Puedo sentir lo que Ícaro cuando voló demasiado cerca del sol. Puedo sentir como me estrello.
Una parte de mí siempre supo que existía un padre, no solamente una madre. Tal vez llegué a pensar que mi madre fue una prostituta que siguió adelante con su embarazo porque no tenía los recursos para hacerse un aborto; sin embargo, esa posibilidad siempre fue poco probable en mi mente. Sabía que allí afuera, había una mujer que decidió deshacerse de sus hijos sin pensarlo dos veces, sabía que existía alguien por allí que tenía que vivir para siempre con lo que había hecho. Algo que nunca paso por mi cabeza, fue que esa dichosa mujer a la que yo tanto le deseaba miseria y arrepentimiento fuese la misma de la que Cooper hablaba.
Alice, la chica de quince años que todo aquel vecindario de Connecticut encontraba fascinante, hermosa y sobre todo el alma más buena que habían visto en mucho tiempo. De acuerdo con Cooper, ella era esa chica que todos sabían que iba a llegar muy lejos, la de las mejores calificaciones en la escuela, la que todos esperaban que entrara a alguna universidad de la Ivy League; pero que al mismo tiempo era alocada, y capaz de hacer cualquier cosa si involucraba una aventura.
Sorpresa, sorpresa, Connecticut, su alma buena dejó a sus hijos en un orfanato en Woodstock. Pero eso no es lo peor que puedo pensar mientras Cooper habla, no, lo único que cruza por mi mente es que esa mujer sigue allí afuera, quizá en el otro lado del país, pero sigue allí, viviendo su vida, no parece estar arrepentida o dolida, ni todas las cosas malas que le deseé. Está casada y tiene hijos. Hijas. Gemelas fraternas.
Igual que Storm y yo.
Hay un momento en el que mi cerebro me dice no más y le ordena a mi cuerpo que se levante. Todo eso lo hace mi cerebro por sí sólo, yo no estoy despierto, soy como un títere sonámbulo que ha decidido no poner de su parte y dejar a alguien más hacer el trabajo pesado.
—Saint. —escucho a alguien murmurar lejos, demasiado lejos como para que voltee a investigar quien lo ha dicho—. Saint, ¿qué haces? ¿Estás bien? —vuelve a preguntar esa voz.
No, voz, no estoy bien, en lo absoluto estoy bien. Estoy frente a un hombre completamente desconocido que afirma ser mi padre biológico, y el de mi hermano gemelo, hombre que ha decidido que es buena idea venir hasta San Francisco para contarnos la historia de cómo fue engañado todo este tiempo por la mujer que creyó amar.
Créeme, Cooper, tú historia no es la peor del mundo.
Ha decidido que es buena idea venir a decirnos todo esto cuando claramente no estoy en mi mejor momento de la vida, estoy entrando a la crisis de la mediana edad a los veinte porque estoy seguro que con este tipo de sorpresas mi esperanza de vida se ha reducido a los cuarenta, no sé qué voy a hacer con mi vida cuando me gradúe, y absolutamente nada de lo que hago o de lo que me pasa parece hacerme feliz. Estoy sumido en una depresión profunda a la cual no le veo una salida. No existe una salida para la depresión, ¿o sí? Eventualmente dejas de hacer lo que te gusta porque ya no te gusta cómo te hace sentir. ¿A eso ha venido Cooper? ¿A tomarme de la cabeza para sumergirme aún más en mi pozo de depresión, autodesprecio y comida para curar mis penas y subir esos diez kilos de siempre?
Eso parece.
—Saint. —vuelven a llamar pero esta vez no presto atención a nada y sigo el camino que me indican mis piernas hacia la puerta de salida.
No me doy cuenta cuando estoy sobre la acera de la casa, mirando hacia todos lados en busca de una señal que me diga hacia dónde dirigirme.
—Baby —gritan—. Baby, vuelve por favor. —es mi hermano.
Pero baby no vuelve, no puede. Baby corre hacia el trolley nocturno con un zumbido en los oídos y un rumbo fijo en mente. Rumbo que lleva hacia la única persona que lo ha hecho feliz durante su miseria.
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MotorSport
RomanceAún recuerdo cuando la conocí. De pie con su camiseta holgada y pantalones rasgados, el ceño fruncido y debajo de él, dos ojos azules que me observaban confundidos. Había demasiadas cosas que Ace Bogart ocultaba; sin embargo, ninguna de ellas me im...