Don't Rain On My Parade

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—¿Por qué no me llamaste? —regaña Sophia a Ace.

Estamos sentados en una de las mesas de la cafetería, Sophia ataca su almuerzo mientras Ace le roba el puré de papas ya que no puede morder cosas por su diente nuevo. Yo simplemente las observo mientras hablan y me río cuando Sophia intenta enterrar el tenedor en la mano de su amiga cada que se inclina a robarle el puré.

—Porque no tuve tiempo para pensar en ti cuando me estaba desangrando. —se defiende Ace entre risas y le roba más puré.

Sophia la fulmina y niega con la cabeza, pero sabe que es verdad.

—¡Como sea! Déjame verlo de nuevo.

Ace sacude la cabeza riendo y le enseña el diente dorado a su amiga por enésima vez.

—Demonios, quiero uno.

Es extraño estar sentado con ellas dos, muy raras veces estoy sentado en la cafetería y aunque todos mis compañeros piensen que es porque soy demasiado interesante o estoy muy ocupado haciendo otras cosas más importantes que estar sentado en la cafetería de la universidad, la verdad es porque no tengo ningún maldito amigo para estar sentado aquí. Mis únicos amigos son mi hermano, y Jet claro, pero casi nunca coincido con Storm aquí y obviamente no puedo invitar a Jet a comer conmigo a la cafetería cuando ni siquiera viene a esta universidad. Sin embargo, ahora, estoy con Sophia y Ace y todos los que pasan a nuestro alrededor me observan extrañados al verme aquí con estas dos chicas.

—¡Baby! —grito al ver a mi hermano atravesar el otro extremo de la cafetería. Inmediatamente voltea y viene corriendo hacia nosotros.

—¡Ace! ¿Cómo está tu diente? —le pregunta rápidamente a la castaña que sigue comiendo.

Ace enrolla las mangas de su chaqueta hasta sus codos y se endereza un poco, dejando ver su camisa fucsia con la pantera azul de Pfluejerville, Texas, lo cual me causa gracia porque ella siempre usa este tipo de camisetas. Se prepara y le muestra el diente a mi hermano con orgullo.

—Demonios, quiero uno. —musita.

—¡Yo dije lo mismo! —exclama Sophia, concediéndole a mi hermano un segundo de su tiempo.

—¡Saint, túmbame un diente! —exclama mi hermano acercándose a mi y poniéndome su dentadura perfecta enfrente.

Levanto un puño fingiendo que voy a darle un buen golpe y ellas se echan a reír. Todos a mi alrededor usan algo rojo, azul y blanco, celebran la independencia de América con orgullo y yo simplemente parezco de algún lugar cuya bandera consta de negro y amarillo, Ace me ha dicho «aléjate de mí, Odia Americanos» en cuanto me vio llegar a su mesa, lo cual fue irónico porque ella tampoco usaba los colores de la bandera a la vista, entonces sin vergüenza alguna saco el elástico de su ropa interior.
Unas pequeñas manos me cubren los ojos haciéndome dar un respingo sobre mi lugar por la sorpresa, y aunque tengo una clara idea de quién es disfruto durante un segundo el tacto. Cuando comencé este debate mental conmigo mismo de si debía o no invitar a salir a Eli no imaginé que todo se iba a tornar en serio, quiero decir, sí, pensé que la invitaría a salir, nos divertiríamos y después se iba a olvidar de mí pero no, parece que le gusto y a mí me gusta gustarle porque ella me gusta, pero cuando empiezo a convencer a mi cerebro de que me gusta imágenes de alguien más aparecen en mi mente. Tengo a dos mini personajes sobre mi hombros peleando sobre a quién debería dejar entrar a mi mente y en quien debería pensar todo el tiempo. En mi hombro derecho aparece un Saint que le hace honor a su nombre, vestido en ropas blancas y una areola rodeando su cabeza, y en el izquierdo, vestido de negro porque el rojo ya está muy usado, un Saint con cuernos y un sexy acento inglés que parece el Elizabeth Hurley de mi propio Bedazzled.
Y gracias a que pienso en Bedazzled crece mi siguiente duda sobre una película: ¿era Dios el tipo que estaba en la carcel con Elliot?
Tomo las manos de Eli y las bajo de mis ojos para voltear a verla. Es guapísima, vestida toda de negro con una chaqueta de cuero del mismo color y los ojos claros observándome, su piel ligeramente bronceada brillando y los labios gruesos pintados de rojo. Guapísima sin duda. Se inclina y planta un beso en mi mejilla sin más.
Demonios, Saint, ¿en serio quieres pensar en otra chica?
Sí. Y esto va a sonar descabellado porque creo que nadie pensaría que lo diría —aunque sea para mí mismo—, pero quiero pensar en un par de ojos azules asustados por el Golden Gate Bridge.
Ojos azules que ahora mismo, mientras con el rabillo de mi ojo los observo, están enfrascados en una conversación con el cabello verde de Storm sobre el Cutlass y como ahora avanza de maravilla, que ayer Brooks lo sacó a dar una vuelta. Y los ojos azules parecen iluminarse a escuchar el nombre de Brooks.
Entonces me obligó a mi mismo a dejar de pensar en los ojos azules y concentrarme en los labios rojos frente a mí.

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