Capítulo 26.

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Capítulo 26

26- «¿Secretos? ¿Qué te hace pensar que los guardo? Te contaré todo a su debido tiempo, Leah, mientras tanto... ¿tienes algo que hacer el viernes?»

De Sirius para Leah. 10 de Agosto de 1978.

...

Los segundos caían, pesados. Draco, sentado sobre su cama, movía su varita apuntando hacia el techo con gesto monótono. De vez en cuando provocaba que de la punta del pedazo de madera salieran chispas azules y verdes, dibujaba figuras imaginarias que se convertían en magia en sus manos.

La magia era aquello que tanto diferenciaba a los magos de los muggles. Un poder que vivía dentro de los seres mágicos como él, que podía ser controlado a su antojo para usarse como arma... o como herramienta.

Se giró hacia la joven que permanecía tumbada en el otro lado de la cama. Varios sobres estaban esparcidos sobre el colchón y Hermione sujetaba entre sus finos dedos una carta escrita por Sirius. La leía vorazmente, sin perderse un detalle, al igual que había hecho con el resto de misivas.

Desde su posición, Draco sólo alcanzaba a ver su espalda: el arco de su cuello y el cabello reposando sobre sus sábanas negras. Esas ropas que se adaptaban al cuerpo delgado de la joven, que se amoldaban a sus curvas. Una idea rondaba la mente de Draco constantemente: ¿cómo no iba a ser mágica esa joven? Hermione Granger, nacida de muggles, pero con una fuerza y un poder inmenso en su interior. Ella le había desafiado mil veces desde que se conocieran, lo había golpeado, hechizado y gritado sus verdades a la cara más veces de las que recordaba.

—¿Cómo no vas a ser mágica? —susurró de forma inaudible.

Y de pronto le preocupó que ella pudiera haberle escuchado. Se quedó parado unos segundos, tratando de percatarse de algún cambio en la postura de Hermione o cualquier gesto que pudiera delatar que lo había escuchado... entonces reparó en la respiración rítmica de la joven, que permanecía quieta y aparentemente relajada. Y supo que Hermione Granger se había quedado dormida en su cama mientras leía una de esas cartas.

Lo último que había esperado era eso: Hermione Granger en su cama... aunque, desde luego, había varias formas de estar en la cama de alguien y esa era, probablemente, la más inocente de todas.

Pensó en dormirse también. A través de la ventana se veía que comenzaba a amanecer y estaba seguro de que serían ya cerca de las seis y media de la mañana... pero supo al instante que no podría hacerlo. No lograría quedarse dormido con ella ahí, a su lado. Su olor se pegaría a su cama y permanecería ahí todo el día, estaba convencido.

—¿Qué diría Potter si supiera que estás aquí? —dijo con malicia.

Después, una voz en su cabeza jugó en su contra esbozando unas palabras parecidas: «¿Qué haría tu tía Bellatrix si supiera que ella está aquí?».

Con cuidado se puso en pie y tomó una manta color verde botella de uno de los sillones de su cuarto, justo al lado de una enorme estantería con más de doscientos libros. Se acercó con la manta entre los dedos hasta llegar a su cama y ahí, sin todavía dar crédito a lo que él mismo hacía, cubrió a Hermione Granger con ella. La joven, entre sueños, pareció agradecer su gesto, pues sonrió y se apretujó contra la tela con un suspiro de satisfacción.

Verla ahí, tan frágil, le recordó un momento muy bajo de su propia vida. Aquella ocasión en la que esa nacida de muggles le había reconfortado después de que la Marca Tenebrosa pareciera ir a matarlo de dolor. Quiso borrar ese recuerdo de su mente inmediatamente, porque le daba vergüenza y le hacía sentir débil.

La estrella más oscura. §Dramione§Donde viven las historias. Descúbrelo ahora