En mitad de la guerra contra Voldemort, Hermione Granger encuentra en la habitación de Sirius Black unas cartas que el mago recibió cuando era joven y que desvelan su relación con una joven muggle. Hermione investiga estas cartas y trata de encontra...
Os dejo en multimedia un pequeño montaje de Sirius que hice el otro día y me encaaaaanta <3
Capítulo 27
Noviembre de 1981.
La oscuridad en esa celda era casi total, tan sólo un pequeño rayo de luz se colaba entre las piedras que construían ese enorme muro. Sirius escuchaba el mar, olas se rompían al golpearse contras las paredes de ese inhóspito edificio en el que él se encontraba: Azkaban.
Nunca imaginó acabar ahí. Jamás, ni por un solo instante, se había planteado que algún día tendría que ir a esa horrible cárcel mágica custodiada por las criaturas más malévolas que existían.
¿Por qué estaba allí? No lo entendía. Él había sido fiel a la Orden, había luchado contra Voldemort hasta el final y, de repente... todo había dado un giro. Sus dos mejores amigos, James y Lily, habían muerto y él había sido acusado de matarlos. ¡ÉL, que habría dado su vida mil veces por salvar a cualquiera de ellos!
Por enésima vez desde que había llegado a ese lugar, Sirius Black se dejó caer en el triste suelo de su celda y comenzó a sollozar. Ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba allí, quizás horas o quizás días. El tiempo no pasaba en Azkaban y la fría presencia de los dementores fuera de su celda le helaba la sangre.
Cerró los ojos, preguntándose qué había hecho mal en su vida para recibir ese destino.
—Todo —se contestó a él mismo—, supongo que lo he hecho todo mal. He sido una decepción para todos desde el primer momento en el que llegué a este mundo. Ni siquiera he podido salvar a James y a Lily, ni siquiera...
Su garganta se contrajo y sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Le había fallado a demasiada gente, pero en especial a ella: a Leah. El amor de su vida, la mujer que lo había aceptado siendo una ruina como mago y un desastre como persona. Se moría por abrazarla, respirar el olor de su pelo y susurrarle al oído que pronto podrían huir juntos y casarse en Sudamérica o vivir felices en Australia.
—Pronto, Leah —susurró en esa celda, y el propio sonido de su voz llenó el ambiente—. Pronto descubrirán que yo no soy culpable y me liberarán. Nos veremos, volveremos a estar juntos y nadie nos separará otra vez.
Sirius Black ni siquiera llegaba a imaginarse en ese momento que eso no sucedería. Tampoco sabía aún que tendría que pasar más de doce años en esa prisión antes de poder escaparse y regresar a Londres.
Y si algo estaba claro era que Sirius se habría muerto en ese mismo instante si hubiera sabido la realidad: que jamás iba a volver a ver a Leah.
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