Capítulo 20
20- «Llevo más de tres meses sin saber nada de ti. Has desaparecido y no he podido volver a ver a Remus. Oí que James y Lily han muerto, Sirius, pero no sé nada de ti. Absolutamente nada. No entiendo qué sucede aún, sólo quiero que vuelvas. Nunca voy a dejar de esperarte, Sirius Black. Nunca. Te amo.»
-De Leah para Sirius, 20 de febrero de 1982.
Las lágrimas cayeron por las mejillas de Hermione en cuanto leyó la última frase que Leah le había dedicado a Sirius. Sintió que su alma se rompía, como si ella misma fuera Leah, una pobre joven que de un día para otro había perdido a la persona con la que compartía su corazón.
A fin de cuentas, eso también le había sucedido a ella, ¿no? Un día, Fred se había ido. Lo habían matado y ya nunca volvería. Era desgarrador.
La joven dobló la carta cuidadosamente y la introdujo en su sobre, contemplando el resto de cartas que ya había abierto y que también guardaba con celo en esa pequeña carpeta. Ya había acabado: la historia de Leah y Sirius terminaba en esa carta: Leah diciendo «te amo» sin saber si él volvería, sin saber donde estaba. Si al menos alguien le hubiera hablado sobre Azkaban, si hubiera tenido idea de que Sirius había escapado de la prisión cuatro años antes...
—Cariño, ¿estás bien?
Hermione se apresuró a guardar la carpeta en su mochila cuando su madre entró a su habitación sin llamar. Se secó las lágrimas con rapidez y fingió una sonrisa.
—Sí, mamá. Estoy muy bien.
Su madre, Anne Jane Granger, era muy parecida a ella: baja, con el cabello muy rizado y unos ojos castaños y vivos enmarcados por largas pestañas y unas cejas muy definidas.
Anne se sentó sobre la cama de su hija y contempló a Hermione durante unos segundos. Sus ojos enrojecidos y su expresión pensativa le decían que algo sucedía, pero Hermione no hablaría de eso, lo tenía claro. Hacía años que había aprendido que existían ciertas cosas que ella jamás compartiría ya con su hija. No podría ayudarla nunca más con los deberes de la escuela, ni acompañarla el día de su graduación o ayudarla a buscar un trabajo. Su hija era una bruja y ella no formaba parte de ese mundo mágico y emocionante que la rodeaba.
Aun así, Anne lo había aceptado y vivía con ello día a día desde hacía siete años. Henry y ella debían ver a su hija como lo que realmente era: una muchacha increíble, tanto que había nacido siendo mágica.
—Hermione, mi vida —susurró, componiendo una sonrisa cálida—. Puedes contarme cualquier cosa, ¿lo sabes? Puede que no lo entienda bien, pero siempre voy a apoyarte.
—Muchas gracias, mamá —respondió en voz baja Hermione.
—¿Es por Harry o Ron? —insistió Anne una vez más—. O ese chico tan molesto de Slytherin, Malfoy. ¿Te ha hecho algo esta vez?
Años atrás, Hermione siempre había regresado a casa durante las vacaciones con miles de cosas que contar sobre Malfoy: desde cuando la había empujado o insultado en la visita a Hogsmeade hasta las miradas de odio que le dirigía en Defensa contra las Artes Oscuras.
—No es Malfoy, mamá. Tengo dieciocho años, las cosas ya no son iguales con él.
—¿Y qué importa la edad que tengas, Hermione? La gente que es verdaderamente insoportable a los doce años lo sigue siendo a los cuarenta. Te lo aseguro.
Ese comentario hizo reír a Hermione, que se sintió muy cercana a su madre en esos momentos. Había mil cosas que no podía contarle ni a ella ni a su padre, no quería que temieran por ella ni que se sintieran inseguros por su culpa. Trataba de no hablarles nunca de Lord Voldemort ni de la guerra que cada vez se volvía más sangrienta entre ellos.
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La estrella más oscura. §Dramione§
FanfictionEn mitad de la guerra contra Voldemort, Hermione Granger encuentra en la habitación de Sirius Black unas cartas que el mago recibió cuando era joven y que desvelan su relación con una joven muggle. Hermione investiga estas cartas y trata de encontra...