Capítulo dieciséis

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—Y somos sus hermanas, boluda— le recordó Virginia —No lo está pasando bien Flor, por si no lo notaste todavía.

—Mirá, Virginia, acá quién más y quién menos pasa por ese tipo de situaciones— volvió a repetir Lucía de manera casi robótica.

Miranda, presidiendo la mesa del despacho que utilizaban ella y el resto de sus hermanas para las reuniones en el hotel se llevó la mano a la frente, acariciándosela con paciencia. Ya sabía que intentar hablar con Lucía del tema era perder el tiempo; no le importaba absolutamente nadie. Pero tenían que intentarlo. Flor necesitaba ayuda, sobre todo la de sus hermanas.

—Además, ustedes dos ya hablaron con ella— comentó Lucía, dirigiéndose a Carla y a Miranda, que asintieron con la cabeza. —¿Y les hizo caso?

—Precisamente porque no nos hizo caso— contestó Miranda —Yo creo que si todas le mostramos nuestro apoyo ella va a tirar para adelante.

—Tiene miedo— dijo Virginia —Ponete en su situación.

Lucía suspiró. Dejó el móvil a un lado y se cruzó de brazos sobre la mesa. Intentó ponerse en la situación de su hermana Flor, imaginándose que después de una vida entera sintiéndose atraída por los chicos, de repente, llegaba una mujer y le cambiaba todos los esquemas ya creados. Inmediatamente después de pensar en eso sintió un terrible vértigo apoderarse de su estómago y tuvo que tragar saliva. Disimuló su malestar recostándose en el asiento y alzando ambas cejas como si nada.

—Flor es grande— soltó malhumorada porque estaba perdiendo el tiempo con un tema que no le incumbía en absoluto —Si ella no quiere hacer frente a sus sentimientos ya lo hará.

—No lo hace por miedo— Carla se levantó del asiento, apoyó las manos en su cadera y miró a Lucía de frente. —Tiene miedo de que lo nosotras pensemos, de arriesgarse...

—Ya está, listo, no me importa más— Lucía intentó zanjar el tema de una vez por todas. No entendía cómo iba a ayudar el hecho de que las cuatro hablasen con Flor a que ésta se animase o no a hacer nada respecto a lo de Jazmín. Al fin y al cabo era su vida y eran sus decisiones.

—No te lo puedo creer. ¿De verdad sos tan pelotuda?— la voz alzada de Miranda las sorprendió a todas, sobre todo a Lucía, que la miró con una sonrisilla irónica en su rostro. —Flor siempre estuvo ahí para nosotras, para cualquier situación. La está pasando mal, Lucía. ¿Y vos vas a girar la cara como si nada pasase?

—No creo que el tema sea tan importante— volvió a decir, siguiendo la misma línea y el mismo tono que había utilizado a lo largo de la conversación —Si tiene dudas sexuales que se las aclare sola.

—Ella igual tiene claro lo que siente— aclaró Carla —Ustedes no vieron como la mira a Jazmín.

—Bueno, perfecto— continuó Lucía —Que haga canon el Flozmin, entonces.

—Oh, por Dios— suspiró Virginia —No cambias más, nena.

Lucía apretó la mandíbula. Guardó silencio durante un momento, analizando los rostros decepcionados y cargados de reproche por parte de sus otras tres hermanas. Negó con la cabeza, suspiró y se acarició las sienes. Sabía lo que era sufrir por amor, todo el mundo había sufrido por culpa de sus sentimientos, eso no entendía de sexualidad ni de género. Pero también se imaginaba lo difícil que podía llegar a ser enfrentarse a dudas sexuales en una edad adulta, cuando su vida parecía encauzada y esquematizada de una manera. En cierta forma, la situación por la que estaba pasando Flor le hacía sentir cierta lástima.

Ella no querría tener que pasar por eso, y menos sola, por mucho que se esforzase en mantener alejados a todos de su vida privada.

—¿Cuál es el plan?— dijo tras una larga pausa, formando varias sonrisas llenas de complicidad y agrado en sus hermanas.

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