tomaba mi mano izquierda en la suya.
— ¿Puedo ponerlo en tu dedo? —preguntó, mirándome.
Cuando asentí, él presionó sus labios, deslizando la banda de plata por mi dedo, sosteniéndolo en el lugar por un momento y luego soltándolo—Ahora es increíble.
Ambos observamos mi mano por un momento, igualmente sorprendidos por el contraste del gran diamante puesto en mi pequeño y delgado dedo. La banda se extendió por la parte inferior de mi dedo, partiéndose en dos en cada lado hasta que se juntaba y hacían una, diamantes más pequeños revestían cada franja de oro blanco.
—Tú pudiste haber pagado la cuota inicial de un auto con esto —dije en voz baja, incapaz de inculcar ninguna fuerza en mi tono de voz. Mis ojos siguieron a mi mano mientras Austin se la llevaba a los labios.
—Me había imaginado cómo se vería en tu mano un millón de veces. Ahora que está ahí…
— ¿Qué? —sonreí, observando cómo miraba mi mano con una sonrisa emocionada.
Miró hacia mi rostro.
—Pensé que iba a tener que sudar cinco años antes de sentirme de esta manera.
—Lo quería tanto como tú. He tenido un infierno con la cara de póquer. —Sonreí al presionar mis labios contra los suyos.

somos un bonito desastre... Austin Mahone y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora