Capítulo XLVIII

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La pequeña niña se encontraba analizando de cerca esa extraña cosa, no había intentado tocarla de nuevo, sin embargo no dejaba de moverse, parecía reconocer su presencia y podía asegurar que le intentaba decir algo.

Al principio se había asustado un poco al encontrarse un cadáver en ese lugar, no sabría decir si era de un mordedor o no, porque la carne en él se había deformado, creando grandes bolas rojas que palpitaban al ritmo de un latido muy lento, y en el centro de toda esa masa amorfa de carne y sangre se encontraba un pequeño tubo cilíndrico con unas especies de raizes o venas que se incrustaban profundamente en la carne del cadáver.

Sabía que se trataba de eso porque podía ver lo que parecía una bota, sobresalir al lado de una de esas enormes bolas rojas, aparte de que más allá también podía ver una mano con los dedos engarrotados.

─¿Qué crees que deberíamos hacer Shoku? ─inquirió dudosa a su mascota, sólo recibiendo un largo maullido de parte del animal, el cual no dejaba de pasearse de lado a lado con el pelo encrispado y la cola levantada en señal de que eso que tenía enfrente no le agradaba nada.

─A mi tampoco me gusta, pero no nos queda de otra ─le respondió la niña al gato, como si este le hubiera dicho algo, quien puede saber, a lo mejor y la niña si lo entendía, lo había criado desde pequeño y nunca se habían separado desde entonces.

El gato volvió a maullar varias veces sin despegar la mirada de la masa amorfa de carne.

─Tienes razón, el tiempo se nos esta agotando, cada vez siento más fuerte una presión en mi pecho y algo me dice que cosas malas vienen en nuestra dirección ─explicó la niña al gato mientras lo empujaba un poco hacia adelante con sus pies─. Así que toma rápido esa cosa, sea lo que sea, y vámonos de aquí.

El gato se negó avanzar y chillando pasó entre las piernas de la niña para esconderse tras unas cajas.

─¡Heh! ¿porqué yo? ─se quejo Meera─. Yo te lo dije primero, además la vez pasada quien le robó las galletas a mi hermana fui yo, esta vez te toca arriesgar el pellejo a ti.

El gato sólo asomo su cabeza mientras le decía algo a la niña, sin embarcó no parecía tener intenciones de querer dejar su escondite.

─Si es cierto ─expresó la niña rascándose la cabeza mientras reía─. Tu fuiste quien robó las galletas, mi hermana casi termina haciendo tacos de gato esa vez. Como sea, la siguente te toca a ti.

Advirtió la niña respirando profundamente, al mismo tiempo que se hacercaba con lentitud hacia la extraña masa de carne, cuando estuvo lo sufientemente cerca con un pedazo de trapo agarró el pequeño artefacto he intento jalarlo, para si mala suerte éste no quizo salir, por lo que veía, las venas que salia de el se incruataban demasiado en la carne como para poder sacarlo por la fuerza, jaló un par de veces más sin mucho éxito y tras otro par de intentos fallidos decistio.

Miro a su alrededor en busca de algo que le pudiera ayudar y a su izquierda localizó una ventata rota, con mucho cuidado y ayudándose de la tela que disponía, sostuvo un pequeño cristal en sus manos y con el empezó a cortar todas las venas encarnadas del cilindro, la masa empezó a moverse y sacudirse con prisa, cosa que la asustó un poco, pero en un par de segundos ya tenía el artefacto entre sus manos envuelto en la tela y al final la masa también había dejado de moverse.

Se aseguró esa cosa en uno de los bolsillos que traía su cinturón y de inmediato salió de ahí. Cuando justo estaba cruzando por la ventana que había entrado sintió que piso se movía y pudo ver como el cristal en ella vibrava por el pequeño temblor. No era una zona típica de terremotos por lo que decidió saltar a la azotea para ver de que se trataba.

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