Reí contra su boca, y me giró a mi espalda. Introdujo su dedo por entre la delicada cinta atada en mi hombro y la deslizó por mi brazo, besando la piel que dejaba atrás.
— ¿Por qué yo, Austin?
Se inclinó hacia atrás, buscando mis ojos. — ¿A qué te refieres?
— Has estado con todas estas mujeres, negándote a sentar cabeza, negándote siquiera a recibir un número de teléfono… Entonces, ¿por qué yo?
— ¿De dónde viene esto? —Preguntó, su dedo acariciaba mi mejilla.
Me encogí de hombros. — Tengo curiosidad.
— ¿Por qué yo? Tienes a la mitad de los hombres de Eastern solamente esperando que yo meta la pata.
Arrugué la nariz. — Eso no es verdad. No cambies el tema.
— Claro que es verdad. Si yo no hubiera estado detrás de ti desde el principio, tendrias a más que Drake Harris siguiéndote a todos lados. Él solamente es demasiado engreído como para tenerme miedo.
— ¡Estás evitando mi pregunta! Y pobremente, debo añadir.
— ¡De acuerdo! ¿Por qué tú? —En su cara se asomó una sonrisa, y rozó mis labios con los suyos— Sentí algo por ti desde aquella primera pelea.
— ¿Qué? —Dudé.
— Es cierto. ¿Tú en esa chaqueta llena de sangre? Te veías absolutamente ridícula. —Rió.
— Gracias.
Su sonrisa se desvaneció. — Fue cuando me miraste. Ese fue el momento. Tenías los ojos bien abiertos, tu mirada inocente… sin pretensiones. No me miraste como si fuera Austin Mahone—dijo, rodando los ojos a sus propias palabras— me miraste como si yo fuera… una persona, supongo.
— Noticia de última hora, Austin. Tú eres una persona.
Sacudió el flequillo de mi cara. —No, antes de ti, Chris era el único que me trataba como cualquier otro. Tú no te pusiste toda rara ni coqueteaste, ni pasaste los dedos por el cabello. Tú me viste a mí.
— Fui una completa perra contigo, Austin.
Besó mi cuello. — Eso fue lo que cerró el trato.
Deslicé mis dedos por su espalda hasta llegar adentro de sus bóxers. — Espero que esto se vuelva viejo pronto. No me veo a mí misma cansándome nunca de ti.
— ¿Lo prometes? —Preguntó sonriendo. Su teléfono sonó en la mesa de noche, y lo llevó a su oído. — ¿Sí? ¡Demonios, no! Tengo a Pidge aquí conmigo. Nos arreglamos para ir a la cama… Cierra la boca, Jey, eso no es gracioso… ¿En serio? ¿Qué hace en la ciudad? — Me miró y suspiró— De acuerdo, estaremos allí en media hora… Me escuchaste, imbécil. Porque no voy a ningún lugar sin ella, es por eso. ¿Quieres que te rompa la cara cuando llegue? —Austin colgó y sacudió la cabeza.
Levanté una ceja. — Esa fue la conversación más extraña que he escuchado.
— Era Jeydon. Jason está en la ciudad y hay noche de Póker en casa de mi papá.
— ¿Noche de Póker? —Tragué.
— Sí, usualmente toman todo mi dinero. Esos bastardos tramposos.
— ¿Voy a conocer a tu familia en treinta minutos?
Miró su reloj. — Veintisiete minutos para ser exactos.
— ¡Oh Dios mío, Austin! —Chillé, saltando de la cama.
— ¿Qué estás haciendo? —Suspiró.
Revoloteé el closet y saqué un par de jeans, saltando de arriba abajo para ponérmelos, y luego tiré de mi pijama hacia a arriba, tirándoselo a la cara de Austin. — ¡No puedo creer que sólo me dieras veinte minutos de anticipación antes de conocer a tu familia! ¡Podría matarte ahora mismo!
Se quitó mi pijama de la cara y rió de mi desesperado intento por lucir presentable. Tomé una camisa de cuello en V y la puse en su lugar, luego corrí al baño, cepillándome los dientes y pasando un cepillo por mi pelo. Austin caminó detrás de mí, completamente vestido y listo, y rodeó sus brazos por mi cintura.
— ¡Soy un desastre! —Me quejé, frunciendo hacia el espejo.
— ¿Te das cuenta de lo hermosa que eres? —Preguntó, besándome el cuello. Resoplé, volviendo al cuarto a ponerme un par de tacones, luego tomé la mano de Austin quien me guió a la puerta. Me detuve, subiendo el cierre de mi chaqueta y agarrando mi pelo en un moño suelto, preparándolo para el viaje a la casa del padre de Austin.
— Cálmate, Pidge. Son sólo un grupo de chicos sentados alrededor de una mesa.
— Esta la primera vez que voy a ver a tu papá y a tus hermanos… todos al mismo tiempo… ¿Y quieres que me calme? —dije, subiéndome a la moto detrás de él.
Torció su cuello, tocando mi mejilla mientras me besaba. — Te van a amar, justo como yo lo hago.
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