(Paréntesis muy rápido para recordaros que ni Hermione ni Draco son hijos de Leah y Sirius, eso no puede ser).
Capítulo 55.
Las lágrimas velaban su rostro, pero Ron las apartaba de su rostro con rabia cuando entró a su habitación, con la punta de su varita desprendiendo un halo de luz azulado. Caminó hasta la cama de Harry y ni siquiera tuvo que despertarlo, pues su amigo se giró hacia él en cuanto lo escuchó aparecer.
—Ron, ¿qué ha pasado? —preguntó Harry, entornando los ojos, pues no podía ver bien sin sus gafas.
—Vístete —dijo Ron en solo una palabra.
Potter no entendía qué estaba sucediendo, pero la urgencia en su tono de voz le daba a entender que ese no era un momento para ponerse a hacer preguntas ni a conversar. Harry se bajó de la cama, se colocó sus gafas y, en menos de un minuto, se vistió rápidamente.
—Hablemos abajo —dijo Ron en voz baja—. Coge tu varita, porque la vas a necesitar.
Lo que Astoria le había dicho a Ron tenía que haber sido increíble, pues a Harry no se le escapaba que el pecoso rostro de su amigo estaba surcado por las lágrimas.
—Nox —susurró Ron, y la luz que provenía de su varita desapareció.
En penumbra, los dos salieron de la habitación, dejando al resto de sus compañeros durmiendo en sus respectivas camas, como si nada hubiera pasado. Y es que, en realidad, nada sucedía para ellos. Todo eso era asunto de Harry y de Ron, exclusivamente. Caminaron en total oscuridad hasta llegar a la sala común de Gryffindor, donde la chimenea iluminaba la estancia durante las veinticuatro horas del día.
—Necesitamos llamar a Hermione —dijo Ron.
—Pero, ¿qué está sucediendo? —Harry aún no entendía nada.
—Te lo contaré todo en cuanto Hermione esté aquí. Es... es complicado.
—¿Y cómo vamos a hacerlo?
Los alumnos de Hogwarts no podían acceder al dormitorio de las alumnas, un hechizo ancestral se lo impedía, haciendo que la escalera que conducía al dormitorio femenino se convirtiera en una rampa cada vez que uno de los alumnos intentaba colarse dentro. ¿Cómo iban a llegar hasta Hermione?
—Lo haré volando —decidió Harry—, llegaré a la ventana de Hermione con mi escoba.
Ron asintió con la cabeza, taciturno. Su mente no dejaba de dar mil vueltas, tratando de encontrar una solución a ese inmenso problema en el que se encontraba metido ahora. Habría preferido algún método más inmediato para poder llamar a su amiga, necesitaban salir de Hogwarts cuanto antes y, volando, alguno de los alumnos de Gryffindor se despertaría: tanto en la habitación de los chicos como en la de las chicas.
Fue entonces cuando la puerta de la sala común se abrió y una niña de primer curso entró, tratando de no hacer ruido. Era pequeña y morena, con los ojos verdes y el rostro ruborizado. Era evidente que no debía estar fuera de su dormitorio a las dos de la mañana, pero esa pequeña bruja parecía ser tan buscalíos como siempre lo habían sido Harry, Ron y Hermione.
La niña pareció aterrorizada en el momento en el que los encontró allí. No en vano, Ron era prefecto de Gryffindor y su presencia en ese lugar podría traerle muchos problemas... pero, en lugar de echarle la bronca y comenzar a dictarle las mil y una normas que los alumnos de primer año debían seguir, Ron se acercó a ella sin mediar palabra. La alumna empezó a temblar.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó.
—Stella... Stella Gordon —respondió ella.
Harry y Ron compartieron una mirada cómplice, después, Harry se acercó también. Le sacaba varios centímetros de altura, a pesar de que él mismo no era demasiado alto. Fijó sus ojos verdes en ella.
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La estrella más oscura. §Dramione§
FanfictionEn mitad de la guerra contra Voldemort, Hermione Granger encuentra en la habitación de Sirius Black unas cartas que el mago recibió cuando era joven y que desvelan su relación con una joven muggle. Hermione investiga estas cartas y trata de encontra...