All You Had To Do Was Stay

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ACE

—¿Brooks?

Me asomo por la puerta metálica del garaje que hace un chirrido inaudito cuando la abro.
Está vacío. El gran espacio de color blanco con algunas manchas de grasa en los azulejos del piso es incluso más grande de lo que aparenta por fuera, con un montón de herramientas restregadas en el suelo, tantas que no te dejan caminar alrededor. Es más grande que el anterior, pero por algún motivo lo sigo sintiendo tan familiar. Ahora el Comet y el Camaro descansan al fondo uno a lado de otro, mientras el Mustang de Jet se eleva en la plataforma; sin embargo, no hay señales de él ni de Brooks aún cuando su coche está estacionado junto a la acera.

—Maldito seas. —mascullo, pateando una pequeña pelota que rueda hasta debajo del Camaro.

Observo todo a mi alrededor. Es casi como si no hubieran ya pasado seis años. En el antiguo taller, todo era más pequeño, tanto que llegábamos a sofocarnos unos a otros si pasábamos mucho tiempo allí; en aquel entonces, Jet se dio cuenta del buen lugar que era el inferior de su Mustang para dormir cuando no tenía nada que hacer, aún cuando tenía una fuga de aceite que le dejaba una mancha en la frente. Brooks usaba sus trenzas pegadas al cráneo y casi todos los días usaba un pañuelo alrededor de su frente, siempre traía puestos aquellos jeans que le quedaban demasiado grandes y playeras gráficas de Tupac e incluso de Selena. Jax se sentaba sobre el cofre del Mustang de Jet para recargarse sobre el parabrisas y cuando se le antojaba, saltaba sobre él para molestar a Jet. Garsiv por su parte, había invertido la mitad sus ahorros en un destartalado Cutlass Supreme amarillo deslavado con parches grises de donde había sido reparado de las picaduras en la lámina; gastaba la otra mitad intentando arreglarlo para hacerlo ver decente.

—Ah eres tú. —bufa Napoleon sosteniendo un bat de baseball en su mano derecha—. Pensé que eras un ladrón.

Ruedo los ojos con fastidio y me dejo caer en el viejo sofá percudido que se encuentra en un lado de garaje.

—Tranquilo, no vengo a asesinarte —levanto ambas manos al aire—, sólo vengo a buscar a Brooks.

—No está.

—No me digas. —respondo sarcástica.

Me hace un ademán, dándose media vuelta con una expresión de fastidio en su rostro, arroja el bat hacia un lado y se prepara para regresar por donde vino.
Saco mi teléfono del bolsillo de mis jeans y me preparo para recordarle su madre a Brooks que quien sabe en donde está; sin embargo, el ruido de los pasos decididos y molestos de Nap me hacen levantar la vista de la pantalla brillante para dedicarle un ceño fruncido al viejo decrépito.

—Sólo tenías que quedarte, muchacha dramática. —me señala con su índice y aún irritado.

Abro la boca preparándome para responder y me pongo de pie rápidamente para acercarme a él.

—¿De qué demonios hablas?

—Hace seis años —aclara—... lo único que tenías que hacer era quedarte. Despedirte de ellos —apunta hacia la nada con su índice—, de Garsiv.

Saint le enseñó la carta. Canturrea Mini Ace desde su trono del cual le cuelga la cabeza mientras eleva sus pies en el respaldo.

—Pero, ¿que demonios...?

Nap suelta un suspiro cansado, casi como dándose por vencido conmigo.

—No te culpo por su muerte. —dice, ahora con la voz más tranquila—. ¿Por qué debería? Más importante, ¿Por qué piensas eso?

Encojo mis hombros.

—Ya me sentía culpable desde antes, supongo que tu odio hacia mí solamente confirmó mis sospechas de que tú también me culpabas. —paso mi peso de un pie al otro.

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