Capítulo ocho.

1.5K 71 6
                                    


Un par de llamadas perdidas, unos cuántos más de mensajes vía Whatsapp y su hermana continuaba sin dar señales de vida. No estaba preocupado por ella, estaba cansado, frustrado y molesto porque lo había dejado plantado en aquel deck justo cuando se estaban tomando algo y planeando lo que harían al día siguiente. No es que la culpase, conocía a su hermana lo bastante como para saber que era incapaz de ver a una persona mal y no acudir por si necesitaba cualquier cosa, pero a veces cruzaba límites que no debía cruzar, y ahora él se había quedado sólo esperándola.

El deck estaba tranquilo, más incluso que antes. Sólo quedaban él, el camarero que seguía limpiando los vasos tras la barra y una joven sentada en una mesa al fondo. Entrecerró los ojos sin ánimo de curiosear y se fijó en que aquella chica que tenía sentada a pocos metros de él era la misma que esa mañana esperó para realizar también el registro de su habitación. Cansado e impaciente porque su hermana no llegaba se peinó el flequillo de color con la punta de los dedos, mientras disimuladamente continuaba observando a la joven, que con atención y una sonrisilla tímida en los labios miraba la pantalla de su teléfono móvil. Era más guapa de lo que le había parecido en un primer momento, y tenía algo en el rostro que le llamaba la atención. Parecía buena persona. Lo había demostrado cuando, sin conocer tampoco a la tipa del tourette se había acercado a ella para intentar tranquilizarla.

Cuando la chica levantó la mirada de la pantalla de su teléfono móvil porque por alguna razón se estaba sintiendo observada pese a que en aquel lugar había poca gente supo que su instinto no había fallado en absoluto. El chico de pelo de color con el que intercambió un par de palabras aquella misma mañana la estaba mirando de una manera extraña, y ella avergonzada se apresuró a apartar los ojos de él. Tragó saliva medio nerviosa por la situación y se concentró en continuar con la conversación que estaba manteniendo por WhatsApp mientras que Peter sonrió para sí mismo al contemplar la reacción que ésta había tenido. Aunque no era para menos. Seguramente había quedado como un estúpido acosador, así que, sin nada mejor que hacer porque tenía claro que su hermana iba a seguir sin dar señales de vida, se levantó de su asiento dispuesto a acercarse a ella.

—Disculpa— le dijo, amablemente.

La chica cerró los ojos con fuerza. Sabía que no podía hacerse la tonta, así que en lugar de seguir el camino de la vergüenza y la timidez, volvió a levantar la mirada de la pantalla de su móvil, colocándose una sonrisa en el rostro.

Era un joven guapo, de cara simpática, poca barba y ojos castaños. Parecía agradable y tenía una sonrisa encantadora. Le transmitió buen rollo nada más volver a mirarlo de frente.

—No quería incomodarte — se explicó él —Es que me resultabas conocida, ya sabes. Nos vimos esta mañana en el Hall del Hotel.

—Sí, obvio te recuerdo— contestó ella.

—Me llamo Peter— el chico estiró su brazo tatuado y le ofreció la mano. Ésta la estrechó con firmeza.

—Valentina.

—Un placer, Valentina. ¿Estás esperando a alguien?

La joven miró a su alrededor sin entender muy bien la situación, luego comprendió que quizás lo que el chico deseaba era sentarse a su lado, pues ambos estaban prácticamente solos en aquel patio abierto.

—No, podés sentarte si querés— le dijo amablemente, haciéndole una señal con la mano para que ocupase la silla libre justo en frente de ella. Peter asintió complacido y en seguida tomó asiento.

No era usual en él tomarse ese tipo de confianzas con extrañas, pero se sentía demasiado aburrido y desesperado por culpa del desplante que le había hecho su hermana. No le vendría mal hablar con alguien. Después de todo estaba allí de vacaciones y conocer gente nueva era algo que tenía que hacer tarde o temprano. Por suerte no se le daba nada mal iniciar conversaciones, estaba acostumbrado a socializar con todo el mundo, así que no tardó en preguntarle por qué se encontraba en esos momentos en Buenos Aires. La chica era simpática, y amable, y en su opinión tenía la voz más bonita que había escuchado en mucho tiempo, pero no se lo dijo. Guardó silencio y escuchó con atención como ésta le explicaba que en apenas unas semanas iba a empezar primer año en la Universidad de Diseño. Ella era de una ciudad situada al noroeste de Buenos Aires, por lo que se había visto en la necesidad de salir fuera a estudiar. Por eso estaba allí. Había alquilado un pequeño apartamento no muy lejos de ese lugar, pero antes de instalarse debía concretar una cita con el casero para ultimar el contrato y hasta entonces no tenía más remedio que quedarse en el hotel.

Ven hasta aquí, dentro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora