Capítulo veintidós.

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Hacía mucho frío allí dentro. Por lo que escuchó durante la fiesta la caldera había sufrido algún que otro percance y hasta el día siguiente el técnico no podría pasarse a arreglar el pequeño problema. La habitación estaba helada, y Florencia también. Así que, cuando la pelirroja la dejó suavemente sobre la cama pensó en prepararle un baño caliente, no solo para que ésta entrase en calor, sino porque le vendría bien después de todo lo que había bebido.

Se acercó con lentitud al colchón, sentándose sobre él de manera delicada. Florencia estaba bocarriba, apoyada en la almohada. Tenía los ojos cerrados y aunque no dormía, se encontraba en un estado de relajación absoluto. Respiraba con paciencia, su pecho subía y bajaba a un ritmo medio pausado, haciendo sonreír a Jazmín, que observaba la imagen con ternura. Cariñosamente le apartó un mechón oscuro del rostro, colocándolo tras su oreja derecha.

Flor, al sentir la calidez de los dedos de la pelirroja sonrió muy levemente, abriendo los ojos tras de sí.

—¿Por qué me mirás así?— preguntó inocentemente la Estrella.

Jazmín agrandó su sonrisa. Jugó con uno de los mechones del cabello de Florencia, haciendo pequeñas ondulaciones en ellos con las yemas de sus dedos.

—¿Cómo te miro?— inquirió la pelirroja.

—Lindo.

—Siempre te miré lindo.

Quería besarla. Fue lo primero que cruzó la mente de Flor cuando escuchó aquellas palabras resbalar por el filo de los labios de Jazmín, perfectamente contorneados por el color del pintalabios que llevaba puesto. Le tembló la mano, un deseo irremediablemente horrible de acariciarlos bloqueó su cerebro, pero pudo parar y disimular a tiempo.

No había tenido ocasión de hablar con ella, y sabía que no era el momento acertado. Estaba ebria, no demasiado, pero sí lo suficiente como para entender que hasta que no se le pasase un poco el efecto del alcohol no merecía la pena conversar de algo tan importante con la pelirroja. Así que se limitó a sonreírle de nuevo.

Le daba vueltas la cabeza y se vio en la obligación de cerrar los ojos. Por si fuese poco, tenía frío. No sabía por qué estaban apagadas las calefacciones, pero si no estuviese tan mareada bajaría hasta recepción para averiguarlo y solucionarlo. Pensó repentinamente en Valentina y en cómo ésta parecía tener una conexión bastante especial con Jazmín. Fue su tourette el que la delató y delató también sus pensamientos.

—Merlucita castaña— escupió, acompañando aquel comentario con un tic fónico que consiguió llamar la atención de Jazmín, la cual había ido a coger alguna que otra manta del armario para echársela por encima. Con el ceño fruncido la pelirroja volvió a acercarse a ella.

Florencia se tapó la cara con las manos, avergonzada por lo que había dicho. Los tics musculares comenzaron a acompañarla, dejando claro a su amiga que la cosa no iba bien por alguna razón que no lograba entender.

—¿A quién te referís?— indagó Jazmín, que aunque no sabía qué era lo que circulaba por la mente de Florencia, intuía que se trataba de una persona.

—¿A quién me voy a referir?— preguntó con ironía, intentando desviar la verdad.

—A una castaña— el gesto en el rostro de Jazmín determinaba duda y reflexión, y Florencia intentó pensar en otra cosa para que los nervios no la asaltasen de nuevo, pero era imposible. La imagen de la pelirroja con aquella chica amable se reproducía sin cesar en su cabeza.

Se apoyó en el cabecero de la cama sintiendo como los músculos le pesaban quizás más de la cuenta por el efecto del alcohol, pero no lo suficiente como para que no se pronunciasen algunos tics fónicos que escapaban a trompicones junto con otros de sus sonidillos nerviosos.

Ven hasta aquí, dentro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora