Leo IV

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Me visto con el uniforme de la Academia lo más rápido que puedo y me dirijo a mi primera clase, me hubiera gustado pasar por Nat para saber como se sentia después de haberse despedido de su familia, pero ya estoy lo suficientemente retrasado.

Dios pareció haber escuchado mis plegarias, por que en las primeras clases no me tope con Alex. Sin embargo tampoco había visto a Nat, tendría que esperar hasta la hora del almuerzo para poder hablar con ella.

Cuando por fin comenzó el receso, me dirijo de inmediato a la cafetería y tomo asiento en una mesa que se encuentra cerca de la entrada para poder ver cuando ella llegue.

Ordene mi desayuno y comense a devorarlo, estaba por terminarlo cuando vi a mi pelinegra favorita entrar por la puerta, de inmediato le hice una seña con la mano para que se sentará conmigo. Al parecer no venía sola, la acompañaba una chica un poco más baja que ella, de piel morena con grandes labios y largos rizos negros. Nat nos presentó a ambos y pude notar que había estado llorando, ya que detrás de sus lentes aún se miraban sus ojos un poco rojos. Me dijo que la chica morena era su nueva compañera de cuarto y que se llamaba Angel.

─¿Estas bien Nat? ─el que tuviera que haber entrado a la academia era en parte culpa mía, lo que me hacia sentir culpable de su dolor.

─Si, ¿porqué lo preguntas?

─No te ves bien, ¿crees que no se cuando me mientes? Se nota a leguas que estuviste llorando.

─Es cierto Nat ─nos interrumpe la chica morena─. Ayer no quisiste decirme que te pasaba. Pero Leo es tu amigo, deberías confiar en él.

─Vamos Nat, dejame ayudarte ─le digo tomando su mano.

─Los dejaré solos si quieren hablar ─pronone la morena.

─No, esta bien. Puedes quedarte Angel... es solo que mi hermanita se puso muy triste cuando me fui de casa ayer.

─¿Tienes una hemanita?

─Si, la pequeña no me quería soltar. Siente que la abandone y no la culpo, solo tiene cinco años.

─¡Wow!, siempre son muy monas a esa edad ─con ternura expresa Ángel.

─Mi mamá estaba enbaraza cuando todo esto comenzó. En realidad Mari nació poco después que llegamos a esta isla.

─¿Que te parece si vamos a visitarla este fin de semana? ─sugiero a Nat.

─Seria perfecto ─responde ella un poco más animada─. Tú también puedes venir Angel

─¿Ir a dónde? ─cuestiona un chico con el que había estado en las clases de la mañana pero nunca antes lo había visto.

─No podías ser más inoportuno Sam ─le dice Angel al extraño que ya había tomado lugar en nuestra mesa.

─¿Y bueno, a dónde vas a ir? ─pregunta el chico a Angel.

─Podrían disculpar a mi hermano. Es un cabezotas pero no es mala persona.

Se disculpa ella confirmando mis sospechas. Dejando de lado la piel morena del chico, ambos tiene el mismo par de ojos almendrados color miel, de seguro si Sam se dejará crecer más el pelo este se le enchinaria como el de su hermana, sin embargo lo trae demasiado corto como para saberlo.

─Y a ti. ¿Qué te importa a dónde vaya? ─le dice Ángel a su hermano.

─Recuerda que le prometí a nuestra madre que te cuidaría. Así que vete acostumbrando a tenerme cerca, porque me pegare a ti como tu sombra.

─No hay problema Angel el también puede venir.

Muy apenas alcanzamos a terminar de almorzar cuando la campana sonó anunciando el final del receso, la siguiente clase era de punteria y por fortuna me tocaba con Nat. Nos despedimos de los dos hermanos y nos dirigimos al campo de tiro.

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