¿Alguna vez han experimentado la parálisis del sueño? ¿Han escuchado de ella? Esa en la que según estás soñando y no puedes moverte en lo absoluto; una de las teorías sobre este fenómeno es qué hay un espíritu, o demonio, Incubus, lo llaman... creo. Como sea, este espíritu/demonio, se sube encima de ti, sentándose sobre tu cuerpo inerte que disfrutaba de un buen momento de descanso, y no te deja moverte, respirar, ni siquiera hablar para pedir auxilio, tienes que comenzar a hacer grandes esfuerzos para respirar, etc, etc.
Incubus. Recuerden ese nombre. Googleenlo si alguna vez experimentan esto.Un momento, ¿tienen hermanos? Si la respuesta es sí, no lo googleen, olvídense de Incubus, no lo molesten, el pobre quizá ni siquiera está encima de ti, está encima de otro.
—Storm, quítate de encima. —balbuceo adormilado, tratando inútilmente empujar a mi hermano.
—¡Gracias a dios despiertas! —exclama dejándose caer junto a mí—. No sabía cuánto más podría aguantar ahí sentado, me estaba entumiendo.
—Regresa a tu cama. —murmuro e intento empujarlo fuera con el pie.
—Saint Cyr es tarde.
Abro un ojo y le echo un vistazo al reloj/alarma dispuesto en mi mesa de noche junto a la cama. Impongo más presión y fuerza en el pie hasta que logro tirar sus piernas.
—Son las seis, Storm, tengo clase hasta las diez.
—Pues yo no, y no puedo regresar por ti. Así que arriba, arriba, hueles a basurero. —veo su sombra borrosa moverse alrededor de la habitación y dirigirse hasta su armario.
—Papá me llevará.
Lo escucho gruñir un «está bien» y revolver quién sabe que cosas entre su ropa, cosas caen, las levanta, hace un revoltijo en sus zapatos y lo escucho forcejear con algo.
—Maldita sea. —musita y patea algo.
Me dejo caer una de las almohadas en la cabeza para intentar amortiguar aunque sea un poco el huracán que acaba de tocar tierra en San Francisco. Me revuelvo entre las sabanas tratando de encontrar un punto de relajación en el colchón para permitirme dejar de escuchar a Storm hablar solo y maldecir, pero no lo logro y eso me irrita. Yo no soy tan amigable o energético como él en las mañanas.
Algo cae en su armario causando un estruendo espantoso que me hace gruñir y sentarme de inmediato en la cama.—¡Storm, cállate y déjame dormir maldita sea! —le grito desde mi lugar en la cama.
—¡Me caí! —exclama y lo veo arrastrar medio cuerpo fuera de la puerta del armario—. Pero estoy bien no te preocupes.
—No lo estoy, sólo quiero que te calles. —espeto y vuelvo a intentar acomodarme.
En mi trayecto de vuelta a la almohada puedo ver mi apariencia en el espejo empotrado en las puertas de mi armario. Cabello alborotado y hecho un nido de pájaros sobre mi cabeza, ojos sumidos en las cuentas y ojeras prominentes debajo de los ojos. Ni siquiera dormí tan tarde, que demonios.
Intento volver a dormir pero lo único que logro es removerme como gusano en sal sobre las sabanas y desarreglar la cama aún más de lo que ya lo está. Nunca he sido alguien que duerme en un solo lugar durante toda la noche, Storm sí, pero yo no, esa es otra de nuestras grandes diferencias. Yo ocupo toda la cama, doy un millón de vueltas, lanzo patadas a lo invisible, subo mis piernas encima de cualquiera que duerma junto a mí y me despatarro por todo el colchón; cuando era más chico, dormía con la cabeza sobre las almohadas y terminaba con la cabeza en donde deberían ir los pies, sin mencionar claro los millones de almohadas rodeándome. Antes eran para que no me cayera de la cama en mis tantas vueltas, ahora están ahí simplemente porque me gustan. Ocupo dos en la cabeza —lo que significa que tengo cuatro a lo largo de la cama ya que si ruedo ahí están otras dos para lo cabeza—, una para tener entre las rodillas y otra para abrazar contra mi pecho, sin mencionar las dos que tengo de provisión por si me doy la vuelta. Todas las noches nado en un océano de almohadas, y de todas ellas solo quedan dos como máximo sobre la cama ya que las demás terminan esparcidas por el suelo.
Misión fallida para volver a dormir.
Decido levantarme de una vez por todas, me deshago del grueso edredón y me quedo sentado por un minuto en la orilla del colchón para despejarme, pensar en la inmortalidad del cangrejo y asegurarme de que el sueño se ha ido por completo, porque si no lo ha hecho voy a volver a dormir, pero no, se ha ido para siempre. Una ráfaga de aire frío entra por la ventana y por la abertura debajo de la puerta haciéndome estremecerme y arrepentirme por no usar nada más que los bóxers y calcetines largos para dormir. Storm sale de la ducha, con el cabello verde y húmedo cayéndole sobre el rostro y luciendo su vestimenta demasiado americana del día: camiseta roja, chaqueta impermeable azul, vaqueros negros y los pues enfundados en, oh vaya, calcetines de la bandera de Estados Unidos.
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MotorSport
RomanceAún recuerdo cuando la conocí. De pie con su camiseta holgada y pantalones rasgados, el ceño fruncido y debajo de él, dos ojos azules que me observaban confundidos. Había demasiadas cosas que Ace Bogart ocultaba; sin embargo, ninguna de ellas me im...