Capítulo cuarenta y dos.

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—Soltame, Lu— dijo de mala gana, soltándose del agarre de su hermana que la estaba siguiendo por la planta baja del Hotel, caminando hasta los vestuarios de los empleados.

Por activa y por pasiva la menor de las dos había intentado detener a Carla en su cabezonería por querer encontrar a Jazmín y así disculparse cuando claramente ésta no había llegado aún o estaba apunto de ponerse a trabajar. Pero con ella era imposible; cuando se le metía algo en la cabeza no había nada más que hacer.

—Si no vas a disculparte con Jazmín andate de acá— le advirtió a la vez que agarraba el pomo de la puerta de los vestuarios, desde donde podía escuchar a la ayudante de cocina cantar una canción que no conocía.

Lucía rodó los ojos. Le molestaba cuando su hermana pensaba que no podía dejar a un lado su carácter ni en momentos así. Obvio que iba a disculparse con la pelirroja, sino no la habría seguido hasta allí. Pero en lugar de responderle entreabrió por fin la puerta para pasar de una vez, hablar con ésta y terminar con el temita.

Sin embargo ambas se quedaron congeladas sin poder dar un paso más al contemplar a Jazmín sentada en uno de los banquillos del cambiador de los empleados. Estaba de espaldas a ellas en ropa interior y se masajeaba delicadamente las piernas, recorriéndolas con sus dedos para así expandir la crema hidratante. Continuaba canturreando la letra de una canción, pero su voz se había disuelto en el aire, o al menos ni Lucía ni Carla eran ya capaces de prestarle atención a eso.

Entreabrieron los labios, observando un poco de la belleza física de la ayudante de cocina, de la cual no habían sido totalmente conscientes hasta ese momento.

—Nada mal...— comentó la mayor de las hermanas aclarándose la garganta poco después. —Digo...Nada mal Jazmín.

Lucía apretó los labios y negó con la cabeza sin apenas parpadear, sin poder apartar la mirada de ella. ¿Qué narices le estaba pasando? No era la primera vez que veía a una chica desnuda. Sin embargo, esa chica parecía ser mucha para sus ojos.

—Y no— añadió la menor —Nada mal.

—Dale, arrancá vos—la animó Carla, que tampoco apartó aún la mirada. No perdía detalle de los movimientos de Jazmín, al igual que tampoco perdió detalle de la manera tan erótica que tuvo ésta al soltarse el pelo, el cual le cayó ondulado formando una cascada por su espalda.

Entonces, cuando Lucía se atrevió a dar un paso más hacia adentro para empezar con la disculpa que al fin y al cabo era el motivo por el que estaban allí, la pelirroja se alzó levantándose del banquillo. Aún de espaldas a las hermanas, ambas hicieron descender sus ojos hasta el culo de ésta, sorprendiéndose aún más a sí mismas por lo que estaban viendo.

—No puede creerse— soltó Carla con la mirada muy atenta, recibiendo un golpe por parte de la menor, que tampoco fue capaz de mirar hacia otro lado.

—Reinas del erotismo oculto— escupió Florencia sin poder contenerse, obligando a que tanto una como otra se girasen con la mano en el pecho debido al sobresalto que ésta les había producido. —¿Qué hacen espiando a Jazmín? — les susurró con el ceño fruncido.
Lucía le hizo una señal para que se callase.

—Fanáticas de las tortas— volvió a escupir. Luego miró a la ayudante de cocina. —Que cola—cerró los ojos con fuerza, intentando contenerse.— Merlucita sabrosa—Cuando los abrió volvió a centrarse en sus hermanas, evitando todo tipo de contacto visual con el cuerpo de Jazmín —¿Qué hacen acá boludas?

—Vinimos a disculparnos con ella— contestó Carla a la vez que volvía a recorrer a la pelirroja con la mirada. La morena de las tres le dio un suave golpe en el hombro para que cortase el rollo, haciéndola reír levemente.

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