Jhosua XL

699 45 23
                                    

Me encontraba sobre el techo de una de las casas afuera del perímetro de los bandidos, a mi derecha se podían ver las cientos de antorchas que alumbraban su campamento, puesto que sería muy estúpido luchar en la oscuridad y el sol ya hace varias horas que se había escondido.

A mi izquierda completa oscuridad, mire al cielo, faltaba poco para luna llena pero ahora se encontraba tapada por un par de nubes, ahí fue cuando los sentí, mucho antes de poder verlos. La tierra comenzó a retumbar como si de una estampida de animales salvajes se tratará, se hacia cada vez más intensa y los gemidos que la acompañaban se volvían más audibles.

Empezó a invadirme un poco de miedo que pronto se convirtió en temor, al ver una enorme ola gigantesca de orbes color escarlata brillando en el horizonte. Parecían ser miles de antorchas en movimiento, un mar de carne que segundo a segundo se iba acercando hasta que los tube a mis pies y por fin la Luna escapó de su prisión dejándome ver al inmenso ejército de muertos vivientes que parecían sacados de una espantosa película de terror.

─¡Mueve el culo Jhos! ─grita Jordi sacandome de mis pensamientos.

Mostraba una sonrisa estúpida bajo esa gorra negra que siempre traía, era de noche así que no la usaba para protegerse del sol precisamente. En ocasiones como esta envidiaba su despreocupada actitud, eso le permitía mantenerse calmo incluso ahora que estábamos siendo atacados por esas cosas.

Jordi lanzó una granada al patio trasero de la casa continua. Yo lance la mia a otro patio y de inmediato despidió un humo rojizo llenando la zona de feromonas.

Podía ver a otro par de cadetes que hacían lo mismo que nosotros un poco más al sur. Formamos una columna de humo rojo que abarcaba por lo menos 10 cuadras. Justo frente de nosotros, atravesando esta gran horda, sobre las casas se veía otra columna igual de grande paralela a la nuestra.

El plan era dispersar la horda lo más que pudiéramos antes de que llegará a la base de los bandidos, lo cual funcionó porque rapidamente los infectados frente a nosotros comenzaron a cambiar de dirección. Pasaron varios veiculos a gran velocidad en la dirección contraria de la que venía la horda, ellos también iban despidiendo esa feromona por lo que lograron que varias de esas cosas dieran vuelta y los persigieran.

La estampida de infecctados poco a poco se dividió en dos, este y oeste. Sin embargo eran demasiados y aunque atragimos a muchos, una mayor parte continuó su camino.

Bien, primera línea de defensa traspasada ─escuche al comandante decir por el comunicador en mi oído izquierdo─. Reagrupecen conmigo en el lugar acordado y hagan estallar las cargas.

Ya escuchastes al comandante.

Dice Jordi mientras salta al tejado de la casa vecina, lo sigo de inmediato viendo como una gran cantidad de esas bestias se amontonan alrededor de donde calleron las granadas. Pasamos por un par de casas más y enfrente se nos unen otro par de cadetes. Segimos brincando tejados y en la última casa bajamos por su garage hasta caer en la parte trasera de un par de Jeeps aparcados ahí. 

─¿Qué tal les fue? ─me cuestiona Matt desde el asiento del conductor en el Jeep.

─Logramos atraer a varios ─respondo acomodandome a un lado suyo─. Pero la mayoría se dirigen al campamento.

Se ve un poco decepcionado por el comienzo de la situación.

─Yo me iré con la bella chica en el otro Jeep ─nos expresa Jhos bajando del vehículo.

─¿Hablas de Helena? ─le inquiere Matt─. La de mirada amenazante y cabello oscuro.

─Si, esa misma ─asiente Jordi.

InfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora