Capítulo 12

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|Camisa manchada|

—Por fin te encuentro solo. —habló de pronto una voz silenciosa que entraba al baño para posicionarse a un lado del pecoso.

Izuku apenas notó que se trataba de Shigaraki, no dudó en irse de ahí lo antes posible.

—Yo tengo prisa así que... ¡Adiós! —Huyó del lugar, notando cómo el peli celeste lo seguía.

Era demasiado pronto sentirse aliviado apenas salió del baño, pensaba. Pues notó que los pasillos se encontraban vacíos. Avanzó lo más rápido que pudo hasta que, para su desgracia, sintió el agarre de su brazo derecho con extrema brusquedad, escuchando una risa baja a sus espaldas.

Debido a la fuerza del agarre, Izuku inevitablemente terminó chocando con el pecho de Shigaraki, quien le miraba sonriente.

Esto no me puede estar pasando...
Se lamentó el peliverde mientras intentaba zafarse del agarre sin éxito alguno.

Shigaraki no desperdicio un solo segundo y lo cogió del cuello con fuerza, apegándolo aún más a su pecho, procurando marcar cada uno de sus dedos friolentos sobre la piel blanquecina del oji esmeralda. —Harás todo lo que yo diga, si no quieres terminar bañado en sangre. —susurró amenazante en su oreja derecha, pasando su lengua con extrema lentitud. El peliverde sintió con desagrado la caliente humedad que invadía cada parte de su oreja y el cómo gotas de aquello caía con lentitud sobre su cuello aprisionado.

Izuku comenzaba a desesperarse más a cada segundo que pasaba, intentaba salir de aquel agarre sintiéndose completamente inútil al sentir el fracaso de ello.

Y se desesperó aún más cuando observó de reojo a Tomura dirigir una de sus manos a su bolsillo, sacando de esta una cuchilla de mango rojo.

El respirar del peliverde hace minutos ya se había vuelto irregular, pero con el firme filo de aquella cuchilla el aliento casi se hallaba extinto.
Ya que aquella filosa cuchilla... se encontraba ahora con firmeza aprisionada contra su costilla izquierda.

El sudor frío sólo le provocaba el resbalar su mano contra la mano de Tomura que permanecía aún firmemente en su propio cuello, además de sentir el palpitar de su propio corazón más fuerte que su propia respiración.

Con frustración, sintió una lágrima caer por sus mejillas pecosas y dejó su mano caer con fuerza al mismo tiempo que agachaba su cabeza.

Izuku había dejado de luchar, se había dado por vencido y Tomura se había percatado de ello rápidamente.

Entonces, Tomura sonrió de manera exagerada, victorioso.

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¡Ah! Katsuki-sensei ¦Katsudeku¦ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora