Steve toma su megáfono, aclara su garganta unos segundos hasta que el silencio se cierne para dejarlo abrir la ceremonia de la noche. Storm come de una bolsa de papas, sentado en el capó de su Audi, Brooks y Jet escuchan todo lo que dice Steve, recargados junto a Storm, mientras Eli y Saint están a unos cuantos metros de distancia discutiendo por quien sabe que.
Los Camisetas Rosadas nos observan, Ameer y Ra-Ra me lanzan besos, Oliver solamente me observa, con una sonrisa socarrona y las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta de cuero. No hace nada por acercarse, no puede, como dijo Reggie, hice mi mariconada de poner una orden de restricción en contra de todos los motociclistas.
Los amigos se suben a sus coches, el estúpido del Subaru se siente seguro y le levanta el dedo medio a Preston, él lo ignora y sube a su Camaro. El Camaro nació para las carreras, y Preston es un gran piloto al igual que su hermano. El Subaru no sirve para la terraceria y por eso van a perder, fin.Steve enciende la sirena de su megáfono y los claxons comienzan a sonar alrededor de la pista. Saint y Storm aúllan tan fuerte que Eli se cubre los oídos, los coches aceleran en un mismo lugar, es todo un escándalo, y entre las dos parejas de corredores, la primera chica de la noche sale a acomodarse: la morena bellísima de las largas trenzas.
—Está noche estamos presentando a un equipo de Sacramento que viene dispuesto a quitarle la corona a los campeones de Oakland —grita Steve y todos abuchean a los Camisetas Rosadas—. Desafortunadamente para ellos, los DeWolf no vinieron en condiciones para correr esta noche y tendrán que conformarse con Preston y Park. —se burla el maestro de ceremonias desde su escenario—. Es broma muchachos —dice y les lanza un beso a los gemelos—. En fin, damas, caballeros, y todos aquellos que aún no se deciden, directamente desde Sacramento, California, démosle una bienvenida a los Puercos Imbeciles Asquerosos, o como sus camisetas dicen DIRTY ROTTEN IMBECILES —se mofa Steve y hace una mueca que dice "malditos ridiculos"—. ¡Sting Piccoli y Julien Roberts! —su equipo los apoya con gritos y unas cortinas que tienen en las manos. Zara aplaude, escondida entre Ra-Ra y Ameer, mientras observa discretamente a Jet que no es consciente de su presencia aquí—. Está bien, muchachos, cálmense porque a continuación, todos los locales se van a volver locos al recibir a su equipo favorito de Berkeley y la razón por la que las carreras de pareja aún no mueren aquí en Oakland, ¡Preston y Park Thompson! —todos explotan en aplausos y gritos que apoyan a los gemelos. Ninguno de los dos sale de su respectivo auto, ambos permanecen dentro, observando con cuidado la pista delante de ellos.
Ninguno de ellos tiene el carisma de Storm, no sacan medio cuerpo por su ventanilla para sacudir una mano para saludar a sus fans y dedicarles un guiño a las chicas que le regalan miradas seductoras. Y sin duda, ninguno de ellos hace eso mismo de salir al exterior y aventarle algo al hermano para que vuelva a entrar al coche; como lo hace Saint casi todas las noches.
Me toma por sorpresa una respiración que choca contra mi oído. Doy un respingo y rápidamente doy la media vuelta para enfrentar a quien sea que viene a joderme, no estoy dispuesta a aguantar ni una mierda más esta noche.—Tranquila, Ace. —exclama Storm por encima del barullo, levantando ambas manos en el aire.
—Casi terminas con un diente postizo igual que yo. —farfullo, llevándome una mano al pecho. Él se echa a reír.
—Venía a preguntar si puedo regresar a San Francisco con ustedes.
Frunzo el ceño ante su petición.
—¿Pasó algo con su coche? —pregunto consternada.
Storm niega con la cabeza y suelta un bufido de fastidio.
—Eli quiere irse. Yo no quiero irme. Saint TIENE que irse. Vinimos en el mismo coche. —me explica, moviendo su cabeza de un lado a otro con cada una de sus razones—. ¿Puedo?
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MotorSport
RomanceAún recuerdo cuando la conocí. De pie con su camiseta holgada y pantalones rasgados, el ceño fruncido y debajo de él, dos ojos azules que me observaban confundidos. Había demasiadas cosas que Ace Bogart ocultaba; sin embargo, ninguna de ellas me im...