Capítulo treinta y seis.

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—Deberías tranquilizarte, en serio— le repitió la española con eterna paciencia. Colocó una mano en su hombro derecho y lo apretó amistosamente.

Carla se acarició las sienes, se bebió el siguiente trago de golpe e hizo chocar el culo del vaso contra la encimera del deck, sobresaltando a Fede, que sin ganas de participar en la conversación que su jefa y la chica morena estaban manteniendo se alejó de ellas por su propio bien. Fuera lo que fuese que tuviese a la hermana Estrella tan mal, debía de ser algo gordo.

—Era plata del hotel, ¿entendés? Y alguien la robó— volvió a repetirle, bajando la voz para que ninguno de los clientes que tomaban algo en esa zona se enterasen.

Andra suspiró y negó con la cabeza. No le sorprendía algo así teniendo en cuenta la cantidad de cosas que pasaban allí a lo largo del día.

—¿Florencia está segura de que dejó el paquete en el despacho?

Carla asintió con seguridad.

—Alguien lo robó aprovechando que la muy pelotuda se distrajo y se fue — concluyó. Y lo cierto era que tenía sentido; cualquiera que pasase por allí y viese el paquete sobre la mesa podía haberse acercado a curiosear. —Igual ya estamos tomando medidas drásticas. Están buscando en los vestuarios de los empleados.

—¿Vais a cotillear en sus cosas así como así? — preguntó Andra con el ceño fruncido. Eso era violación a la intimidad.

—¿Tenés alguna otra solución que no implique que se entere medio hotel?

—Llamar a la policía, por ejemplo.

—De ninguna manera. Ya tuvimos varios problemas con las autoridades nada más abrir el hotel. No queremos consecuencias más graves.

Andra apoyó los codos en la encimera de la barra, imitando la postura de Carla, que seguía demasiado frustrada y nerviosa. No era para menos. Después de todo ella parecía ser la única que de verdad se hacía cargo del negocio, pero ya eran demasiadas cosas a tener en cuenta. El informe que debía rellenar para su padre se inflaba automáticamente con cada día que pasaba, y eso la apenaba en cierta forma. No quería tener que informarle de cosas así. Sin embargo, el sobre con todos los papeles que probaban el mal funcionamiento del Hotel Estrellas continuaba descansando sobre la cómoda de su habitación, esperando a que lo enviase por correo urgente a España.

Aún tenía que pensarse un par de cosas antes de hacerlo.

—Bueno, todo se va a solucionar— la animó de nuevo, dejando a un lado el tema de su trabajo y el hecho de que ésta estaba haciendo las cosas mal pues de ninguna manera lo sucedido justificaba que pudiese violar la intimidad de sus empleados registrando sus cosas sin ni siquiera pedirles permiso antes.

Carla la miró directamente a los ojos. No sabía por qué, pero esa chica le transmitía una extraña calma, sobre todo cuando le sonría; como en aquella ocasión.

La Estrella le agarró la mano y se apoyó en su hombro derecho, intentando descansar un poco de todo lo que se le estaba viniendo encima porque en cierta forma, comenzaba a quedarle grande.

Andra entendió perfectamente todo, o casi todo. Ella también se había visto muchas veces en la situación de Carla. Intentaba superarse de manera diaria en su trabajo para conseguir ser mejor de lo que de por sí era, y a veces esos esfuerzos se convertían en simples intentos. Entonces la frustración se hacía con todos los rincones de su cabeza y no la dejaban pensar con claridad, y eso era precisamente lo que le estaba ocurriendo a la joven que tenía apoyada en su hombro, así que de manera amistosa la abrazó, rodeándola con su brazo libre y atrayéndola a su pecho.

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