Capítulo 22

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|¿¡Nuevo profesor privado!?|

Los constantes cantos de los pequeños pajaritos que se posaban cerca de un árbol cercano a la ventana, provocaban que cierta mujer se centrara e indagara aún más en sus preocupantes pensamientos.

Las hojas se mecian con tranquilidad y pequeñas corrientes de viento adornaban aquel canto alegre y vivaz de las aves.

Un portazo medianamente fuerte sacó rápidamente a la mujer de sus pensamientos y entonces notó a su hijo sacarse los zapatos en la entrada de su casa, notablemente agitado.

—Buenos días cariño, vamos a desayunar. —habló Inko observando a su hijo llegar de su entrenamiento matutino sudoroso y cansado.
No había sentido a qué horas había salido por la mañana, pero por fortuna a las 7:15 ya estaba en casa sano y salvo.

— ¡Enseguida mamá! Me duchare rápido. —dijo enérgico mientras corría por las escaleras.

La mañana había sido enérgica y bastante provechosa para Izuku, quien apenas despertó corrió por las escaleras para entrenar.

Algo que extrañaba hacer luego de pasar por aquel cuadro depresivo que le consumía lentamente la energía.

Las manos de Inko se movían incesantes sobre la mesa.
Ya era la quinta taza de té que bebía en toda la mañana, la noche anterior no había podido dormir luego de que escuchó aquellas palabras salir de la boca de su hijo mientras dormía.

— ¡No sabes lo que encontré, mamá! ¡Un mapache! —dijo emocionado sentándose, con su cabellera peliverde aún húmeda. —Ahh... Si tan solo tuviera mi teléfono le habría tomado una foto. —Se lamentaba.

El masticar de Inko se vio pausado. —¿Y tu teléfono, cariño? —preguntó confundida.

Parpadeos continuos invadieron el rostro de Izuku al instante. —A-ah... —Se le había escapado.
—Mi teléfono está en mi habitación. —mintió, suficiente tenía con que su madre le pagara un profesor privado como para que ahora se viera forzada a obsequiarle un teléfono.

—Mmm... —dijo no muy convincente. —Oye, cariño, anoche fui a tu habitación y me surgió una duda. —Había comenzado por fin.

— ¿Mm? —murmuró el peliverde mientras comía su tostada.

—He visto cierto robot en tu habitación. Es el único que dejaste en ella, el resto de tus juguetes los guardaste en la caja... ¿por qué? —preguntó nerviosa, bebiendo un poco de té mientras clavaba sus ojos en los esmeraldas ahora avergonzados.

La comida del desayuno se vio pausada e Izuku desvió su mirada al instante. —Mamá n-no lo botes, por favor. —dijo bajito.

— ¡No, no, cariño! No lo decía por eso. —corrigió de inmediato agitando sus manos.

Izuku suspiró aliviado al escuchar eso. —Ese robot... —dijo meditando. —Es especial para mí aunque no se porqué, simplemente lo es. —respondió.

Entonces Inko asintió totalmente comprensiva.

Ella tenía razón.

No recordaba a Katsuki aún, pero el cariño seguía intacto.

El inconsciente de Izuku aún permanecía atado a sus memorias pasadas y el saber eso era un gran avance.

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Olía a mierda.

Él olía a mierda.

El maldito departamento olía a mierda.

¡Ah! Katsuki-sensei ¦Katsudeku¦ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora